Janis Lyn Joplin nació en la ciudad de Port Arthur, Texas, el 19 de enero de 1943, y quizá fue la primera mujer blanca que asumió el blues como un lenguaje propio: el lenguaje de la soledad, la tristeza, la desolación. Hoy que cumpliría 74 años, recordemos a la inmortal 'Bruja cósmica'.
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La historia de Janis es una travesía que, a pesar de haber durado sólo 27 años —el número cabalístico entre los muertos célebres—, estuvo lleno de marcados altibajos.
Por un lado, su infancia y juventud temprana estuvo marcada por el rechazo: de niña sufrió de un acné severo y era obesa, y durante sus años escolares esa idea de la propia fealdad la persiguió en forma de apodos, acoso escolar y aislamento del resto de sus compañeros; por otro lado, y quizá en el afán de contrarrestar esa amarga sensación, se convirtió en una suerte de vocera de la liberación de la mujer, y no desde la búsqueda de derechos civiles, sino más bien desde la apropiación del propio cuerpo, de la sexualidad y de la expresión libre, en forma de canción, de los sentimientos femeninos más profundos y desgarradores.
Janis, según ella misma decía, era una superestrella, una mujer deseada y admirada, capaz de "hacer el amor con miles de personas en un concierto", pero que por las noches sentía el peso de la terrible soledad en la oscuridad de su cuarto de hotel.
El despegue hacia la fama de Janis fue durante su memorable presentación con su banda Big Brother and the Holding Company, durante el Monterey Pop Festival, el domingo 18 de junio de 1967. Su pasmosa y estremecedora interpretación de "Ball and Chain" dejó literalmente sin habla a más de uno. De hecho, en el video que aparece en el documental del festival —el mismo que aparece al final de esta nota—, es posible ver a Cass Elliot, la robusta cantante de The Mamas & Papas, boquiabierta ante el despliegue escénico de la Joplin: su voz rasposa e increíblemente versátil, sus gritos desgarradores, sus espasmos —a la vez provocativos y violentos— y el tremendo blues que distinguió siempre a la bruja, le ganaron desde ese momento un lugar en la historia del rock. Y del mundo.
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Hace algunos años, escribí en un artículo sobre la sempiterna Janis: "Más allá de la fascinación que nos puede causar su vida y su muerte, su poderosísima voz provenía de las ardientes cavernas del alma humana, y más que desnudar el cuerpo, despojaba de su caparazón su espíritu adolorido. Su imagen ha sido ensalzada —aunque quizá no lo suficiente— en el contexto del feminismo; las mujeres que hoy alardean sobre el libre ejercicio de su sexualidad, y portan piercings y tatuajes como signos de la apropiación de la propia piel, le deben a Janis gran parte de este lenguaje, aun cuando no la hayan escuchado nunca". Y hoy, muchos años después de haberlo escrito, suscribo cada palabra.
La gran bruja, la enorme Janis, vio la muerte de frente el 4 de octubre de 1970 en su cuarto en el Hollywood's Landmark Hotel. La causa de su muerte, o eso fue lo que se dijo, fue una sobredosis accidental de heroína. Aunque quizás —y sólo quizás— la verdadera causa haya sido el perpetuo descontento que la asoló desde niña y que permeaba en cada una de las notas que brotaban de su garganta cauterizada por el alcohol…
FM