A Cristina Rivera Garza su tierra, Tamaulipas, así como las historias fronterizas, la siguen llamando al igual que sus recuerdos de infancia, mismos que reconstruyó al escribir el libro 'Autobiografía del algodón', relato que apuntó en entrevista para MILENIO, debe ser escuchado porque se trata de una historia común para la región noreste de México.
Se trata de un ejercicio documental a través de los archivos, pero también se basó en investigación de campo, entrevistas e indagación en archivos o colecciones personales o privadas. La autora con ello pretendió combinar la no ficción, pero para 'Autobiografía del algodón' la anfitriona es justamente la ficción porque en ocasiones será la única manera de cerrar los vacíos informativos al contar las historias de las personas que no sabían leer ni escribir.
En el marco de la Feria Internacional del Libro Coahuila 2021, Rivera Garza presentó su más reciente título editado por Random House, en la Galería de Arte Contemporáneo del Teatro Isauro Martínez, y explicó que uno de los hilos conductores de la historia se reconstruye a través de sus abuelos, quienes llegaron desde distintos lugares a la frontera de Coahuila, atraídos por los beneficios que brindaba la Reforma Agraria.
“El libro es, como dice el título, una autobiografía del algodón, es un relato en el cual la voz del algodón debe ser escuchada. Es una historia de la región noreste de México, contada por sus protagonistas humanos y sus protagonistas no humanos, y dentro de los humanos están fundamentalmente mis abuelos paternos y maternos, que llegaron desde distintos lados a la frontera".
“Unos llegaron del altiplano, salieron desde inicios del siglo XIX, y caminaron todo el trecho hasta la zona carbonífera de Coahuila y de ahí emprendieron el camino hacia el este atraídos por la Reforma Agraria, primero Callista y luego Cardenista. Entonces hicieron una parada en la Estación Camarón, en Nuevo León, y después siguieron hasta Anáhuac, Tamaulipas, que fue donde se establecieron como pequeños propietarios y productores de algodón”.
Rivera Garza comentó que los abuelos maternos tomaron otra ruta. Originarios del norte de Coahuila, ellos cruzaron la frontera que comparten Piedras Negras con los Estados Unidos siendo muy jóvenes por lo cual vivieron y se desempeñaron como trabajadores agrícolas hasta que fueron deportados en la década de los treinta, cuando el presidente Herbert Hoover generó leyes antiinmigrantes, después de que se viviera la Gran Depresión en 1929.
“Ellos también encontraron la manera de convertirse en pequeños propietarios gracias a la Reforma Agraria Cardenista y se establecieron también en el lado del Río Bravo mexicano. Todo esto no habría pasado si el algodón no los hubiera convocado, y si este proyecto de industria agrícola y de monocultivo no hubiera estado en la mira del gobierno cardenista. Bueno, esa la historia que cubro, empieza con un gran optimismo, fue uno de los programas, creo yo, exitoso del cardenismo, a corto plazo.
“Hubo mucha producción de riqueza, hubo una gran movilidad social, pero desgraciadamente como pasa con todos los monocultivos, eso se hizo a un precio muy grande que tiene que ver con la destrucción del ecosistema y eventualmente con el abrirle las puertas a distintas formas de violencia, incluida la así llamada Guerra contra el narcotráfico que hasta el día de hoy nos golpea”.
Cultivos rectores fallidos
Con el cambio de siglo y aún en el año 2000 el gobierno federal sorprendía con la publicidad que hacía de Torreón como productor número uno de mezclilla, zona que aún se presumía como algodonera. Sin embargo, el llamado cultivo rector fue desplazado en menos de cinco años al insertar el modelo maquilador en la Comarca Lagunera, región que comparten los estados de Coahuila y Durango.
Estos cambios se acompañaron con las reformas que impulsó al artículo 27 el presidente Carlos Salinas de Gortari, y un tiempo más tarde se vería que la maquila sería llevada al sur de la república a través del Plan Puebla Panamá, afectando a los núcleos ejidales que se insertaron como socios en este esquema, en medio del acaparamiento de la tierra y la configuración de un nuevo latifundio que impulsó la producción de forrajes por la agroindustria.
“No es curioso que se elimine un cultivo para insertar otro monocultivo, es la forma por excelencia de la política agrícola extractivista, va mano en mano con una visión de la naturaleza como un recurso explotable y de hecho es lo que caracteriza a la agrobiotecnología del antropoceno, lo vemos en muchas regiones porque igual en Tamaulipas pasó lo mismo: una gran bonanza, el boom algodonero, el oro blanco y después, una vez que se destruye la tierra y que las plagas terminan con la producción de algodón, se le sustituyó por sorgo, que después lo desplazó la maquiladora y la violencia. Una cosa tras la otra”.
La diferencia que encuentra en La Laguna esta socióloga, tierra en la que hasta hace poco se presumía como eslogan empresarial que se había vencido al desierto, es que la producción de algodón era de consumo nacional en tanto que el algodón de Matamoros, Tamaulipas, era exclusivamente para la exportación.
“Los ciclos se configuran porque eso es lo que hace el monocultivo, es uno de los procesos que impulsa la agricultura industrial, no es una agricultura que esté en conexión con comunidades concretas y que tenga en mente el bienestar a largo plazo sino la producción muy intensiva para generar riqueza que no se distribuye, aparte, en muy corto plazo, y de ahí vienen muchos de los conflictos”.
En ese sentido, Cristina Rivera Garza dijo que la lucha por los bienes hidráulicos y el agua es central para todo sistema de vida, y los conflictos se observan en Mexicali, en el acuífero de Yucatán, que se considera como el principal a escala nacional, y en el acuífero de la Comarca Lagunera.
“Me parece que en lo que viene, si es que sobrevivimos, va a depender de ganar estas luchas estratégicas. Lean el libro, lo que me interesa es la relación que hay entre la gran historia del algodón, la historia macroeconómica, pero como se va trenzando con historias de familias, personales, concretas. Hay por ahí una visita con José Revueltas, el escritor mexicano que publicó en el 43 una novela que se llamó El luto humano, que todo mundo piensa que es una novela sobre el centro de México pero de hecho es una novela sobre Estación Camarón y la producción de algodón”.
EGO