El fantasma de la historia persigue a Hugo García Michel. Su familia paterna era liberal; la materna, conservadora. Lleva en sus apellidos los nombres de grupos que en el pasado pertenecieron a bandos contrarios. Y de uno de esos personajes se ocupa en su más reciente novela Emiliano (Ediciones Beso Francés, 2017).
Inspirado por la novela de la Revolución, García Michel escribe la biografía de su abuelo, Emiliano García, quien formó parte del Congreso Constituyente de Querétaro en 1917.
“Me sentaba todas las noches a escribir hasta las 4 o 5 de la madrugada y sentía, aunque suene esotérico, que mi abuelo me dictaba algunos de los pasajes de la novela”, afirma en entrevista García Michel, mientras extrae de su librero diversas volúmenes sobre la Revolución Mexicana.
La novela narra la historia de Esteban Leyva, un joven reportero del diario El Universal, que en 1921 recibe de Félix F. Palavicini el encargo de entrevistar a uno de los diputados constituyentes que años antes, en el entonces Teatro Iturbide de la ciudad de Querétaro, aprobaron la Carta Magna.
“Personajes como Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Rodolfo Fierro, José Vasconcelos, Diego Rivera y varios más cruzan por las páginas de esta novela que va más allá de la biografía para entregar un vívido, ameno y por momentos divertido retrato de México”, se lee en la cuarta de forros.
Don Emiliano, como le decían, abandonó la política tras la muerte de Carranza. García Michel se sirve de la ficción, para tratar de entender a un personaje que no conoció en vida, y coloca en boca de su abuelo las siguientes palabras:
“¿Qué es nuestra historia, amigo Leyva? ¿Qué es sino una larga sucesión de crímenes, de violencia, de traiciones, de corrupción, de ambiciones egoístas, de tiranías y luchas fraticidas? Desde la época de la Conquista hasta el crimen de Tlaxcalantongo.”
¿A qué dificultades te enfrentaste al mezclar hechos históricos con ficción?
El proceso de escritura fue muy natural. No fue necesario hacer un trabajo de hemeroteca, pues tengo bastantes libros sobre la Revolución Mexicana. Si lo hubiera requerido, sin duda lo hubiera hecho. Conseguí el libro Historia del Congreso Constituyente 1916-1917, de Jesús Romero Flores, en el que aparecen las biografías de los diputados. Ahí, en cuartilla y media, está la biografía de mi abuelo.
Episodios de su vida, que se cuentan en una línea, yo tuve que recrearlos en varias páginas. Por ejemplo, siempre me pregunté: ¿Cómo fue que mi abuelo conoció a Carranza? Y me encontré un pasaje, en las Biografías del poder (Venustiano Carranza. Puente entre siglos, Tomo V), de Enrique Krauze, que narra la reunión que Carranza sostuvo con Álvaro Obregón en El Fuerte, Sinaloa, la tierra natal de mi abuelo. Ese fue todo un hallazgo, ya que es muy probable que mi abuelo lo haya conocido en esa ocasión. Tomé ese hecho, documentado, real, y lo mezclé con la ficción.
¿A qué obedece, en términos narrativos, la historia de Esteban Leyva?
Me inventé este personaje, que es como mi álter ego, para hacer la novela más amena. O, al menos, ese fue el propósito. También la historia de Leyva me sirvió para recrear los años 20, que me fascinan. Es la época en la que me hubiera gustado vivir. Así que la trama de ese personaje me permitió pasear por las calles de una Ciudad de México única, en la que había una efervescencia cultural y en la que coincidieron personajes como Diego Rivera o José Vasconcelos.
¿Tenías consciencia de la estructura antes de escribir?
Escribo como si fuera músico de jazz: improviso mucho. Tenía ideas vagas: veinte capítulos, cambios de voz narrativa, dos personajes femeninos fuertes. No quería que fuera una biografía lineal, por eso me di a la tarea de escribir una trama paralela. Insisto: el proceso de escritura es algo mágico. Cuando me releo, me desconozco un poco: “¿Y esto, de dónde salió?”, me pregunto. Jamás he visto un espíritu. Es algo en lo que no creo, pero tampoco lo niego. No obstante, a la hora de escribir, sentía muy cerca la presencia de Don Emiliano.
Emiliano García, no tu abuelo, sino el hombre, ¿crees que fue un político honesto?
No lo puedo afirmar, pues no sé si en algún momento se sintió tentado por las malas prácticas. Pero no creo que haya tenido necesidad. Ahí sigue en pie la Quinta Guadalupe, su única propiedad y el hecho de que haya terminado su carrera trabajando como inspector de la Secretaría de Trabajo, un puesto honorario que le dio Lázaro Cárdenas, habla de su modestia republicana. Por eso me siento orgulloso de él.
¿Escribirás, ahora, sobre el reverso de tu historia familiar: los Michel?
Probablemente sí. Es algo que me pide mucho mi familia. Y también hay, de ese lado, anécdotas terribles, fascinantes.
Parece que la historia te persigue…
Y si a mi biografía le agregas que estudié la primaria en el Colegio Hernán Cortés, luego estuve en la secundaria 29 Miguel Hidalgo y Costilla, y que vivo en la calle Maximino Ávila Camacho, entonces sí que me acecha.
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