Por cerca de 50 años los grandes relojes de la Ciudad de México han sido reparados y puestos en funcionamiento gracias al trabajo de Luis Hernández Estrada. El relojero, oriundo del barrio de Tepito, puede presumir que su labor lo ha llevado a recorrer Suiza, Cuba, EU e Inglaterra, siendo también el único relojero profesional mexicano vivo que ha escuchado el sonido del Big Ben desde el interior del mismo.
Nacido en 1945, su carrera inició en el taller de su tío apenas cumplió 15 años. Luego de un lustro ahí se vería motivado a continuar su formación por su cuenta. Así llegaría al Centro Relojero Suizo para refinar su técnica en la reparación del relojes monumentales: mecanismos de gran envergadura que se pueden encontrar en fachadas de casonas e iglesias.
Hernández Estrada vio acelerada su trayectoria en los años 60, luego de que tomara un curso en Los Ángeles, California, sobre lo que en ese tiempo comenzaba a ser tendencia: relojes de cuarzo. Cuenta con gracia que Daniel Fisher, amigo suizo y maestro suyo, le llegó a decir que el cuarzo se trataba de “una moda pasajera. Qué lejos estaba de la verdad”. Asegura que hoy en día casi la totalidad de los relojes producidos son de cuarzo.
Durante su vida el éxito de dos piezas reparadas lo han acompañado: el primero se trata del reloj monumental de Pachuca que intervino en 1997. Su importancia, dice, está en que los diseñadores de éste fueron los mismos que los del Big Ben y cuya principal diferencia entre uno y otro es tan solo el tamaño, pues el reloj mexicano es cuatro veces más pequeño.
El segundo se trata de Los espíritus del tiempo, un mecanismo que recuperó de Xochimilco y que mantuvo bajo su resguardo hasta la apertura del Centro del Reloj, ubicado en la calle de Palma 33 del Centro Histórico, lugar en el que trabaja desde hace 15 años. Los visitantes son recibidos por esta pieza de manufactura inglesa restaurada por él.
El Relojero de Tepito, como también es conocido, muestra orgulloso que la instalación de Los espíritus del tiempo lo llevó a colocar cuatro estatuas de personajes icónicos del barrio bravo que cada hora salen del primer piso del edificio para sorpresa de los transeúntes. Además, en la sala interior del reloj se puede observar el mural El hombre en el tiempo mecánico, pintado por Daniel Manrique, otro de los grandes artistas provenientes de Tepito.
En el interior de esa oscura sala, Hernández Estrada confiesa: “Me gusta la restauración de relojes antiguos por la alta calidad que tienen. Se trata de una tradición colonial.
Cuando llegó Hernán Cortés, aparte de la espada y la cruz, nos trajo un reloj monumental como regalo de Carlos IV. Ese reloj estuvo en la calle Argentina y aún hoy puede leerse en ciertas partes calle del relox. Después Cortés se lo llevaría a Cuernavaca. El mecanismo está ahora en el museo de la región”.
El tiempo, idea abstracta
Sentado en su taller, Hernández Estrada se frota el dorso de la mano derecha mientras dice que el tiempo para él es una energía que corre viva e independiente y, recordando la paradoja de Heráclito, en la que ningún hombre puede bañarse en el mismo río dos veces porque ni el hombre ni el río son los mismos, sentencia que el tiempo tiene esa característica de ser el mismo y otro simultáneamente.
“Se ha gastado mucha tinta en definir que es el tiempo. Ya se lo preguntaban los griegos, egipcios y mesopotámicos. Es una idea abstracta, y aunque se puede decir que no existe como tal, la realidad es que se puede medir con un reloj: para nosotros se convierte en una especie de fantasma”.
Reconoce también que un relojero debe poseer otras características.
“El relojero debe tener paciencia y saber que cuando uno tiene un reloj en las manos en realidad tiene algo humano. Cuando escucho el tic tac de uno que acabo de reparar me siento como un cirujano que terminó de operar”.
El relojero de Tepito reconoce que en la era digital algo se perdió en su profesión y que aunque ahora se cuenta con relojes de mayor precisión él tiene la certeza de que la medida exacta del tiempo es el avance mismo de la civilización.
Museo para contar la historia
Además de sus actividades reparando y restaurando relojes Luis Estrada cuenta con molestia, no exenta de esperanza, que desde hace de 17 años se ha dado a la tarea de abrir el El Museo del Reloj y Artes del Tiempo en la Ciudad de México; para contar la historia de estos dispositivos, su relación con las actividades humanas e impartir cursos a quien deseé tomarlos.
El Museo del Reloj estaría compuesto por alrededor de 2 mil 500 piezas: 800 suyas y mil 700 donadas por dos amigos suyos. Comenta que se trataría de una exhibición de alta calidad dadas las piezas únicas e icónicas que tienen a su disposición.
La creación de este recinto se ha visto imposibilitada por la “burocracia estúpida”. El relojero explica que desde el inicio del siglo discutió sin resultados con Cuauhtémoc Cárdenas la posibilidad de que el gobierno de la ciudad donara una casa antigua para instalarlo. Tampoco las gestiones con Martí Batres, entonces subsecretario de Gobierno del Distrito Federal, resultaron en algo.
Lamentando la indisposición de los gobiernos y asegura que de lograr la instalación del recinto este contaría con el apoyo de los museos suizos que ya están al tanto del proyecto.
El hombre , que alcanza ya los 72 años, se reclina en la silla en la que acostumbra sentarse a reparar los relojes de bolsillo, sus piezas favoritos, y sonríe al decir que a pesar de haber considerado retirarse desde hace más de 15 años, aún no ve para cuando y cree que seguirá trabajando mientras tenga las facultades para hacerlo.