“Creo en el cine de personajes”: Samuel Kishi

'Somos Mari Pepa'es otra vuelta de tuerca a los estigmas generacionales, esta vez con una banda sonora cargada de energía y desencanto punk.

'Somos Mari Pepa', de Samuel Kishi.
Editorial Milenio
Ciudad de México /

¿Cómo hablar del futuro sin caer en el cliché? El realizador tapatío Samuel Kishi echa mano del punk para contar una historia de adolescentes más allá del lugar común. Con evocaciones biográficas, articuladas por los cuatro acordes más básicos del rock, filmó Somos Mari Pepa, una película acerca de la desesperación, la soledad y el miedo a crecer.


Hay un cortometraje que precede a la película. ¿Por qué decidió trasladar la historia a un largometraje?

Con el cortometraje se quedaron fuera varias anécdotas. La mayoría del crew éramos ex alumnos de la carrera de Cine en la Universidad de Guadalajara y teníamos muchas ganas de hacer una película. En el medio es muy difícil que nos den la oportunidad de fotografiar, dirigir, de salir de las asistencias de producción. Todo fue evolucionando y así, de plantear un comentario sobre la relación del protagonista con su abuela, pasamos al tema de la adolescencia y la incertidumbre de crecer.


¿Qué tanto funcionaba evocar al punk?

La mayoría de las canciones punk se componen de cuatro acordes y, aunque en apariencia es muy sencillo, la explosión que desatan los gritos de una canción punk aporta congruencia.


¿Futuro, soledad, rock, no son temas cliché al hablar de jóvenes?

Todos los temas han sido tratados. Solo hay que encontrar una mirada personal, pasar todo ese cliché por el protagonista y dedicarse a observar. Creo en el cine de personajes. La particularidad está en la mirada, en cómo se cuentan los personajes y cómo te enamoras de ellos. Por ejemplo, partí de contar lo que veía en mi barrio y busqué la manera más honesta posible de expresarlo. Hablar de la adolescencia fue una necesidad. Si el tema que quieres contar no te hierve la sangre, no sirve.


¿Cómo empató el discurso visual con el social?

Quisimos ser elocuentes con lo que se tenía qué sentir. Hay momentos en que la cámara es muy caótica, especialmente cuando los chicos están más unidos e inmersos en el desmadre del punk. Conforme avanza la película, la cámara en mano entra a planos más anclados o más fijos, como si pasáramos a otra etapa de la vida. Aunque hubiéramos tenido millones de pesos, la estética habría sido la misma. Incluir el material de archivo en la película era muy importante porque aportó distancia y perspectiva.

Ceñirse a perspectivas individuales y no colectivas ¿fue para evitar el discurso sociológico?

Si bien la película no es panfletaria, sí es una película social, pues habla de cómo los jóvenes se ven reflejados en el papel de los adultos y se dan cuenta de que no hay mucho futuro. Las posibilidades que la sociedad y el sistema dan a la juventud son escasas.


Cuando piensa en el cine punk, no tanto por la música sino por la actitud, ¿qué directores le vienen a la mente?

Pienso en Lukas Moodysson y su película Somos lo mejor; en Jarmusch y Stranger than Paradise; en Rodrigo D: no futuro de Víctor Gaviria. Jem Cohen tiene la filosofía del “Do It Yourself”: revela su material en cubetas, se volvió cronista de la escena y documentó a grupos como Fugazi. Su cine es muy vital.


¿Y algún mexicano?

Hay algo que me gusta mucho de la energía de Gerardo Naranjo. Algunas no son tan redondas, pero me sorprende la onda poderosa de lanzarse al abismo.