'El infinito en un junco', de Irene Vallejo, ahora cautiva en versión ilustrada

FIL Guadalajara 2024

El artista Tyto Alba traduce el lenguaje de la escritora española en acuarelas.

Irene Vallejo, Raquel Castro y Tyto Alba. (Foto: Ariel Ojeda)
Lizeth Hernández
Guadalajara /

Lorena viajó desde Nuevo León para entregar un regalo en la FIL Guadalajara 2024. Se trata de un tejido inspirado en El infinito en un junco, la invención de los libros, un ensayo de cuando los libros eran jóvenes y que acaba de convertirse en cómic.

El presente no es fortuito: conecta de manera íntima con el texto de la escritora Irene Vallejo. “Es un tejido para ti, para ti que tejiste para nosotros”, le dijo durante la presentación de la edición ilustrada por el artista Tyto Alba.

Y es que tanto Vallejo como Alba concuerdan en que la literatura es camino y tejido. Ambos hilaron nuevas sendas explorando las posibilidades del ensayo gráfico, traduciendo el lenguaje escrito a la acuarela, dándole una nueva dimensión desde las viñetas.

El resultado es “una osadía”, según la escritora, quien compartió desde la Sala Juan Rulfo parte de lo que experimentó a lo largo de los dos años que tomó trasladar su ensayo al cómic.

La nueva versión no solo surge de una Irene Vallejo más contestataria, humorística e irreverente sino también del trazo de un Tyto Alba obsesivo y fiel a los detalles. Todo el marco arqueológico fue cuidadosamente documentado para que cuando el lector viera las imágenes de la biblioteca de Alejandría, por ejemplo, correspondieran con ese pasado que ahora conocemos. “Condensar tantas cosas y poder utilizar ese lenguaje era muy complicado, pero me gustaba tanto el libro que me lancé a hacerlo sin pensar mucho”, dijo el ilustrador.

Portada de 'El infinito en un junco, la invención de los libros'. (Foto: Ariel Ojeda)

Los nudos y reveses durante la conformación del proyecto permitieron a ambos artistas entrar en un juego que, desde lo escrito, parecía inaccesible y que incluso ayudó a desafiar las convenciones y “bajar del pedestal” a los clásicos de la literatura. “Nos llegamos a preguntar si no estábamos llegando demasiado lejos y que les estábamos faltando al respeto a los clásicos, cosa que no era así. Me gusta bajarlos del pedestal, que no los veamos distantes, estatuas de mármol, que no nos hablan de nosotros mismos. Muchos de los clásicos fueron rebeldes, experimentales, incomprendidos”, reflexionó Irene Vallejo.

La mujer no debería encontrarse a pie de página

Tejer su obra desde otro lugar también permitió a la escritora explorar de manera más amplia la historia de los libros, integrando el papel —muchas veces ignorado— que tuvieron las mujeres. “Basta ya de la nota a pie de página sobre las mujeres. Basta ya de este epígrafe final. Es importante que, si escribimos una historia de los libros, las mujeres estén incorporadas como sujetos protagonistas, no como esos ingredientes secundarios que se abordan en una especie de epígrafe. Para mí era muy importante ir buscando la pista de todas esas mujeres que contribuyeron desde la literatura, desde la lectura”.

En su ensayo, Vallejo no solo rinde homenaje a la literatura, sino a las “mujeres que siempre fueron anónimas” y que desde sus espacios transmitieron el lenguaje, conservando las genealogías y narrando historias. Es en ello donde la escritora encuentra el “fósil del lenguaje”, la correspondencia entre el origen del texto en el textil. “El desenlace, nudo, el hilo, todas esas metáforas sostenidas, nos remontan a una época en la que las mujeres se reunían con el telar, la rueca, a cocer. Se cuentan historias mientras tejen y ahí es donde me parece que tiene toda la lógica del mundo que, si tienes los hilos y las hebras en las manos, lo que tú hablas y tus historias acaben teniendo también el sello de lo textil. Por eso todas estas metáforas y estas ideas y todas las mitologías de las mujeres con el hilo como Ariadna o Penélope tejiendo como forma de intervenir esa realidad y de contar su propio relato”.

Así, de la mano de las acuarelas de Tyto y entretejiendo los recuerdos de su madre contando cuentos, Vallejo logra salvar del olvido el origen del libro.

PCL

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