La primera versión de Carmen, de Georges Bizet, “se basó en la novela de Prosper Mérimée y, de hecho, lo que se estrena son números musicales y escenas habladas”, dice Rennier Piñero, director de escena en el México Ópera Studio (MOS), centro que escenificará y se adentrará en esa línea, que va entre Bizet y Mérimée.
Con el paso del tiempo Carmen fue adquiriendo otra estructura operística, pero el MOS decidió alejarse de la versión estándar que suele contarse “y hemos recuperado un número de escenas habladas que nos parece y nos permite potencializar mejor la historia, nos permite potencializar también a los personajes que tenemos frente a nosotros, los humaniza un poco más y nos da cuenta de esos motores, esos conflictos personales que los movilizan”.
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Será del 23 al 25 de junio que el público podrá disfrutar de esta versión en la Gran sala del Teatro de la Ciudad, en Monterrey, Nuevo León. Se trata de una gran producción que congregará a la Orquesta Filarmónica del Desierto, el México Ópera Studio, la Compañía de Ópera de Saltillo, Flamencophilia, el Coro Representativo del Centro Cultural de la Rosa de los Vientos y el Coro de Niños de la Facultad de Música del Universidad Autónoma de Nuevo León.
“El público se encontrará con unos 150 artistas en escena más la orquesta, así que serán más de 200 artistas en total para contar esta historia”, agrega el director de escena.
¿Qué se redescubrió al profundizar en la historia? “Digamos que todos tienen un arquetipo de Carmen, don José o Zúñiga y resulta que cuando vamos a las fuentes literarias son personajes más complejos. Ha supuesto un proceso de contactar, buscar, remover archivos y un proceso de estudio diferente: nuestro elenco tiene que poder saltar como pez en el agua entre la palabra hablada y la palabra cantada. Ha sido una adaptación a esa nueva meta y poder contarla de esa manera”.
Historias impactantes
La programación de la temporada 22-23 del MOS estuvo dirigida en visibilizar títulos que hablaran sobre la violencia a la mujer y los feminicidios. El primero de ellos fue La misa de seis, obra que plantea un feminicidio en los años 40 en Ciudad de México; después se llevó a escena Anita, que lleva al público a la toma de Puebla en el siglo XIX. Carmen se une a la trilogía.
La historia de esta última presenta un personaje pasional, impulsivo y libre, un clásico inmortal que se ha revisitado pero del que no se debe olvidar que no solo es una historia romántica porque “hay un hecho lamentable”.
“Escogimos estos títulos porque el año pasado, en Nuevo León, hubo unos casos lamentables de este flagelo que nos conmociona a todos, así que consideramos necesario hablar de ello desde la ópera, obviamente para estimular una visión crítica, para visibilizar este flagelo, para abrir perspectivas en la escena sobre ello y creemos que la ópera no podía escaparse de eso”.
Cuando se revisita la literatura, se sabe que Carmen fue una niña que antes de los 14 años fue vendida por su propia madre en varias ocasiones. “Son personajes con una carga vital muy compleja que nos da un conjunto de aristas que enriquece el trabajo de los actores cantantes y que nos permite también a nosotros desromantizar ciertas partes de la historia”.
Por ello, “mientras esta sea nuestra realidad, es necesario seguir contando estas historias para abrir espacios de reflexión o de espejo”.
Ambiente escénico
El montaje se desarrolla en la última escenografía creada por Arturo Nava; el vestuario es de Carolina Venegas, “que nos llevará a los años 40, a la Andalucía posguerra civil y en medio de la Segunda Guerra Mundial. Escogimos esa temporalidad porque nos da ese terreno fértil para el teatro, donde los mecanismos que propone Carmen estaban absolutamente vigentes. El escenario es un espacio simbólico, coronado por un par de torres y que tomará diferentes significados”, concluye Rennier Piñero.
hc