Aunque el lienzo Los jugadores de cartas de Paul Cézanne fue uno de los cuadros más caros que han sido vendidos en la historia, en su tiempo el artista no tuvo tanto reconocimiento hasta su muerte que se convirtió en un personaje importante para entender el arte del siglo XX. Sus obras están compuestas de paisajes, personas y de bodegones, en estos últimos sobresalían la presencia de las manzanas. Pero ¿qué tenía de especial esa fruta para el pintor francés considerado el primer gran artista conceptual y padrino del cubismo?
Para entender un poco a Paul Cézanne (Aix-en-Provence, 1839-1906) se tiene que analizar su entorno porque, según biógrafos, el pintor vivió y murió incomprendido, debido a que su relación con los impresionistas no era buena. Cézanne los criticaba ya que, para él, el arte no pasaba por copiar sino expresar las emociones que la naturaleza motiva en el ser humano, develar la real esencia de la naturaleza.
Claves para entender la obra de Paul Cézzane
Los pintores Camile Pissarro y Claude Monet fueron pieza clave en su búsqueda y de necesidad de lograr algo nuevo que lo apartara del impresionismo. En particular, Pissarro le enseñó a pintar al aire libre, según coleccionistas y especialistas esta enseñanza será evidente en el colorido de los cuadros de Cézanne desde ese periodo. Mientras que Monet expresó sobre el pintor francés: “Qué mala fortuna que este hombre no haya contado con mejor apoyo en su experiencia. Es un artista auténtico, pero ha llegado tan lejos, que duda demasiado de sí mismo”
En su búsqueda, Cézanne haría un lado la principal motivación de los impresionistas, que era luz como lo muestra la superficie de los objetos. El pintor francés encontró en la geometría una forma para vislumbrar más allá de esa superficie y a través de las variaciones de color objetiva de los planos geométricos, con los cuales esperaba mostrar la estructura de los objetos dando una masa y solidez que aumentaría su realidad.
Cézanne y su conexión con las manzanas
De los patrones comunes en los cuadros de Cézanne como sus bañistas, montañas, jugadores de cartas, su esposa Hortensia, posiblemente ninguno es tan familiar, como las naturalezas muertas, especialmente sus manzanas: estas junto a jarros, botellas y manteles.
El propio Cézanne reconoció su preferencia hacia esta fruta en su frase de 1895 “asombrare a París con una manzana”. De acuerdo con especialistas en arte, Cézanne tuvo más reconocimiento en vida por sus lienzos de naturalezas muertas que por su retratos o paisaje, ya que eran considerados por la crítica como “distorsionados y primitivos”.
En los bodegones, Cézanne ilustró a los objetos como si pudieran rozarse y mezclarse, disolverse en la armonía del color y representar situaciones, de alguna manera como sustitución de la vida misma, algo que el pinto no era capaz de enfrentarse. Mientras que, en las frutas, que pintó, simulan tener el brillo de las frutas del paraíso.
En una ocasión Cézanne le dijo al poeta Gasquet “he renunciado a las flores. Se marchitan rápidamente. Las frutas son más fieles. Es como si quisieran pedirte perdón por perder color. Su idea se exhala con su perfume. Llegan a ti en todos sus aromas, te cuentan de los campos que abandonaron, de la lluvia que las nutrió, de la aurora que las contempló. Cuando con toques pulposos de pincel se reproduce la piel de un hermoso melocotón, la melancolía de una manzana vieja, se puede entrever en los reflejos que ellos intercambian la misma sombra tenue de renunciación, el mimo amor del sol, el mismo recuerdo del rocío”.
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