Élmer Mendoza: “Tenemos que habitar el atrevimiento”

Entrevista

El escritor sinaloense habla sobre la escritura de las novelas protagonizadas El Capi Garay: El misterio de la orquídea calavera o La cuarta pregunta.

Élmer Mendoza, creador de 'El Capy' Garay y 'El Zurdo' Mendieta. (Foto: Paula Vázquez Córdova)
Jesús Alejo Santiago
Guadalajara /

La literatura del sinaloense Élmer Mendoza está repleta de historias alrededor del mundo del narcotráfico. Ofrece balazos y persecuciones, algo (o mucho) de sangre, convencido de que no puede escapar de la realidad en la que le tocó crecer no solo como ser humano, sino como escritor, sobre todo al ser parte de una de las colonias populares de Culiacán, conocida, precisamente, como “la Colpop”.

Sin embargo, una de sus apuestas principales está en la historia de los seres humanos, en sus propias preguntas al formar parte —quieran o no— de esos territorios de la realidad y, por encima de todo, está el lenguaje, la recuperación no solo de formas, sino la construcción de estructuras que “me permitan el vértigo que acompaña a los relatos y a la vida de los protagonistas”.

En los últimos años, Élmer Mendoza se ha dado una vuelta por los caminos de la literatura para jóvenes, con títulos como No todos los besos son iguales, El misterio de la orquídea calavera o La cuarta pregunta, las dos últimas teniendo como protagonista a El Capi Garay, un joven sinaloense de 18 años.

—Escribir para jóvenes, como con esta saga de El Capi Garay, ¿es un riesgo que asumes como escritor?

Sé que tengo lectores de la saga de El Zurdo Mendieta, que leen esta novela, y sé que es un riesgo, pero debe ser parte de la carrera de un escritor. El creador que se mantiene en su zona de confort está muerto, tenemos que habitar el atrevimiento. Soy un novelista, mi obligación es escribir novelas y hacerlas bien. Me interesa romper esquemas, modificarlos, y en el caso de la novela juvenil también, para lo cual debo trabajar con mucho cuidado.

—¿Se ha transformado de alguna manera tu manera de escribir, de acercarte al proceso literario?

No percibo si ha variado algo, porque tengo los mismos maestros. Cuando tengo alguna dificultad acudo a las mismas lecturas: Rulfo, Fernando del Paso, Rubem Fonseca, Cervantes… En estos maestros encuentro la posibilidad de que me vuelvan a enseñar y me vuelvan a dar la fuerza que requiero en el proyecto en el que esté trabajando, porque hay días oscuros en los que me pregunto: ¿y ahora qué hago?

—¿Cómo observas tus procesos creativos en la actualidad?

Desde hace unos cuatro años he encontrado en la música formal, en la música clásica, un instrumento para reforzar mi capacidad de trabajo, mi manera de pensar la literatura, pero hablo de cosas sencillas, como una palabra, un párrafo, un capítulo… Escucho a John Cage, pasando por los grandes de la música clásica.

Hay una cosa que también estoy haciendo ahora: voy a cumplir dos años como parte de un club de conversación en inglés, tengo un maestro americano, porque quiero aprender a dar conferencias en inglés y parte de los ejercicios es escribir párrafos en inglés o medios capítulos. Es algo que me mantiene muy despierto.

—La parte musical ¿fue un hallazgo o un reencuentro?

En el caso de la música formal creo que es un hallazgo y, en el caso de la ópera, es un reencuentro, porque tuve algunas experiencias cuando era muy chico con ese género gracias al cual me quedaba dormido.

Sigo escuchando rock clásico, que he escuchado siempre. Creo que de algunos músicos que no me gustaban he hecho una valoración de respeto. Por ejemplo, de Los Beatles. Me gustaba John Lennon por su atrevimiento, pero ahora los cuatro me interesan y Ringo mucho más, porque pienso en un baterista que debe seguir a los otros; no cualquiera puede hacerlo.

—¿Cómo escuchamos la música formal dentro de una historia?

Creo que es parte de mi aspiración a la perfección. No tengo otra explicación al hecho de que se haya conservado y por qué podría ser interpretada lo mismo por un pianista que por una orquesta sinfónica. Muchos países tienen uno o más músicos que los representan. Por ejemplo, no había apreciado la música de Revueltas de la manera en que lo hago ahora.

—¿Y la música norteña?

Siento una especial relación con la música de banda, sobre todo la original, la de mi tierra. El asunto con la música norteña es que la siento acá, como el rock, muy adentro, y tiene que ver con mis mayores.

Un día, Eduardo Antonio Parra, Miguel Ángel Chávez y yo tuvimos una experiencia increíble. Fuimos a la feria de la Universidad de Nuevo León. Habían hecho un libro sobre uno de los cantantes de El palomo y el gorrión y nos invitaron, nos dieron una mesa enfrente, y cuando aparecieron los músicos apareció el señor y cantó, y lo sentí muy adentro. Veía a Parra y a Miguel Ángel y veía que sentían lo mismo: tenía que ver con nuestra niñez, con nuestros mayores.

Mil jóvenes con Élmer Mendoza

5 de diciembre,16:30 horas
Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías

ÁSS

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