El París de los espectros

A fuego lento

Un thriller que Martin Solares desarrolla en París, en 1927, cuando la poesía, el teatro, la pintura y la fotografía estaban al servicio de la transformación radical de la realidad

El escritor no escapa a la genero thriller pero lo hace con una insólita decisión
Roberto Pliego
Ciudad de México /

En los últimos años, el thriller policiaco se ha paseado a sus anchas por México imponiendo la misma visión que reproduce la prensa: cuerpos sin cabeza, cadáveres sin nombre, miles de desaparecidos. Martín Solares no ha podido sustraerse al género, aunque poniendo en juego una insólita excepción: ha decidido fijar su trama en París, en 1927, cuando la poesía, el teatro, la pintura y la fotografía estaban al servicio de la transformación radical de la realidad. Así que insólita es la elección y también la materia de su novela.

Catorce colmillos (Alfaguara) tiene un asesinato y un joven detective. Siguiendo los dictados del thriller, a estas presencias suma una hermosa mujer y unos bajos fondos en los que conviven la elegancia y la patanería. Diríamos que pisamos terrenos conocidos pero Martín Solares no espera mucho para introducir una atmósfera más poblada por espectros que por seres vivos. ¿Espectros, hemos dicho? Así es. No tardamos en saber que la creatura asesinada pertenecía a la legión de presencias nocturnas que han vencido a la muerte para ejercer sus malos oficios en París.

De esta manera, Catorce colmillos se define como una suerte de viaje por los escenarios urbanos que más convienen y gustan a esas presencias. El mismo joven detective —Pierre le Noir— narra y actúa, tiembla y sirve de guía al lector. Su estilo —es decir, el de Martín Solares— se cuida de sonar artificioso para concentrarse en una efectiva parquedad. Así, con moderación, obtiene el momento estelar de la novela, una magnífica recreación de una fiesta en la casa de los condes de Noailles, donde van a parar, con todo y sus enconos, los mandarines del dadaísmo y el surrealismo y su corte de amantes y esposas soliviantadas, un distante Picasso, un ambicioso Simenon y hasta un Bela Lugosi recién llegado de Transilvania. 

En verdad disfrutamos el viaje. Lástima, sin embargo, que se resuelva con un pase mágico tan abrupto. El thriller policiaco demanda enderezar lo que se ha torcido en este mundo y en su mejor versión este acto pasa por el cálculo racional o una serie galopante de peripecias. Por qué, entonces, cuando todo iba tan bien, Catorce colmillos invoca al todopoderoso, y disonante, deux ex machina. No es eso lo que cabe aguardar después de cinco horas de disfrute. 




Catorce colmillos, Martín Solares, Alfaguara, México, 2018


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