Ya lo puso George Orwell en boca de O’Brien, el gran antagonista de 1984: “Si quieres hacerte una imagen del futuro, imagina una bota aplastando una cara humana… eternamente”. Aunque desalentadora, la frase ha sido el paradigma de una extensa lista de novelas inscritas en la desesperanza y el pesimismo. No obstante —cuenta Alberto Chimal en entrevista— “mucho de lo que nos llega de ficción distópica del primer mundo es más de lo mismo, son simplemente variaciones sobre un par de argumentos bien fijados”. Su más reciente novela, La noche en la zona M (FCE, 2019), busca alejarse de esa monotonía. Lo hace con la narración de una catástrofe ambiental de magnitud planetaria, donde Sita, la joven protagonista, debe sortear la persecución de un poderoso.
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—Es interesante que Sita esté vinculada a las comunicaciones; aunque resulte paradójico, ¿no es eso lo que nos hace falta?
Yo creo que sí. Cierto tipo de comunicación, por lo menos, porque estamos hasta las cejas de una comunicación que nos trae únicamente ruido. Necesitamos recobrar la posibilidad de tener comunicaciones significativas, intercambios que vayan más allá del enojo de moda.
—Las distopías están asociadas con el pesimismo, pero a veces hay un dejo de esperanza
Sí, aunque no siempre es tan claro. Las distopías clásicas como Nosotros, de Zamiatin, Un mundo feliz, de Huxley, o 1984, de Orwell, son tremendamente pesimistas. Esa modificación es más bien actual, sobre todo cuando las narraciones se adecuan para la literatura infantil y juvenil. Tiene que haber una cierta llamada de atención, un cierto sentido de advertencia para que funcione, sea cual fuere el final.
—En ese sentido, tu novela es un poco ballardiana
En ese sentido sí. Algo que me parece muy interesante de J. G. Ballard es que tiene un gran ojo para observar tendencias de la relación entre la sociedad y la tecnología, que de alguna manera podemos extrapolar al mundo entero. Pero, al mismo tiempo, tiene el foco muy ceñido en su propio entorno, en la clase media-alta inglesa. Nos hace falta reexaminar esos intercambios entre tecnología y sociedad en entornos que no sean los de él. Mi novela se propone eso, no nada más importarlo sin criticarlo.
—Poco a poco, la ciencia ficción se está convirtiendo en una crónica de nuestros días…
Siempre la narrativa especulativa, aunque parezca ser del futuro, es acerca del presente. Lo que ha faltado en México no es tanto narrativa que se dedique a hacer esa observación desde nuestras preocupaciones, sino un mayor reconocimiento de que existe esta posibilidad.
—¿Vivimos ya en una distopía?
Nuestro mundo tiene muchos rasgos de los que habitualmente se asocian con la distopía. También creo que en muchos casos lo aceptamos de manera cínica y resignada. Bromeamos sobre ello en línea y no hacemos nada al respecto. Uno de los aspectos más preocupantes de los mundos distópicos es que hay un grado tremendo de indiferencia, de saturación política entre nosotros. Ese es uno de los rasgos más preocupantes de la actualidad.
ÁSS