La ciencia ficción no habla del futuro

Cosas de niños

Raquel Castro nos regala un breve panorama de la ciencia ficción , un género que "se conecta fácil con los lectores jóvenes"

Portada de 'Animal verdadero', de Rafael Villegas. (Foto: Paula Vázquez)
Raquel Castro
Guadalajara /

Jueves por la tarde. Tuve la enorme oportunidad de moderar una mesa sobre ciencia ficción en la que participaron tres autores maravillosos: Marissa Meyer, César Mallorquí y Manel Loureiro. Loureiro (1975) era abogado antes de dedicarse de lleno a la literatura. Es autor de la serie Apocalipsis Z, de zombis, que comenzó como un blog. Ha sido traducida a más de veinte idiomas. Meyer también nació en 1975; es norteamericana y muy famosa por la serie Crónicas lunares, que retoma a personajes de los cuentos de hadas clásicos, pero en un entorno futurista; Mallorquí (nacido en 1953) es considerado en su natal España como “toda una institución” (en palabras de Manel Loureiro), autor de más de veinte libros y, de hecho, hijo de uno de los pioneros de la ciencia ficción ibérica.

 Escucharlos a los tres juntos fue una gratísima experiencia para mí, y creo que lo fue también para el público asistente, sobre todo porque la plática giró en torno a la relación de los jóvenes con la ciencia ficción. Todo comenzó con una reflexión de Mallorquí que me acompaña hasta este artículo: la ciencia ficción no habla del futuro sino del presente, porque el futuro que proyecta se basa en los miedos y deseos del momento en que se escribe. Quizá sea precisamente por eso que el género conecta tan bien con los lectores adolescentes y jóvenes: puede dar forma a sus esperanzas y temores pero, por oscuros que sean estos últimos, siempre está ahí la promesa de que habrá un mañana. No solo eso: al hablar sobre esos futuros ominosos, también se abre la posibilidad de cabiarlos. A fin de cuentas, la ciencia ficción no es profecía, ni su valor depende de si se cumplen o no los escenarios que plantea. Por eso no es importante si, al llegar el siglo XXI, los avances tecnológicos del mundo real eran los propuestos por 2001: Odisea del espacio, la novela de Arthur C. Clarke (spoiler: no lo eran), así como no va a dejar de ser buena la película Blade Runner de Ridley Scott cuando lleguemos a la fecha en la que se supone que transcurre (noviembre de 2019) nada más porque no tenemos todavía autos voladores y androides hechos de carne y sangre. Y, en cambio, muchos cuentos y novelas de ciencia ficción ponen sobre la mesa temas y situaciones que valen mucho la pena. 

Un ejemplo: la novela Quién teme a la muerte, de Nnedi Okorafor, publicada por Océano. En apariencia, se trata de una típica novela juvenil: la protagonista es una adolescente con poderes especiales que debe descubrir cómo usarlos y cuáles son los costos de emplearlos mal. Pero lo interesante es que se trata de una historia post apocalíptica que ocurre en una realidad en la que África no fue diezmada y esclavizada por los europeos y donde la magia y las costumbres tradicionales del Sahara se dan la mano con elementos futuristas en una historia poderosa y crítica de los roles tradicionales de género. 

En un tono completamente distinto, pero con resultados similares (en el sentido de que atrae a los y las adolescentes y los pone a reflexionar sobre temas que solemos dar por sentados) está la saga ya mencionada de Marissa Meyer. En apariencia se trata “nada más” de cuentos de hadas puestos “al día”, pero más allá de esa primera lectura hay personajes femeninos complejos, interesantes y que se salen de los estereotipos. 

Para terminar, otra novela de corte post apocalíptico retrofuturista: Animal verdadero, del mexicano Rafael Villegas, publicada en 2017 por Ediciones B. En este libro, donde el personaje principal es un asesino de 17 años, se habla de una guerra nuclear y de la decadencia que enfrenta tras ella el país perdedor; pero, de alguna manera, también se aborda la desolación que enfrentan muchos jóvenes de hoy.

Todavía hay muchos que piensan que la ciencia ficción es una literatura escapista, que ayuda a negar la realidad y evadir los problemas. Va siendo tiempo de verla con otros ojos y reconocer el aquí y el ahora en ella. Y fomentar que los lectores adolescentes lo hagan también.


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