Exiliada de la dictadura argentina y residente desde 1976 en España, escritora y profesora universitaria, Clara Obligado (Buenos Aires) se dio a la tarea de publicar un Atlas de literatura latinoamericana (Nórdica Libros, 2022) en el que ha prescindido de los santos patronos de las letras de la región, los ha dejado en sus altares para incluir nuevas lecturas, partiendo del hecho de que hay una imposibilidad de representarlo todo.
Durante años los Atlas no incluían mujeres y nadie decía nada, comenta, por lo que en este libro, nada menos que en la entrada “México”, la mayoría es femenina y ya solo con esa decisión se está exponiendo algo: “Que hace falta mirar la literatura desde otro ángulo”. De hecho, en Europa, dice, ha llegado el momento de ellas, opacadas por el boom.
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En su libro El vértigo de las listas, Umberto Eco dice que ya desde Homero se oscila entre una poética del “todo está aquí” y otra del “etcétera”. ¿Será acaso el primer dilema cuando se acomete una tarea como la suya, es decir, la de su Atlas de literatura latinoamericana?
“Todo está aquí” tiene muy poco que ver con mi trabajo, intenté hacer un libro no abarcativo, sino más bien una nueva propuesta de lectura. El subtítulo del Atlas ya lo indica, “Arquitectura inestable”, o sea, es una lista, de alguna manera, pero de autores y autoras que no son obvios y que están comentados por autores contemporáneos. Es una propuesta de lectura, de descubrimiento, una mirada que amplía un poco el horizonte, que busca sumar, proponer y mostrar más que catalogar.
Bien dice usted que no están algunas figuras relevantes, los emblemas del boom, por ejemplo, pero otros como Jorge Luis Borges, sin figurar como capítulo, están desde el principio. ¿Le resultó natural prescindir de los santos patronos de las letras de la región?
Me parece que algunos autores pertenecen ya al patrimonio universal, y que no tiene sentido incluirlos una y otra vez. Ocupan tanto el foco que no dejan que se vea nada más. Así que les pedí que se retiraran un poco, para ver mejor el paisaje. Pero, aunque no tengan una entrada particular, toda literatura es un sistema de citas, así que los autores ausentes están también presentes a su manera. No se habla del boom, por ejemplo, pero sí en algunas entradas de los efectos del boom. Está muy bien la pregunta: he prescindido de los santos y los he dejado en sus altares que ya ocupaban para incluir nuevas lecturas, muchas veces tan buenas como las de los que ya son famosos. Excluir es también señalar, y por supuesto, permite sumar.
Hay algunas viñetas que asoman en estas páginas que resultan luminosas no solo para el aficionado a la lectura, sino también para los profesionales. Datos como que Rodolfo Walsh escribió un libro non-fiction ocho años antes de A sangre fría de Capote, o que Silvina Ocampo aprendió español hasta su adolescencia. ¿Comparte esta sorpresa?
Sí, el Atlas me fue entusiasmando más y más a medida que me llegaban los textos de los autores invitados. Hubo mucho de descubrimiento, de sorpresa. Eso es lo que quería que sintiera el lector. Son textos que expresan entusiasmo y que están muy bien escritos, muchos son producto de años de investigación. Cuando nos asomamos a este Atlas creo que tenemos la sensación de que, aunque conozcamos la literatura latinoamericana, siempre hay cosas que nos faltan, que estas lecturas se pueden amplificar y son mutantes, es decir, con el tiempo muestran nuevos aspectos.
Siendo relevantes los autores incluidos, sí hay auténticos pesos completos en su Atlas: Bolaño, Cabrera Infante, Lezama Lima, Lispector, Mistral, Garcilaso, Monterroso… Cuénteme sobre la dificultad para conciliar una lista, para decirlo con Eco, de vértigo.
Fue difícil elegir, es cierto, pero además de la sorpresa busqué que el Atlas representara los distintos movimientos literarios del continente, al menos en líneas generales. Algunos autores son conocidos, es cierto, pero eran necesarios para el efecto final. Por ejemplo, no podemos entender la literatura actual sin Bolaño, hace falta releer a Mistral, y Garcilaso representa también la fuerte emigración en la que nos vemos sumidos. Hay razones por las cuales está incluido cada autor, pero pretendía que fuera el lector quien fuera descubriéndolas poco a poco. Tampoco buscaba yo que se sintiera que era una lista de autores exóticos, desconocidos por completo. Se trataba de hacer un panorama general de lo que se lee ahora, de lo que los autores que están escribiendo en este momento reconocen como influencia. Es decir, en este libro se lee el pasado, pero básicamente se lee un porvenir.
