Stand Up en México: libertad de expresión, sus usos y límites en la comedia

Aníbal 'El Muerto', Ana Julia 'Yeyé', Cynthia Híjar, Juan Carlos Escalante y Marcela Lecuona son cinco comediantes que nos cuentan sobre la libertad en su labor y los límites que consideran pueden o no existir al provocar risas.

Aníbal 'El Muerto', Juan Carlos Escalante y Marcela Lecuona llevan años exponiendo su comedia sobre los escenarios (Especial).
Ciudad de México /

Para algunos, la risa es una emoción: esa sensación muchas veces asociada con la felicidad que sucede, en el mejor de los casos, un par de veces al día. Para otros, es solo un gesto: la mueca que viene acompañada de ese sonido contagioso llamado carcajada. Algunos la ven como algo más biológico: la reacción a estímulos benéfica para el organismo, pues disminuye los niveles de cortisol (hormona responsable del estrés). Pero, para unos cuantos, aún contados, la risa es un objetivo tras días, meses o años de trabajo

Y dentro de ese ‘corporativo’ de trabajadores de las muecas curvadas, hay diversos sectores. Pero uno en específico es el que ha cobrado notoriedad - y por ende experimenta un incremento constante de personal - desde hace menos de una década en el país: el stand up.

Entonces, en el marco del Día de la Libertad de Expresión en México, vale la pena conocer cómo los orfebres de este sector cómico que va en ascenso, categorizados como standuperos, se ríen en un momento social que resulta convulso en varios aspectos. Para lograr esto, MILENIO habló con cinco exponentes nacionales destacados: Aníbal El Muerto, Ana Julia Yeyé, Cynthia Híjar, Juan Carlos Escalante y Marcela Lecuona.

Aquí (y así) están los que hacen reír

El stand up en México está en efervescencia: cada vez hay más gente interesada en ver y hacer esta manifestación asociada con pararse sobre un escenario, con micrófono en mano, para provocar la risa voluntaria. También la cuestión de espacios se mantiene fluctuante, pues muchos sitios físicos ven más práctico y redituable el entretenimiento a partir de una o dos personas, en comparación con la producción para grupos musicales u otro tipo de espectáculos. Además, las plataformas de streaming como Netflix (con sus especiales) y Amazon (con el programa LOL) mantienen atención en algunos exponentes locales para, paulatinamente, integrarlos a sus contenidos. Pero, ¿dónde comenzó todo esto?

Gracias al Pelón, a él le gustaba mucho el stand up - que vio en Estados Unidos - y empezó a dar clases; les dio clases a todos. El stand up aquí ha de tener como 13 años. Los pioneros me cuentan que empezaron siendo como 5 que buscaban bares, lugares donde poder contar chistes”, dice Marcela Lecuona, quien lleva 5 años provocando risas, en referencia a los comienzos de esta actividad en México por  el interés de Héctor Suárez Gomís.

Estos cursos dieron origen a una primera camada de comediantes – esto focalizado a la Ciudad de México, porque en otros estados el desarrollo pudo ser mucho antes o mucho después, a través de otras vías – que le dieron la vuelta a los roles de cuenta-chistes, tipo Polo Polo, y de comedia de personajes, tipo 'El Costeño', para hacer una rutina que parte y se nutre de otros elementos más personales.

Mi comedia parte de la observación de alguien que vive en el barrio, que confronta el comportamiento de la gente que no es de barrio; son observaciones hacía la sociedad. Uno, cuando crece en el barrio, está muy metido porque todo su ambiente es ahí, pero cuando llega a la preparatoria, que ya sale, conoce a otro tipo de gente y empieza a hacer observaciones de lo que está sucediendo. Nace de eso”, revela Aníbal El Muerto, exponente que creció en el corazón de la colonia Morelos: el barrio bravo de Tepito.

