Hace unos días, fue aprobada en el Senado la Ley General de Comunicación Social, que permite, entre otras cosas, que la Secretaría de Gobernación regule y administre el gasto en publicidad gubernamental.
Oranizaciones como Artículo 19 han criticado la aprobación y en Twitter surgió el hashtag #LeyChayote, por lo que nos preguntamos qué relación tiene este fruto mexicano con el periodismo.
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El origen de la palabra chayote está en el náhuatl chayutli, como anota el Gran Diccionario Náhuatl de la UNAM. Ningún diccionario actual dispone de una definición como la entendemos en el contexto periodístico.
El DRAE dice que se trata de un fruto comestible de "superficie rugosa con algunos pelos punzantes" que se come cocido. El Diccionario del Español de México (DEM) brinda dos definiciones; la primera es similar a la de la Academia Española:
"Fruto de esta planta, de forma parecida a la de la pera, de 10 a 12 cm de largo, [...] de color verde oscuro o claro, blanco o amarillento. Se come cocido y su sabor es ligeramente dulce". La segunda, cuyo uso está acotado como grosero, dice que puede referirse al "órgano sexual femenino o vulva".
Definiciones más antiguas tampoco varían sus acepciones: Francisco Xavier Clavijero —autor de la Historia antigua de México— describió al chayote como un fruto "verde, redondo, y erizado muy común en México", mientras que en el siglo XVI el lexicógrafo Alonso de Molina anotó que es una "calabacilla chica y espinosa".
"Allá, semioculto por la trepadora herbácea, un funcionario de la Presidencia entregaba el chayote"
¿A qué se debe el uso que se le da ahora?
Para entender el origen del adjetivo chayotero hay que explicar qué es un embute. Según el DEM, se trata de un "soborno que una oficina de gobierno da a un periodista para inducirlo a informar según su conveniencia". Un libro sobre estudios de comunicación y medios de la Universidad Rey Juan Carlos agrega que el embute también implica "callar información que incomoda a las autoridades".
Embute cedió su popularidad a chayote en la era presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, según acota Julio Scherer en el libro Los Presidentes:
"Mientras el entonces presidente de la República pronunciaba un día de 1966 el discurso inaugural de un sistema de riego en el estado de Tlaxcala, entre los reporteros corría la voz: '¿Ves aquel chayote? Están echándole agua. Ve allá'"
"Allá, semioculto por la trepadora herbácea —sigue el relato de Scherer—, un funcionario de la Presidencia entregaba el chayote, nombre con el que desde entonces se conoce al embute en las oficinas de prensa".
En su Manual para el nuevo periodismo, Raymundo Riva Palacio sentencia que el chayote es "la forma más baja de corrupción y la violación más primitiva de la ética profesional, como también es la más extendida y soslayada por todos".
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