Por Gerardo Herrera Corral
George Smoot es autor del libro Arrugas del tiempo, editado en español por Grano de Sal. Este es una crónica fantástica —de lectura obligada para los que quieren actualizar su formación—, donde se relata la historia de uno de los descubrimientos más importantes en la segunda mitad del siglo pasado: la estructura que se puede ver en la luz que salió del Universo cuando era muy joven. A esta luz primordial se la llama Radiación Cósmica de Fondo y es la muestra más contundente de que el Universo se originó en una Gran Explosión hace 13 mil 800 millones de años.
George Smoot ha visitado México muchas veces. En esta ocasión, vino a la ciudad tapatía para participar en la FIL Guadalajara 2018. Su presentación marcó con glamur el programa científico del evento más importante en el mundo de las letras. En una charla, y acompañado por el gran comunicador de la ciencia, José Gordon, se refirió al más reciente descubrimiento de la física: la observación directa de ondas gravitacionales. Y es que, el 14 de septiembre de 2015, a las 5:51 de la mañana, una extraña señal fue captada en las dos estaciones experimentales de la colaboración LIGO en Estados Unidos. Después de un intenso análisis de los datos que fueron registrados por el grupo de investigadores, se anunciaba, cinco meses más tarde, la primera observación directa de ondas gravitacionales.
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La fuerza de gravedad es tan común como misteriosa, es distinta de otras fuerzas en la naturaleza y es la más familiar para nosotros. Lo curioso es que quizás en esa cotidiana relación que tenemos con la fuerza gravitacional se esconde la clave que permitirá alcanzar el conocimiento completo y profundo del Universo.
Cuando se las anunció todos se apresuraron a decir que, nuevamente, Einstein tenía razón, pero la verdad es que en 1936 el científico más famoso en la historia de la física le escribía a su amigo Max Born para decirle que, junto con su colaborador Nathan Rosen, había llegado a la interesante conclusión de que las ondas gravitacionales no existen. En 1938, Einstein llegó nuevamente a la conclusión de que estas perturbaciones del espacio-tiempo no pueden formarse en nuestro universo. Einstein se equivocó en su análisis porque las ondas gravitacionales existen y fueron detectadas por el experimento LIGO. El gran hallazgo ya fue reconocido con el Premio Nobel de Física en 2017.
George Smoot dedicó toda su vida a medir la temperatura del Universo. En abril de 1992, después de muchos años de estudio, mostró en una conferencia la imagen que es la más significativa de las fotografías científicas. El mapa de temperaturas del Universo, en colores que delatan pequeñas diferencias en distintas regiones del cielo, le valió el Premio Nobel en 2006. Sus resultados fueron la demostración contundente del modelo que explica nuestro origen. Más aún: la información contenida en ese mapa térmico explica la evolución cosmológica que acabó por formar el Universo como lo vemos hoy.
La crónica de ese gran descubrimiento está disponible en español gracias a la labor editorial de Tomás Granados en Grano de Sal.
vmm