Entonces, la paulatina proliferación de estas personas, atentas a su entorno en pos de la risa, fue formando una escena que, si bien está segmentada – en enfoques, foco mediático, activismo, uso de medios virtuales, etcétera –, forma parte de una misma categoría: stand-up mexicano: “Como en todos lados hay grupitos, pero es una comunidad muy rara; a pesar de que sí hay grupitos, diferencias entre los comediantes… bueno, no todos se juntan con todos, pero cuando se trata de apoyar, unirnos para una misma causa, todos somos amigos”, señala Ana Julia Yeyé, quien hace unos meses estrenó el especial Zona Rosa, en Netflix, junto a Manu Nna, Ray Contreras y Pablo Morán.

Pero, ¿por qué la gente volteó y voltea a ver a estas personas que se alejaron del reciclaje de chistes para desarrollar contenido propio? Y es que, como agrega Aníbal, “al público no le puedes imponer nada”, pero entonces, ¿cómo se explican esas ganas de querer reírse de algo alejado de los chistes de Pepito?

“Algo que he hablado con Macario, otro comediante, es que igual la gente va a ver al comediante de stand up no tanto para reír, sino para ver a alguien libre. Porque esto que digo no aplica para ningún otro trabajo en México, yo creo; no puedes ir a tu oficina y decir lo que sea porque te vas a meter en un problema. Pero el mexicano como que aprecia esta expresión desinhibida del comediante”, responde Juan Carlos Escalante, comediante que, junto a su colega Fran Hevia, conduce el primer podcast de comedia realizado en México – que ha enfrentado dos etapas, la más reciente con mayor foco mediático e invitados como David Faitelson, Kalimba y Tony Dalton –: El súper show está genial.

Porque no está en duda que existe libertad de expresión, enfocada en la comedia, en el país. Esto lo reafirma Cynthia Híjar, creadora, en el 2017, del colectivo StandUperras: “Lo que se debería de estar debatiendo, en el sentido de la comedia y la libertad de expresión, no es si los comediantes tenemos o no libertad de expresión, porque la tenemos; hay comediantes que hacen chistes misóginos e igual la gente los va a ver, les pagan. Nadie ha coartado los derechos humanos de un comediante por hacer un chiste violento, discriminatorio”.

“Cuando hablamos de la libertad de expresión de la gente que hace comedia, fijémonos a qué nos referimos: a la libertad de expresión de Mau Nieto diciendo cosas machistas o a la libertad de expresión de (Ricardo) O’Farrill de decir chistes de pederastia, o ya nos ponemos a ver hacía otros lados y nos damos cuenta que sí hay personas haciendo otro tipo de comedia. Y que esas personas no están teniendo el mismo foco precisamente porque no se voltea a ver y se cree que son comediantes”, agrega.

Libertad de expresión, ¿con o sin límites?

¿Hay un límite en la comedia? ¿Algún tema sacro? Algunos exponentes afirman que no, que todo se puede decir. Y otros afirman que no, que todo se puede decir, pero que se tiene que cuidar cómo y a quién se señala al decirlo, porque a veces lo que sale del micro puede trasmitir un mensaje que muchas veces daña más de lo que hace reír.

“El tema de la corrección política nace dentro de cada persona. Nosotros como comediantes tenemos muy claro, muy preciso, la mayoría lo pensamos, que no hay nada que no sea gracioso; ningún tema que nos sea explorable, que no se pueda hablar (...)Pero lo más importante como comediante es no censurarte tú mismo; la autocensura es lo peor que puedes hacer porque pierdes la honestidad y en el stand up es muy importante la honestidad”, dice Aníbal, agregando que, por convicción, nunca se ha metido ni metería con la gente "de barrio".

