Del Paso y Arreola: una amistad llena de palabras

Escritores

En 2003, el FCE publicóMemoria y olvido de Juan José Arreola, que recoge charlas con Del Paso, quien hizo un “zurcido invisible” para dar voz a su maestro y amigo.

'Memoria y olvido de Juan José Arreola' se presentó en la FIL en 2003. (Especial)
Ciudad de México /

Esta entrevista fue realizada en el marco de la FIL de Guadalajara en 2003, donde se presentó Memoria y olvido de Juan José Arreola, obra que recoge una larga serie de conversaciones con Fernando del Paso, quien realizó una labor de “zurcido invisible” para dar la palabra a su maestro y amigo.


A fines de los cincuenta, Fernando del Paso no conocía prácticamente a nadie del ambiente literario de México, pero el destino puso en sus manos una revista donde venía el cuento “El guardagujas”, de Juan José Arreola (1918-2001). La narración le causó una gran impresión porque había comenzado a escribir. De hecho, su primera novela, José Trigo (1966), estaría muy relacionada con los trenes.

“Era una coincidencia nada más, pero el cuento me había gustado muchísimo”, dice en entrevista telefónica desde su casa en Guadalajara el autor de Memoria y olvido de Juan José Arreola (Fondo de Cultura Económica, 2003), libro que presenta en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

“Después me enteré de las becas del Centro Mexicano de Escritores e hice una solicitud enviando nueve sonetos para cuya hechura El rayo que no cesa, de Miguel Hernández, había sido un detonador, de hecho un detonador de toda mi vocación literaria”. 

Aunque no le otorgaron la beca, lo llamaron por teléfono para decirle que querían conocerlo y lo invitaron a asistir al taller que impartía Juan José Arreola. Se inscribió y descubrió que “sus talleres eran fantásticos por esa memoria prodigiosa, su don de la palabra y un lenguaje corporal muy expresivo. Las clases eran maravillosas y uno aprendía mucho. Me di cuenta —como muchos otros— que era un lástima que se desperdiciaran tantas cosas bellas y fantásticas que decía, que se fueran en el aire y se perdieran”. 

Surgió entonces el proyecto de grabar al autor de Confabulario, pero en aquellos años, señala Del Paso, “las grabadoras eran unos aparatos extremadamente pesados, así que tuve que llevarlo a un estudio donde se perdía la espontaneidad (aunque de todos modos era fantástico). Pero había que hacer una cita y pagar un estudio, lo que era muy complicado”. 

Cuando regresó de Europa, después de radicar 14 años en Londres y ocho en París, se fue a vivir a Guadalajara. Supo que Arreola vivía también en esa ciudad, por lo que le propuso al entonces presidente de Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, realizar la serie Vidas contadas. La idea era que personajes del arte como Gabriel Figueroa, Manuel Álvarez Bravo y el propio Arreola, que no iban a escribir su autobiografía, pudieran contársela a un escritor conocido. 

Aunque el proyecto era fascinante, el único trabajo fue el realizado por Del Paso, lo que permite al lector acercarse a momentos fundamentales de un escritor entrañable. 

“La idea era que las entrevistas no aparecieran como tales, así que en lugar de publicar una entrevista de 200 preguntas y 200 respuestas, yo me eclipso del libro y es como si Arreola contara toda su vida”. 

Fue como editar una película 

Del Paso dice que se grabaron alrededor de 60 horas, aunque advierte que las cifras son como las bolas de nieve, pues ahora se llega a decir que fueron como 300 horas. Asegura que la edición fue de mucho trabajo y precisión. 

“Fue como editar una película: se corta de aquí, se corta de allá, se pega por aquí, se pega por allá. A veces su conversación era muy desordenada, repetitiva o se volvía a temas que se habían tocado unos días o unas semanas antes. Hubo que cortar y recortar”.

Antes de iniciar las conversaciones que darían vida al libro hicieron un convenio, pues quería Arreola reservarse ciertas cosas de carácter sentimental, así que le dijo: “Yo te quiero contar desde el primer recuerdo que tengo de mi vida, del borrego negro, hasta 1947, cuando regreso de París y entro al Fondo de Cultura Económica a trabajar”. 

