Según la tradición o leyenda fue entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531, a diez años de la conquista de México Tenochtitlan, cuando la Virgen de Guadalupe se apareció en el Cerro del Tepeyac en cuatro ocasiones a un indígena llamado Juan Diego.
A través de una amalgamación de tradiciones, ritos y conceptos mágico religiosos, el sincretismo mexicano en torno a la virgen morena le ha dado la vuelta al mundo y ha colocado a esta imagen quizá como una de las más poderosas al formar parte de una iconografía mariana que quedó ensombrecida ante el resplandor de la imagen femenina más impactante, una vestida de sol.
Héctor Palhares Meza, jefe de Curaduría del Museo Nacional de Arte (MUNAL), recientemente visitó la ciudad de Torreón y explicó en entrevista para MILENIO la construcción de este ícono que aún mueve y congrega a miles de millones de fieles que en la calle peregrinan para rendirle adoración, en tanto que en los recintos museísticos y en silencio, algunas personas aún la resimbolizan.
Para poder presentar en el Museo Arocena la exposición “Símbolo y reino. Tres grandes colecciones novohispanas”, se conjuntaron 60 obras maestras de tres colecciones provenientes del Museo Nacional de Arte (INBAL), del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec (NAH) y el Museo Soumaya, de la Fundación Carlos Slim, misma que cierra el recorrido con tres pinturas de la Vírgen de Guadalupe, entre las cuales destaca la Visión de San Juan en Patmos-Tenochtitlan de Francisco Antonio Vallejo.
"En la construcción de la iconografía de la imagen de la Virgen de Guadalupe sabemos que existió la intencionalidad religiosa, para difundir la doctrina de la fe, y también que sigue moviendo multitudes en la calle. Pero cuéntanos de los aspectos simbólicos, de quién es su hacedor y lo que representa hoy", expresóHéctor Palhares.
¿Por qué razón cierra Símbolo y Reino con la Virgen de Guadalupe?
"Porque indudablemente como ya reza el lugar común, que no es común, en este país podemos no ser católicos pero no hay forma de no ser guadalupanos. La presencia de la Virgen de Guadalupe en la historia, en la cultura, en el arte, en el pensamiento, claro, corresponde al modelo más importante, el más poderoso, del sincretismo religioso novohispano", agregó.
Es justamente la Virgen Morena del Tepeyac vestida de sol, en el resplandor de la virgen apocalíptica, que por supuesto si bien hay toda una serie de temas en la realidad de la coordenada de razón y de fe, no es el propósito de esta exposición, no es una catequética; se lee toda la multiplicidad de los grandes símbolos de la guadalupana, pero pensemos también en la importancia de que, por ejemplo, durante el siglo XIX se buscó identificar al autor de la imagen de la virgen, el célebre Marcos Cipac, un pintor mestizo, que todo ello lo plantea de una manera magistral Edmundo O´Gorman en el libro Destierro de Sombras.
Pero que más allá de si es una imagen como se le llama achiropiite (no realizada manualmente) es decir, no pintada por mano humana, una imagen celestial o una imagen elaborada por mano humana, va más allá; realmente la factura, la técnica palidecen ante el portento del simbolismo religioso que tiene la virgen, por eso el cómo pensamos en todo este discurso, del cómo hablar de tantos símbolos, destacamos símbolos en los núcleos pero en un solo cuadro hay más de 40 símbolos que se comparten y se platican entre ellos. Pero el cerrar con la Virgen de Guadalupe y con esta obra del Museo Soumaya (Visión de San Juan en Patmos-Tenochtitlan), donde aparece en efecto una visión apocalíptica europea, donde tradicionalmente se ve a la virgen pisando la cabeza de la bestia, y donde la obra de Francisco Antonio Vallejo la coloca a ella sobre una media luna, con un nopal y el águila mexicana.
Es esa manera de construir esa parte de la que nos quejamos mucho de México, y nos quejamos de su caos, de sus conflictos, y sí porque lo son también, también es cierto: su violencia, su crimen, su corrupción, claro, pero no nada más es México eso. Cuando entramos a ver una exposición así o vemos una pintura como esta, identificamos que esto también es México y no se nos olvida porque vemos la procesión o la fiesta antes de llegar a la iglesia, finalmente el júbilo, un franco acto de esperanza, el pensar en la Virgen de Guadalupe que sigue uniendo al malo, al bueno; al menos malo y menos bueno, pero finalmente que crea hoy día esa misma coordenada de identidad. Es cuando entendemos el valor del peso de los símbolos. Es justo la manera de mirarnos y no sentirnos alejados.
¿Cuál es el hilo conductor de las tres piezas, más allá de la imagen mariana?
"Es la posibilidad de crear, de manera metafórica, un espejo constelar, es decir, que ella es la virgen que ilumina a todas las demás. La vemos allá sumándose a la herencia apocalíptica occidental: la vemos aquí resignificando los ecos de Tonantzin, prehispánico, pero además junto a la virgen de Loreto, con la virgen del Carmen, irradiando resplandor en toda la iconografía mariana. Es la imagen femenina más impactante, de mayor arraigo a nivel internacional"
¿Se considera que la Virgen de Guadalupe tenga el mismo valor o esté al mismo nivel que Jesús?
"Están al mismo nivel o incluso a veces hasta más. Me atrevería a pensar que para nuestra propia sensibilidad, claro, los temas cristológicos los vemos en semana santa y la natividad y ya se vienen las fiestas decembrinas, claro, pero la imagen de la Virgen de Guadalupe no es para un día del año, es un día meramente simbólico el 12 de diciembre para atraer a las multitudes en agradecimiento, en procesión, pero está presente en el imaginario compartido desde hace muchos siglos. De su presencia es eso: lo que hizo por esta nación no lo hizo por ninguna otra y finalmente eso creo que se recuerda todos los días, de ahí su poder, su belleza y su irradiación luminosa".
Esta imagen en los museos se le hacen exposiciones especiales y resulta que la gente llega y hasta la adora.
"Ese es un tema importantísimo, la obra, lo decía al inicio de la visita, ya estando en un museo está descontextualizada, esto ya no está colgado en una capilla doméstica o en la iglesia de Tlatelolco o donde fue elaborada para que fuera adorada, pero aún así no abandona tampoco sus valores de lectura original. No viene aquí la gente a rezar, pero si lo hace se vale como ha pasado en las exposiciones guadalupanas porque se rebasa el hecho de estar en un ambiente museal para seguir siendo un elemento simbólico devocional que donde quiera que esté, tendrá el mismo aprecio y la misma fuerza", finalizó el curador del Museo Nacional del Arte.
ARG