Ana Julia concuerda con su colega, pues dice que “la comedia es una zona de juego donde todos podemos jugar policías y ladrones, por ejemplo, sin tener que ser policías o ladrones”, y luego especifica que las veces que un chiste ha sido culpado por cierto mensaje o consecuencia dañina, es lo menos grave del asunto: “Echarle la culpa a un chiste por algo que sucede es como echarle la culpa a los videojuegos por las matanzas en Estados Unidos, o como echarle la culpa a la película de Batman por la vez que un fulano asesinó a gente en un cine; no es culpa del entretenimiento, es culpa de la educación, de la sociedad. A mí me parece mucho más grave que en las escuelas no se hable de diversidad sexual, que sean tabú todavía, a que se hagan chistes sobre eso. Siento que, sin duda, los chistes irán cambiando conforme la sociedad vaya avanzando; si a la sociedad se le quita lo machista, ya va a dejar de haber chistes machistas. Pero los chistes solo son un reflejo de lo que pasa en la sociedad”.

Para Marcela el chiste va más allá, pues además de que puede ser hiriente si ridiculiza a alguien, también podría permitir la permanencia de un discurso negativo. Por eso ella cuida su impacto para no atentar contra sectores vulnerables. “Siempre he creído que es muy fácil reírte del oprimido, es muy fácil que yo me suba y empiece a hablar mal de la gente trans; es muy fácil atacar a una sociedad vulnerable y yo desde arriba decir cualquier tontería y lastimarlos. ¿Por qué no la idea es darle a los de arriba? Al oprimido es lo fácil, pero al opresor es al que se le tiene que tirar siempre. Y se pueden tocar todos los temas, pero siempre teniendo bien claro el asunto del privilegio, de lo que está pasando en tu mundo”.

“Lo que ha pasado es que, después de hacer este tipo de chistes, la gente ha reaccionado diciendo ‘Ya estamos hartos de este tipo de comedia; ya no nos divierte que te burles de las mujeres, de la violencia sexual infantil, de la trata de personas, de los pueblos originarios, de las comunidades indígenas’. En este proceso de darnos cuenta como sociedad que ya no queremos reírnos de esas cosas, de que nos duelen, que colectivamente nos han lastimado y nos han hecho una sociedad violenta. Lo que ha pasado es que, como comediantes, tenemos que revisar cuáles son los prejuicios que tenemos, los estereotipos, de qué manera podemos estar incurriendo en estigmatizar a una población cada que decimos una cosa. Y eso es, a mí me parece, algo muy bueno porque quiere decir que como sociedad estamos reflexionando colectivamente, creciendo, sanando heridas colectivas”, agrega Cynthia, quien mantiene una postura crítica que apela al respeto y la tolerancia.

Y aunque Juan Carlos cree que el comediante no tiene que mejorar a la sociedad o ser un activista (aunque puede serlo) – “Decir que la comedia no es buena porque no trae un contenido activista, sería como decirle a un panadero que no es bueno su pan porque no es activista; un panadero que utiliza sus ingresos para ayudar a la gente es una mejor persona, pero no mejor panadero” –, es consciente de que lo que pasa en el stand up moderno es que “hay muchos chistes contra mujeres, muchos chistes contra gente humilde, gente pobre; opino que lo que pasa es que el comediante que los tira afecta su trabajo, pierde relevancia. Es de: ‘Ah, otro chiste de gordas’, y se van a reír; a la gente, sobre todo en este país, le gusta la reiteración, de ahí nuestro gusto por las telenovelas, el fútbol y ya. Siempre lo mismo. Pero veo a esos comediantes y digo ‘Pinche chiste culero’; el comediante se degrada a sí mismo, degrada su trabajo y, si lo graba, dentro de 10 años lo van a ver y decir ‘¿Qué le pasa?’. Así como a Eddie Murphy que cuando estaba empezando su carrera le tiraba mucho a los gays y ahorita se arrepiente de esos chistes”.

Reírnos de otras cosas, ¿se puede?

La comedia stand up en México se ríe de todo, de eso no hay duda; sea bueno o malo, todo lo aborda, lo expone, lo señala y lo transmite. Por eso hay quienes procuran generar otros discursos priorizando la reflexión – directa, porque la indirecta casi todos la tienen presente – del espectador ante lo que está oyendo: ¿por qué eso que esa persona está diciendo me hace reír?.

