Cristina Pacheco fue quizás el puente más sólido levantado por el periodismo mexicano entre lo culto y lo popular. Su muerte, a los 82 años, a días apenas de que anunciara que se retiraba de sus espacios icónicos en Canal Once y La Jornada, desató el pesar de seguidores en ambos sectores socioculturales.
Desde la joven pianista María Hanneman, con quien platicó en plena pandemia en su programa vía Zoom de octubre de 2021 Conversando con Cristina Pacheco, hasta el taquero de la esquina, las condolencias por la muerte de la periodista y narradora y, sobre todo, los agradecimientos no esperaron.
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A este reportero la muerte de la autora de Mar de historias le sorprendió en una fonda en el sur de la capital, donde la noticia fue recibida con pesar por los parroquianos, ya al tanto de su retiro todos ellos.
Era popular. Uno de los rostros más queridos de la televisión pública, con dos programas que abonaron al perfil social y cultural de Canal Once: desde 1978 Aquí nos tocó vivir, y desde 1997 Conversando con Cristina Pacheco, en cuya última emisión el pasado 1 de diciembre, acompañada por la Orquesta Basura, la periodista anunció que por problemas graves de salud al menos por el momento se retiraba.
Dos días después, el 3 de diciembre, también dejaba “temporalmente” Mar de historias, la columna dominical que mantuvo durante 34 años en la contraportada de La Jornada, con un texto titulado: “Ha sido maravilloso”, en el que agradecía a lectores y dirección del diario su apoyo. Explicaba que la razón era su “precario estado de salud”. Ella, Cristina Pacheco, ya era la protagonista de su Mar de historias.
Era culta. Cristina Romo Hernández (Guanajuato, 1941) estudió Letras Hispánicas en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y publicó casi una 30 de libros de narrativa, periodismo e infantiles.
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Aunque primero escribió bajo un seudónimo masculino, Juan Ángel Real, tras conocer, gracias a Carlos Monsiváis, a quien sería su esposo y padre de sus dos hijas, el poeta, ensayista y narrador José Emilio Pacheco, premio Cervantes 2009, adoptó el apellido de éste y empezó a firmar como Cristina Pacheco.
Por sus conversaciones pasaron artistas e intelectuales de todos los ámbitos, corrientes ideológicas y procedencias, desde Héctor Aguilar Camín hasta el Mariachi Vargas de Tecatitlán; desde Lyn May hasta Jazzamoart, Graciela Iturbide o Leyva.
En sus programas de Aquí nos tocó vivir se enfrascó en una guerra perpetua contra la realidad, si pensamos que las batallas del periodismo son contra la realidad, contra lo cotidiano, contra aquello que se mira todos los días sin encontrar ya lo extraordinario. Cristina Pacheco devolvía en sus reportajes lo extraordinario del artesano, del ambulante, de los oficios menos populares, incluso de los pepenadores, como en su soberbio trabajo de 1996 en el tiradero de basura de San Mateo Nopala, estado de México.
El enfoque en sus programas de televisión y de su columna dominical eran las personas. Punto y aparte.
La Unesco inscribió la serie, que ese año ya llevaba más de mil 500 programas, en su registro de Memoria del Mundo en 2010.
“La serie de televisión Aquí nos tocó a vivir es una memoria de la vida de la ciudad de México y de otras regiones del país. Tejedora de historias que nos revelan los distintos rostros de México, Cristina Pacheco ha dado voz en este programa durante 31 años, a aquellos personajes cotidianos que por lo general han permanecido en silencio —gente sencilla que con su trabajo construye no sólo su destino, sino el de nuestro país– y que comparte con los espectadores sus sueños y recuerdos. La serie, a lo largo de más de mil 500 programas, realizada por un pequeño equipo de producción, constituye un registro único de los cambios sociales y las transformaciones en el entorno físico y el medio ambiente en México, pero siempre desde la perspectiva de sus pobladores más pobres y desprotegidos”, se explica en el sitio memoriadelmundo.org.mx sobre las razones del reconocimiento a la iniciativa social.
Sus programas de televisión, de alrededor de media hora de duración, eran peligrosos para quien llevara prisa. Enganchaban. Sin importar el personaje con el que conversaba o el lugar donde se desarrollaban sus reportajes, verlos pocos minutos eran suficientes para no despegarse de la pantalla.
El trato personal de Cristina Pacheco era cordial, incluso con desconocidos. Cuando llegaba los sábados a la redacción de La Jornada para entregar su columna antes que nada saludaba, y conversaba.
La tarde de este jueves 21 de diciembre, su hija Laura Emilia Pacheco dio la noticia del deceso en su cuenta de Facebook. “Con hondo dolor mi hermana Cecilia y yo participamos el fallecimiento de nuestra adorada madre Cristina Pacheco”, escribió en la red la también crítica literaria y editora.
Las despedidas a Cristina Pacheco
La UNAM, en cuya Revista de la Universidad colaboró; la Unesco, que reconoció su labor periodística; Canal Once, que acogió su periodismo social y cultural, su periodismo total; instituciones como el Inbal, el Imer, Radio UNAM y TVUNAM, Fondo de Cultura Económica, escuelas de periodismo como la Carlos Septién; la precandidata presidencial Claudia Sheinbaum; la gobernadora mexiquense Delfina Gómez; secretarios de Estado como Rosa Icela Rodríguez, quien compartió páginas como reportera en La Jornada con Pacheco; el partido Morena, políticos como Alejandro Encinas, medios de comunicación, personajes de todos los ámbitos de la cultura, artes y periodismo, expresaron sus condolencias por el deceso de una profesional del periodismo y las letras que no ignoró nunca a nadie.
“Cristina Pacheco fue una presencia imprescindible en la cultura mexicana. Testigo excepcional de la ciudad y generosa entrevistadora, nos acostumbró a la inteligencia que siempre acompañó de una sonrisa. Nos vas a hacer mucha falta. Un abrazo a sus hijas Cecilia y Laura Emilia”, escribió en X Juan Villoro.
“Qué día tan triste para el periodismo mexicano”, tuiteó su colega Mauricio Montiel Figueras.
“Perdemos a una de las grandes figuras de la literatura y del periodismo en México e Hispanoamérica. Una escritora absolutamente disciplinada, respetuosa de su público, de su oficio, con una escritura absolutamente limpia, que alcanza extraordinarios niveles en muchos momentos. ¿Y qué decir de sus entrevistas? Una entrevistadora respetuosa de sus interlocutores, que sabía escuchar, preguntar, que indagaba profundamente sobre cada uno de ellos, y también en mi caso una amiga cercana y queridísima, una amistad que comenzó con José Emilio y continuamos con ella durante muchos años. Fue una profesional que se forjó en lo que entonces era un mundo de hombres, un mundo rudo, en el que las mujeres estaban sometidas a muchas exigencias, y ella, como otras periodistas de su generación, supo superar, para erigirse en lo que finalmente fue: una periodista ejemplar”, dijo sobre el deceso de su amiga José Luis Martínez S., director de Laberinto.
MGR