David Miklos: La reescritura como proceso creativo

El autor reinventa en Residuos los fantasmas y obsesiones surgidos en tres novelas anteriores.

El escritor nacido en EU. Ángel Valenzuela
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

En febrero de 2005 apareció la novela La piel muerta, la primera de una trilogía que se completaría con La gente extraña al año siguiente y con La hermana falsa en 2008. Doce años después, David Miklos reconoce que se encuentra en una etapa muy diferente de su vida, en especial porque la búsqueda de su origen, de su madre biológica, concluyó; de ahí su interés por reencontrarse con esa obra.

“Nunca me había metido de lleno a la reescritura, pero desde la última novela me quedé con la sensación de que necesitaba escribir esos tres libros de otra manera, porque hablan de lo mismo, de esa búsqueda del origen, y estaba convencido de que debían aparecer juntos”.

Eso lo logra con Residuos (y un apéndice sobre la reescritura de una trilogía), publicado por Dharma Books: un volumen en el que los fantasmas y las obsesiones permanecen, si bien hacia 2010 alcanzó a darse de frente con esa persona real a la que perseguía en su literatura. Al mismo tiempo hay una serie de encuentros y desencuentros con la lengua: nacido en Estados Unidos, eligió al español para la escritura, lo que terminó por darle un sentido diferente a su literatura.

“El juego era ver qué queda después de todo eso, de ese regreso a la obra originaria y pensé en todas las variaciones de Residuos. Originalmente, el proyecto lo pensé en inglés, porque siempre mantuve una relación muy cercana con la lengua: quizá queda esa intención, entre estos residuos, la idea del inglés como una lengua posible”.

Ahora, aquella trilogía del origen se llama Residuos, dividida en tres partes: Detritus, Cenizas y Cáscara, como un libro nuevo que fue redescubierto desde la primera hasta la última página, dice David Miklos. 

El cambio está en los significados

En lo esencial, la trilogía en su edición como Residuos es lo mismo: cambian la forma y el ritmo muy poco, si bien hay una renovación del campo semántico: entender cómo se mueve el tiempo en él, como autor, y en la escritura misma. “Es un proyecto orgánico que terminó de encontrarse, como si fueran tres plantas que habían germinado de manera independiente”, a decir de quien en la actualidad es profesor asociado y coordinador del Seminario de Historia y Ficción del CIDE.

LAS MÁS VISTAS