Muros somos: Los nuevos muralistas mexicanos (La Cifra, 2017) es un recorrido acerca de creadores urbanos que buscan borrar el gris de los laberintos de la calle, para dotarlos con distintos colores y matices: alegría, vida, arte.
A través de 20 entrevistas, Cynthia Arvide, periodista cultural, da a conocer la trayectoria, influencias y retos de artistas como Saner, Paola Delfín, Germen, Alegría del Prado, entre otros, para trasformar las paredes en lienzos.
Es de los pocos libros en México dedicados a explorar el arte urbano. Acompañado de retratos del fotógrafo Federico Gama, autor de la serie Cholos a la Neza, es un diálogo sobre la nueva generación que busca conquistar nuestros muros y el de muchos países más.
¿A qué se debe el poco interés editorial sobre temas de artistas urbanos?
Hay un gran interés del público, es el movimiento más importante de nuestra época, que no está vivo solo en México sino en muchos lugares de Latinoamérica, Europa y Asia; a donde tú vayas seguro hay un festival de arte urbano. Sin embargo, para el enfoque de negocios de una editorial estas publicaciones no son redituables. Hacer un libro de arte es muy costoso: el papel, la impresión de alta calidad. Es un volado.
Vivimos en un boom del arte urbano, ¿bajo qué criterio hiciste tu selección de 20 artistas?
Es imposible abarcar toda la enciclopedia de arte urbano en México, va cambiando a diario. Muchos artistas mexicanos son reconocidos en el extranjero, pero en nuestro territorio poco se sabe sobre ellos. Quise contar sus vidas, su contexto, su obra. Los testimonios que presento son de muralistas que han tomado la calle para conectarse con la gente, de artistas exitosos que han pintado en muchas ciudades del mundo. Encontré que la mayoría tiene mucho en común: nacieron en la época analógica y de adolescentes tuvieron acceso a Internet; influidos por los cómics y los videojuegos, aprovecharon la posibilidad de ver el arte que se estaba haciendo en distintos países.
¿Qué aporta este libro al debate sobre si las expresiones urbanas son muralismo o grafiti?
Ese debate es viejo. Ya no debería de existir. El grafiti es un movimiento que tuvo su origen en Estados Unidos y se fue exportando al mundo, pero su fin nunca fue hacer arte o algo estético, era comunicar: “estoy aquí”. Abrió la posibilidad de realizar arte en la calle, pero el muralismo tiene otra noción: contar una historia, conectar con la gente a través de un mensaje. El libro contribuye a diferenciar cada técnica. No porque alguien esté con una lata de spray en la calle, inmediatamente es grafiti. Se ha visto mal a la lata de spray, pero puedes hacer un montón de cosas, desde rayar tu pared hasta crear arte. Hacer un mural no es ilegal, los recursos y el tiempo que implica no te permiten hacerlo en una noche. Necesitas grúas, permisos, recursos, son trabajos que requieren, cuando menos, cinco días, y eso que son rapidísimos, porque en otras épocas se hubieran tomado hasta 4 meses para hacer murales de 300 metros cuadrados.
¿No es pretencioso llamarlos los ‘nuevos muralistas’, como si fueran herederos de Rivera, Orozco o Siqueiros?
No vienen a remplazar a esos artistas, no confundamos. El muralismo mexicano de Rivera, de Orozco, tuvo un lugar brillante en la historia del arte, pero se acabó. Hoy es otro movimiento, tiene otro fin. No los podemos llamar de otra forma: hacen mural. En muchos otros países también se le llama “nuevo muralismo”. Sé que en nuestro país la palabra muralismo tiene una importante carga histórica, pero es el término que describe esta técnica. Es importante que se dé a conocer que es un nuevo movimiento, una nueva generación.
¿Hay alguna línea en común entre los nuevos muralistas?
Les interesa rescatar nociones de lo que para ellos representa ser mexicano, a través del color, texturas, símbolos y formas. Pero es difícil englobar porque hay otros artistas con otros intereses, como Jesús Benítez que hace naturalismo fantástico combinado con rasgos de ciencia ficción. Algunos son más obvios en este rasgo en común, otros más sigilosos, pero está presente una permanente búsqueda de plasmar qué nos une culturalmente. Es una mezcla de muchas artes que disfrutamos antes, del muralismo del siglo XX pero también de mucho arte pop.
¿A qué se debe que muchos de estos proyectos sean promocionados por el gobierno?
El muralismo es una buena forma de apropiarse de los espacios públicos, la cultura y el arte siempre llevan a un resultado positivo, salir de lo gris. Le da a la gente una razón para voltear a ver su entorno y cuidarlo. En el proyecto “Por la Roma”, una vecina me decía que la esquina de su casa era un lugar inseguro, invitó a varios artistas urbanos a realizar un mural y la obra modificó el contexto. Otro ejemplo es el “Macromural de Pachuca”, lo vendieron como parte de un programa de reducción a la inseguridad, desde ahí se desprendió el proyecto, justificando llevar color a uno de los barrios más inseguros y marginados.
El mural tiene un gran impacto ¿deber haber alguna responsabilidad del artista por lo que pintan?
Debe de haber y la hay. Muchos de ellos están conscientes del impacto que genera su obra. De que no pueden llegar a pintar a la calle como si estuvieran en su estudio. Que no solo es un lienzo en una pared, sino que estás imponiendo tu visión del mundo en un lugar que permea directamente a los habitantes. En el proceso creativo de realizar el mural, los artistas interactúan todo el tiempo con los vecinos. No pueden ignorar esa responsabilidad, el contexto de dónde y para quién pintan. El muralismo es un arte que no puede ser egoísta, por naturaleza se vuelve colectivo.