En la obra se alternan las evocaciones de Arreola sobre sus primeros años con las impresiones de su viaje a París. Esto obedeció, dice Del Paso, a que “la estancia en París era tan interesante y además ocupaba una gran parte del libro, que decidí editarlo en contrapunto con los recuerdos de su infancia, sus pensamientos, etcétera”. 

Hacer a Arreola hablar era de lo más sencillo, no así detener el torrente de palabras de un conversador infatigable. Las charlas con Del Paso no fueron la excepción. 

“Lo difícil era contenerlo. Alguien me dijo: Qué bien que hizo hablar a Arreola, y yo le respondí: No, mi mérito fue contenerlo. Era muy difícil porque a veces sin concentrarse en un tema saltaba a otro que, por lo pronto, parecía mucho más interesante que el anterior. Entonces había que dejarlo hablar y más bien estimularlo a que siguiera por el mismo camino”. 

El autor de Noticias del imperio también se enfrentó por primera vez con el problema de descubrir que el lenguaje coloquial “por muy rico que sea en ideas e imaginación, pues resulta pobre en muchos aspectos: en sintaxis, en frases repetitivas, en rimas no deseadas, dudas, frases que se quedan a medio camino, etcétera. Todo eso tuve que corregirlo pero, como advierto en el epílogo, sin literalizarlo; es decir, que pareciera simplemente la voz de Arreola hablando con toda naturalidad, contando sus recuerdos. Esa también fue una labor delicada y, a veces, un poco de zurcido invisible”. 

El mérito inmediato de la obra es de Juan José Arreola, pero el resultado final tiene que ver también con el trabajo de su interlocutor e instigador, quien le dio forma a este testimonio. “Yo lo advierto en la primera línea del epílogo: ‘Este libro es la vida y la palabra de Arreola’, y eso es. Pero no es ni toda la vida ni toda la palabra de Arreola; a veces yo le ponía palabras en los labios, como suele suceder en una conversación, pero no voy a decir cuáles”. 

Arreola no me dictó su vida 

No faltan aquellos malintencionados que han dicho que Arreola le dictó su vida a Fernando del Paso. Pero, advierte el autor de Palinuro de México: “Yo no soy mecanógrafo ni taquígrafo; para tomar un dictado basta un taquígrafo. Todo esto es resultado de diálogos y conversaciones, y de cosas que a mí se me ocurrían también. Después fue esa labor, ardua no pero sí muy paciente de ir corrigiendo todo el lenguaje. Pero bueno, es la vida y la palabra de Arreola”. 

En todas estas horas de convivencia muchas fueron las lecciones del amigo que no dejaba de ser maestro. “Gracias a su memoria prodigiosa, aprendí de literatura, de cine, de poesía, de todo un poco. Y lo que decía hace rato, que el lenguaje coloquial que se transmite se empobrece terriblemente y hay que trabajarlo mucho. Pero fue una experiencia que quizá no repita; yo me limité a hacer este libro que, por cierto, fue el único de la serie”. 

Juan José Arreola. (Archivo)

Arreola, hombre que rezumaba vitalidad, enfermó gravemente y murió en diciembre del 2001. Del Paso se negó a verlo en los últimos siete meses. 

“Se estaba consumiendo en vida y yo quería guardar de él un recuerdo agradable. Primero fui su discípulo y, muchos años después, cuando la diferencia de edades ya no es tan fuerte como cuando uno es joven, me hizo amigo. A pesar de que lo vi muy pocas veces porque yo vivía en Europa, lo tuve 15 días para mí solito en París y ahí nos hicimos más amigos. Esto se acentuó cuando nos reuníamos para que me contara su vida”.

ASS

  • Xavier Quirarte
  • xavierquirartenuevo@gmail.com
  • Es autor de Ensayos de jazz y literatura (Editorial Doble A), es coautor de Por amor al sax y John Coltrane. Periodista especializado en jazz, rock y música contemporánea, sus textos han aparecido en los periódicos El Nacional, La Crónica y Milenio, y en revistas como Casa del Tiempo, Rock y Pop, Sólo Jazz & Blues, Círculo Mixup, La Mosca en la Pared, Cine Premier, Dos Filos, Sacbé y otras

LAS MÁS VISTAS