En la sección mexicana no pasa desapercibida la falta de equidad de género (dicho esto en broma): cuatro mujeres y solo Jorge Ibargüengoitia por los varones. A lo largo del volumen, de hecho, hay una notable irrupción femenina. ¿Así se concibió?
Me gusta que me lo pregunte. Es como una luz roja, un llamado de atención. ¿Qué efecto causa cuando la mayoría son mujeres? Sorprende, ¿verdad? Nadie nota lo contrario, cuando en una lista la mayoría son hombres. Durante años los Atlas no incluían a las mujeres, y nadie decía nada. De pronto, en este, y nada menos que en México, la mayoría de las representadas son mujeres. Solo con esa decisión ya se está diciendo algo: que hace falta mirar la literatura desde otro ángulo. Me gusta mucho la entrada de México, entiendo que es muy rompedora, crítica en muchos sentidos, pero es también refrescante. Me gusta la incorporación que hace Antonio Ortuño de Ibargüengoitia, un autor al que se olvida tantas veces. Las mujeres, en este caso, simplemente no han sido marginadas.
Obligado, ganadora de los premios Lumen por su novela La hija de Marx en 1996, y de novela breve Juan March Cencillo por Petrarca para viajeros en 2015, aclara que nunca tuvo una aspiración de obra “definitiva” y de ahí el subtítulo del Atlas, “Arquitectura inestable”, que bien puede verse, concede, como un modelo para armar.
Veo en este libro una inquietud que asoma con más frecuencia en estos tiempos, aunque no es nuevo: el acompañamiento de la ilustración.
Un Atlas es un libro donde lo visual es tan importante como lo escrito, el aporte gráfico es parte de su estructura. Las ilustraciones de Agustín Comotto son magníficas y también sintetizan un proceso de lectura, la interpretación icónica de una interpretación literaria. No es un libro ilustrado, es un libro en el que la ilustración es esencial. Es un relato sobre el relato.
“Arquitectura inestable”, como usted la llama, este libro pareciera un modelo para armar cuyas piezas pueden ser intercambiadas con otros autores en una sucesión infinita sin perder su rigor ni extensión. ¿No le parece?
Sí, estoy de acuerdo, esa es una buena lectura. No es, ni pretende ser un libro definitivo, es un libro inestable que varía según lo que queramos subrayar. No es una lista de prestigios inamovible, sino la interpretación de aquello que nos marca y nos influye a la hora de leer y de escribir. Es un libro proteico.
Habiendo diccionarios de escritores, antologías de literatura, guías de autores, ¿cómo toma la decisión de enfrentar esta tarea de edificar un conjunto de mapas con el riesgo que conllevan las omisiones?
Quien no asume riesgos no puede generar nada interesante, creo. No tenía sentido, como bien señalas, repetir lo que ya estaba, así que no tomé ese camino que era fácil y trillado. En cambio, la omisión sí que funciona como una manera de expresar algo. Los silencios, ¿verdad? Si yo silencio algo que es obvio, o que salta a la vista, solamente con este gesto ya estoy comentando algo importante. En todo caso, creo también que esas listas canónicas no lo son en absoluto, son la representación de una época, una ideología y una manera de leer, solo que se dan como absolutas, mientras que este Atlas exhibe directamente la imposibilidad de representarlo todo. Me pareció que este era un buen camino para refrescar los viejos templos.
¿Cómo se recibe hoy la literatura latinoamericana en Europa? Desaparecidos ya prácticamente todos los grandes autores del siglo XX, ¿existe hoy entre los europeos aquel entusiasmo?
Los europeos son un conjunto un poco amplio y difícil de definir, me imagino que habrá un poco de todo. En cuanto a los autores del boom, yo creo que algunos, como García Márquez, por ejemplo, se siguen leyendo bastante. Pero ha llegado el momento de las mujeres, opacadas por el boom, por ese boom del que Vargas Llosa se considera el último depositario. No hablo solo de las escritoras clásicas, sino también de las más jóvenes que tienen una voz potente y diversa. Socorro Venegas, Mónica Ojeda, Giovanna Rivero, Liliana Colanzi y Mariana Enríquez, por ejemplo, que cada vez ganan más seguidores. Sobre ellas está puesta la atención del público lector que busca nuevas voces y que se deja seducir por nuestras literaturas.
hc