“Yo hablo mucho de sexo y muchas de las mujeres comediantes hablamos de sexo porque es el primer tabú que se tiene que quitar. No soy un objeto sexual, soy un sujeto sexual. También, en una de las rutinas que tengo habló del racismo, hablo del clasismo; son temas que cuestan trabajo empezar a decirlos porque no es tan chistoso. Y decirlo desde un lugar privilegiado, blanca de ojo claro, tienes que tener mucho cuidado en no… creo que tienes que tener cuidado de no lastimar a la banda”, afirma Lecuona, quien tiene en su rutina El mexicano es racista y clasista su mejor carta de presentación.

Cynthia, que desde un enfoque feminista reconoce que “las comediantes feministas nunca vamos a tener el mismo privilegio de foro, el mismo espacio, el mismo foco, que cualquier comediante hombre heterosexual, cisgénero, blanco y de clase alta”, reitera y lucha por mostrar y compartir otras formas de hacer comedia: “Es necesario voltear a ver hacía otros lados. Te puedo decir que están las Reinas Chulas, Parafernalia Teatro, Ophelia Pastrana. Hay una serie de propuestas que están ahí como trabajando desde hace mucho y que han usado los temas más dolorosos y más políticos para hacer consciencia colectiva”.

Por su parte, Juan Carlos, contrario a muchos de sus colegas, utiliza las situaciones menos gratas de la vida para que sus oyentes, además de la risa, se sientan acompañados en ciertas ideas y expectativas: “Siempre busco retar al público en un par de temas… me gusta ser un buen anfitrión; que la gente se sienta como que la estoy cuidando para que cuando les digo algo horrible, no sea como que los estoy atacando; estoy mostrándoles algo horrible porque yo opino, el punto de mi acto es, que el mundo es horrible, yo soy horrible, todos somos horribles: hablemos de esta horripilancia”.

Hacer reír

Al final, algo en lo que todos coinciden, es que hacer reír es el elemento que los hace tomar el micrófono y salir al escenario. Y aunque cada uno interioriza esta sensación causada al público de forma distinta, hay una esencia común que resalta el gozo que les produce una carcajada.

El Muerto y Ana Julia destacan la felicidad de ver a la gente al límite de la expectoración. “Es lo más bonito que puedes hacer, porque una persona pudo haber tenido un día de la chingada y lo invitan a un show de stand up, y ahí, ya cuando él se ríe, saca todo ese estrés que tuvo y se va con otra visión. Es lo padre; cuando tú haces que una persona se ría después de haber tenido un día de la chingada”, dice él.

Se siente mucha adrenalina, mucha felicidad. Claro, cuando te va bien, pero cuando te va mal quieres que te coma la Tierra. Pero es como droga; como si tus pupilas se dilataran y entrarás en un loop de mucha felicidad”, agrega la comediante que desde la preparatoria encontró que burlarse de sí misma es un arma que nulifica en bullying.

Por su parte, Marcela hace una analogía de otro clímax: “Es el mejor orgasmo del mundo, por eso es tan adictivo. Por eso todo el mundo quiere hacer stand up y hay tanto ego. Es la mejor droga que puede haber cuando alguien se ríe de un chiste que te tardaste semanas en escribir”.

Y Juan Carlos lleva a esta sensación a un terreno más profundo, ya mencionado por Lecuona: el del ego. “El artista debe ver el ego como un elemento de su ser, no como el centro de su ser. Así puedes salir de ese centro y observar puntos de vista. Por eso, a mí no me importa hacer el ridículo o desnudarme en público o decir cualquier locura (...) Es casi una expresión ególatra que yo haga algunas locuras denigrantes porque sé que están, aunque suene mal, medio encumbrándome; sé que estoy haciendo mi rol como comediante, que no es ser el chavo fresa buena onda, ni el artista más complejo y genial. Mi rol es ser comediante y mi compromiso es con eso”.

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  • Yair Hernández
  • juan.hernandez@milenio.com
  • Es periodista especializado en temas de cultura y entretenimiento. Actualmente trabaja como reportero para Milenio.