El bailarín mexicano Isaac Hernández (Guadalajara, 1990) está convencido de que ahora es el momento para que los artistas se conviertan en lo que dicen ser: una herramienta de bienestar y de movilidad social.
Férreo impulsor de las artes como un motor de la economía y un instrumento para afrontar la crisis actual, el ganador del Benois de la Danse asegura: “En el sector cultural no nos hemos rendido, al contrario, hemos luchado más que nunca. A pesar de lo difícil que han sido estos tiempos, hay gente que ha seguido creando, que ha mantenido a flote su visión y sus sueños”, dice en entrevista con MILENIO desde Londres, a punto del estreno de Raymonda, en el London Coliseum, una ambiciosa adaptación de un clásico del ballet realizada por Tamara Rojo, directora del English National Ballet (ENB) y pareja del artista tapatío.
Cuando el primer bailarín de la compañía inglesa habla de no rendirse, sabe que sus palabras están respaldadas con hechos. Aunque la pandemia hizo que su actividad artística disminuyera, no logró paralizarlo. Su regreso a los escenarios a mediados del año pasado ha sido en sólidas producciones: una gala en Copenhague, en septiembre pasado, con el San Francisco Ballet —en donde baila su hermano Esteban—, una versión contemporánea de la obra Carmen, en Edimburgo, y El Cascanueces, con el ENB.
El artista, quien en marzo pasado se convirtió en padre, estará en Ciudad de México el 25 de enero para participar en una gala benéfica para el Museo de Arte Popular. Durante su visita a México, viajará a su natal Guadalajara para impulsar el trabajo de las escuelas de ballet gratuitas dirigidas por su padre, Héctor Hernández, y buscará consolidar el regreso de su proyecto dancístico Despertares, en el Auditorio Nacional.
En julio dejará el ENB para volver a la compañía que lo vio crecer, el legendario San Francisco Ballet, que será dirigida por la bailarina Tamara Rojo, primera mujer en estar al frente de la compañía más antigua de Estados Unidos. Desde ahí, como bailarín principal, Isaac Hernández emprenderá una serie de acciones para beneficiar a la comunidad artística latina.
¿Cómo ha sido para el ENB volver a los escenarios en medio de una pandemia?
Ha sido un periodo difícil, y también ha sido muy bonito ver cómo la compañía ha tenido esa resiliencia para salir adelante. Era muy importante para nosotros presentar en diciembre El Cascanueces, cada mañana despertábamos sin saber si ese día bailaríamos o no, por las restricciones de salud.
Trabajamos mucho tiempo en Raymonda y estamos muy orgullosos del resultado. Es un ballet que no se había presentado completo en el Reino Unido desde hace más de 60 años. Es una historia que maduró mal, y era una pena que se perdiera ese acervo cultural. La obra tiene una música preciosa de Alexander Glazunov y la coreografía es de Marius Petipa, y hacía falta encontrar la manera de revivir esa historia con un enfoque diferente y nadie mejor para eso que Tamara Rojo.
Ella basó su historia en el personaje de Florence Nightingale, una figura muy importante en el mundo, y especialmente en Reino Unido. Tamara le dio un enfoque diferente a un ballet tan importante del repertorio clásico, conservó la música (en su mayoría) y las partes más emblemáticas de la coreografía, además de darle un twist contemporáneo.
Es una producción muy difícil coreográficamente, requiere de mucha técnica y talento en todos los rangos. La coreografía que hace el cuerpo de baile requiere el nivel técnico de solista, mientras que la de los solistas es del nivel de bailarín principal, y ya para los principales lo hizo prácticamente imposible… Fue un gran reto; es motivante salir al escenario y conquistarlo.
Tu carrera se ha caracterizado precisamente por superar desafíos
Sí. Cuando estuve bailando para la Ópera de París me invitaron a realizar una de las coreografías más difíciles que hay en el repertorio clásico: Don Quijote, de Nureyev, requiere hacer todo para el lado derecho y para el izquierdo; como bailarín profesional entrenas más para el lado que te venga mejor. Cuando me llegó la invitación no tenía mucho tiempo para prepararlo, por lo que dije que no, pero cuando me escuché decirle eso a la directora, inmediatamente me arrepentí. Fui al salón de ballet y me puse a practicar, entonces dije, creo que sí puedo hacerlo, debo intentarlo. Esas han sido de mis mejores funciones en la carrera.
