Ya sea de azúcar, chocolate o amaranto, las calaveritas son parte importante de las ofrendas por el Día de Muertos. La familia de Delia Hernández lo sabe, por eso, desde hace más de 100 años, se dedica a elaborar estas figuras.
A sus 80 años, Delia y su esposo Rogelio, de 81, fabrican las tradicionales calaveritas de azúcar en una pequeña mesa de madera que tienen en su hogar, ubicado en colonia Unión, en Toluca, Estado de México.
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Delia heredó esta tradición de su abuela, quien le enseñó, cuando apenas tenía cinco años, a elaborar dulces de alfeñique —una pasta de azúcar cocida—.
Hacer una calaverita tarda entre tres y cuatro días, dependiendo el tamaño de la pieza y la decoración.
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"Primero se pone a hervir azúcar con agua y limón hasta que llegue a su punto de caramelo, se deja secar y con un palote la estiramos como una tortilla. Después se vierte en un molde de barro con forma de calavera y se deja secar un día" explica Delia.
Cuando la masa está seca, la pieza se desmolda y es momento de decorarla. Aquí es donde la creatividad de los artesanos sale a relucir, de la mano de la lentejuela, el papel china, la pintura vegetal y el betún.
"No hay parte fácil del proceso, todo tiene un método y un tiempo; es cansado y se necesita mucha paciencia", dice Rogelio mientras observa sus creaciones.
Cuando se casaron, Delia le enseñó a Rogelio a hacer las calaveritas y desde hace más de 60 años las trabajan juntos.
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Cada mes de abril, la pareja empieza a fabricar las cerca de 150 figuras que venden en noviembre. No sólo hacen calaveritas, también animales como puerquitos, caballos, borregos, que también son comunes en los altares de muertos.
"Si a alguien se le murió un familiar que le gustaban los caballos, pues pone un caballo en la ofrenda o una muñeca para que las niñas jueguen".
Delia y Rogelio son de las pocas familias que todavía hacen a mano la masa para los dulces de azúcar; la mayoría de los artesanos que participan en la Feria del Alfeñique, que se realiza cada año en Toluca, la compran.
"Han de ser como diez las familias que realmente saben hacer todo el proceso. La gente prefiere comprar las cosas ya hechas y revenderlas porque es mucho trabajo (...) Para mí es especial hacer las figuras, es la manera en como recuerdo y honro a mi madre y abuelita", dice Delia.
Dice que este año la venta de calaveritas no ha sido muy buena, pero confía en que conforme se acerque el Día de Muertos el interés por el alfeñique mejore.
A pesar de que sus hijos ayudan con la decoración de los dulces, no se dedican de lleno a esta labor.
"A mí ya no me queda mucha cuerda, por eso ya le dije a mis nietos que ya tienen que empezar a aprender, para que ellos continúen con la tradición", dice.
"No podemos dejar que ésta ni otra tradición se pierda, porque como mexicanos es lo único que tenemos y que nos representa".