La chilena Diamela Eltit (Santiago, 1949) recibe con sorpresa el anuncio que ha ganado el premio Carlos Fuentes 2020, apenas la segunda mujer en una década y justo en el aniversario 132 del natalicio de su compatriota Gabriela Mistral, la única premio Nobel de Literatura latinoamericana desde 1945.
Narradora, ensayista, feminista y activista de izquierda contra la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), plantea en ese sentido la necesidad de “desbiologizar” y democratizar más abiertamente el mundo de la literatura y los premios literarios, verlos “más allá de los genitales” de sus protagonistas.
“No pienso que por ser mujer la obra es más rotunda, pero tampoco por ser hombre; hay que ver esa obra sin contenidos de orden genital”, apunta la flamante Premio Internacional Carlos Fuentes de Creación Literaria 2020, que otorgan el gobierno de México, a través de la Secretaría de Cultura, y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), vía la Coordinación de Difusión Cultural.
Generar relevos
Siempre política y politizada, aunque sin jamás militar en partido alguno, Eltit considera que en este momento “la democracia está muy asediada en toda América Latina y es bastante incompleta”. Sobre las izquierdas del continente, algunas de ellas encabezadas o que fueron encabezadas por gobiernos de mujeres, como Michelle Bachelet en dos ocasiones en Chile, critica que no genere relevos en el poder.
“En cuanto a las izquierdas, la pregunta más urgente que yo me hago es por qué seguir eternamente en el poder, como no generan relevos, vuelven y vuelven y vuelven a presentarse. Eso deteriora evidentemente los sistemas porque esa permanencia ilimitada, de cierto modo un poco abusiva, va a generar algo muy desastroso que es la corrupción. Que llegue un gobierno que piense en la ciudadanía y, en especial, en la más débil, pero tiene que generar relevos, no puede ser que alguien se quede 20 años en el poder. Nicaragua es ejemplo vergonzoso de eso, ese es uno de los problemas que han tenido las izquierdas en el poder”, responde Eltit a qué nos queda debiendo la democracia en América Latina.
“Mientras, la derecha es bastante caníbal, explotadora. Habría que buscar un buen diálogo latinoamericano que no esté fundando en repetirse y repetirse el plato. La debilidad de la democracia en parte radica en la corrupción, en que los gobiernos más progresistas se quedan pegados para siempre y en que la derecha es incompatible, no promueve políticas sociales que produzcan mayor equilibrio”.
Paso por México
En entrevista telefónica desde Santiago de Chile, la autora de Lumpérica, Por la patria, Vaca Sagrada y Mano de obra, entre una treintena de obras de culto en su país, recuerda su paso por México en la primera mitad de la década de los noventa del siglo pasado, como diplomática tras la caída de Pinochet.
Como el caso de Mistral, consideró su relación con México muy positiva y afectiva, en la que hizo amistades con escritoras como Margo Glantz, Carmen Boullosa. O incluso Carlos Monsiváis. Aunque reconoce que no tuvo amistad con Fuentes, aclara que convivió con él en ocasiones sociales y participó en un homenaje al autor de Aura y Terra Nostra por sus 80 años en la FIL de Guadalajara en 2008.
Destaca el influjo que ejerció Juan Rulfo en su obra, catalogada por algunos como radical y marginal.
“Rulfo me resulta muy, muy importante porque siento que él tejió una estética especialmente sobre espacios que tradicionalmente no cuentan con esa cualidad. Él dio una estética a espacios de pueblo, de sujetos con vidas concretas, pero no necesariamente heroicas. Y, además, dio vuelta a la realidad, estoy pensando en Pedro Páramo, donde están muertos, pero no están muertos. O sus cuentos. Y trabajó el fragmento. Rulfo ha sido un gran personaje como dando vueltas y enriqueciendo la tradición literaria en América Latina”; señala Eltit, algunas de cuyas primeras obras justo se apoyan en lo fragmentario o se reflejan a personajes marginales, como los dependientes de supermercados, o las minorías sexuales.
Tiempo de dictadura
A diferencia de miles de chilenos perseguidos por la dictadura, Eltit optó por quedarse en su país y junto con Raúl Zurita —galardonado en 2020 con el Premio de Poesía Iberoamericana Reina Sofía y su primer esposo—, confrontar al régimen con su obra y con el Colectivo de Acciones de Arte (CADA).
“No me imaginaba una vida fuera. Además, formábamos una gran comunidad de personas contrarias a la dictadura en el ámbito artístico, pensábamos y circulábamos como podíamos. Nos considerábamos integrantes del ‘inxilio’, el exilio interior, nos teníamos unos a otros para pensar, discutir, sobrevivir en medio del desastre”, explica Eltit, para quien el lenguaje tuvo que repensarse durante la dictadura.
Repensar el lenguaje
La autora del ensayo Crónica del sufragio femenino en Chile (1994) destaca los movimientos feministas en su país, en particular durante la dictadura en que las mujeres debieron asumir el control de sus vidas mientras los hombres eran detenidos o desaparecidos y sobre el debate en torno al llamado “lenguaje inclusivo” advierte que quien piense que el lenguaje no se puede repensar está equivocado.
“Si en algún momento se habla masivamente de ‘niñes’ y eso cunde en la ciudadanía, en algún momento dado ya será ‘niñes’, no hay lenguaje estático, siempre está mutando, hay que leer la historia de la lengua española antes de emitir opiniones tajantes”, dice Eltit respecto a la anécdota de Mario Vargas Llosa cuando se carcajeó en entrevista sobre la inclusión en la lengua que impulsa el feminismo.
bgpa