Mis compañeros de la Ópera estaban impresionados. Una producción así se ensaya por lo menos un mes, y yo la preparé en cinco días. Nunca me ha dado miedo enfrentar grandes retos técnicos, pero tengo que admitir que ballets como Raymonda, que duran casi tres horas, sí dan un poco de miedo. Pero terminas la función sintiendo que has alcanzado una meta, eso me hace sentir orgulloso. A pesar de que todos los días el cuerpo es diferente, puedo dominar esas demandas técnicas. Eso es algo casi adictivo para un bailarín.
El covid ha sido uno de los mayores retos, ¿cómo lo has enfrentado?
No ha habido un momento histórico más difícil ni de mayor incertidumbre para la comunidad cultural y creativa que el que vivimos. Hemos visto la necesidad de tener estructuras sólidas, de contar con ciertas garantías para tener la posibilidad de crear nuevos contenidos. En este momento se requiere de mucho valor y compromiso.
Para mí lo más difícil fue dejar ir planes, ideas y todos los sueños que tenía proyectados para seis o siete años. Como artista siempre estás viendo al futuro, pensando en el siguiente trabajo, en la siguiente producción; ahora veo una gran posibilidad de replantear muchas cosas de nuestro sector y reposicionarlo como lo que es: un motor fundamental para la regulación de la economía y también para el bienestar y la salud de la sociedad. Es más importante que nunca tener esas experiencias compartidas, esos espacios en los que puedas refugiarte como persona y cuestionarte y vivir… y hasta cierto punto recuperarte emocionalmente para enfrentar lo que está sucediendo.
En el sector cultural, como industria, no nos hemos rendido. Al contrario, hemos luchado más que nunca para convertirnos en una herramienta más que nos permita volver a la normalidad. A pesar de todo lo difícil que ha sido, hay gente que ha seguido creando, que ha mantenido a flote su visión y su sueño.
Al ver las condiciones tan limitantes lo más fácil es dejar de hacer las cosas, pero hoy más que nunca debemos poner todo nuestro esfuerzo por ser esa pieza importante para la sociedad y estar ahí cuando la gente más necesita una conexión humana. Ahora es el momento de convertirnos en lo que decimos ser: una herramienta de bienestar y de movilidad social.
Es un tema que debemos discutir, plantear y defender como industria cultural. Es un periodo difícil para todos, debemos asumir nuestra responsabilidad y hacer lo mejor para cumplir con nuestro papel.
Nuevos cambios
La noticia de que se va de Inglaterra ha causado mucho impacto en el ENB y en el mundo internacional de la danza, precisamente porque trabajar con Tamara Rojo es el sueño de cualquier bailarín, ella ha definido a toda una generación de bailarines en Inglaterra.
“Quienes hemos trabajado con ella, vamos a ver esos años como los mejores de nuestras carreras”, dice Isaac Hernánez.
Vuelves al San Francisco Ballet en un momento crucial para la compañía, con el nombramiento de Tamara Rojo como directora. ¿Cómo te sientes?
SFB fue la primera compañía que creyó en mi talento. Su actual director, Helgi Tomasson, me dio muchas oportunidades, me hizo bailarín solista cuando apenas tenía 21 años. Vuelvo el 1 de julio a la compañía, oficialmente regreso en su último año como director; Tamara empieza a finales de este año. Para mí es muy emotivo regresar con el director que me vio crecer y por otro lado me emociona mucho ser parte de un cambio histórico, trabajar con Tamara y aportar mi talento a este proyecto que va a revolucionar una institución como es el San Francisco Ballet.
Y vas a estar en la misma compañía que tu hermano Esteban y cerca de México.
Sí. Es muy emocionante verlo como bailarín principal. Ha tenido grandes años en la compañía y ahora seguiré aprendiendo de él. Otra gran motivación es estar más cerca de México y tratar de acercar el ballet y el arte a la comunidad mexicana y latina de California.
Por un México más creativo
El bailarín está enfocado en buscar maneras de crear nuevos puentes culturales: “Tengo un par de proyectos en puerta para ayudar a que haya movilidad entre los sectores creativos y culturales de México y Estados Unidos”, asegura.
Le interesa encontrar otras maneras de financiar proyectos culturales para que el arte se considere como algo esencial.“Me gusta la idea de que haya un movimiento más libre para los creadores mexicanos. Me encantaría que se generaran incentivos, una visa cultural, facilitar el proceso burocrático para que los creadores mexicanos tengan más libertad y más oportunidades. Buscaré este tipo de iniciativas y seguiré creando oportunidades para artistas mexicanos”
bgpa