En México, las personas con piel morena tienen 30 por ciento menos de posibilidades de cursar educación superior que las de piel blanca. El porcentaje, en el caso de quienes tienen piel oscura, es aún mayor, el 58.
TE RECOMENDAMOS: En Veracruz asesinan a mujeres como moscas y no pasa nada: Fernanda Melchor
Los números en sí mismos, así como el predominio de modelos de tez clara en la publicidad, son razones suficientes como para admitir que México es un país racista. En su Alfabeto del racismo mexicano (Malpaso), Federico Navarrete sistematiza las manifestaciones discriminatorias de una nación como la nuestra.
Bajo su óptica, todos somos racistas.
Por eso el libro está escrito en tono de burla. La sátira es una de las mejores herramientas para vernos a nosotros mismos y admitir nuestros defectos y prejuicios.
Plantea una defensa de la corrección política; sin embargo, en aras de esta corrección en ocasiones aplica la censura o la doble moral.
En México está de moda que ciertos intelectuales critiquen la corrección política. Las formas de humor contra las mujeres, los homosexuales o los indios, son ofensivas y crean un ambiente social de agresión porque los grupos diferentes son considerados inferiores. Por otro lado, no hay que caer en el moralismo. Necesitamos combatir las formas de discriminación, pero también hay que ser cuidadoso a la hora de respetar la libertad de expresión.
En el libro plantea que la indefinición racial de México podría ser una fortaleza.
Las razas no existen. Cuando hablamos de razas en realidad hablamos de nuestro origen, y que los mexicanos no tengamos claro qué tanto tenemos de americano, africano o europeo, es positivo porque significa que podemos tener una identidad plural y sin discriminación. La indefinición es buena siempre y cuando critiquemos la idea de que somos mestizos.
Dice que el mestizo es una leyenda.
A lo mejor sí somos mestizos en el sentido de que tenemos antepasados de distintos orígenes, pero serlo no significa que seamos hijos de la Malinche y Cortés; no implica dejar de ser indígenas para ser modernos, nacionalistas o guadalupanos.
Señalar que las razas no existen es un desafío a la ciencia.
En México y Brasil, los científicos han retomado de una manera poco crítica los prejuicios. Los mexicanos asumen que somos mestizos y hacen sus estudios para demostrarlo; es un razonamiento tautológico. Me parece que estos estudios corren el peligro de volver a despertar el fantasma de las razas.
¿Estos acercamientos son reflejo del racismo de nuestra sociedad?
Sin duda, pero así como 30 millones de mexicanos aprendieron a hablar español y dejaron de hablar lenguas indígenas en menos de cien años, también podría ser que cien millones de mexicanos dejarán de ser racistas en 20 años si hacemos las cosas en el sentido correcto, si la televisión deja de ser racista, si la educación nos enseña a valorar la diferencia. Algo generalizado no implica que sea intrínseco.
Es un académico con formación anarquista. Supongo que por ahí van sus propuestas de nuevas formas de organización.
Cierto, el anarquismo me enseñó una serie de valores de responsabilidad, ética y compromiso. Hablo de un anarquismo maduro que defiende la libertad, la autonomía individual y la crítica, como un camino a la convivencia humana más sana. En varios de mis trabajos sobre pueblos indígenas he encontrado órdenes políticos sin Estado, es decir cercanos al anarquismo, y bastante exitosos.
¿Por qué en México nos resistimos a asumir nuestra condición racista?
Es algo que está cambiando. La mayoría de la gente que niega el racismo pertenece a los grupos beneficiados por las prácticas discriminatorias. Una de las maneras de mantener este privilegio es negarlo. Otra razón es la comparación constante con Estados Unidos: desde luego que nuestro racismo es diferente, pero claro que existe.
RSE