Leonardo Padura: “La pandemia nos ha mostrado lo débiles que somos”

FIL Guadalajara 2020

Considerado uno de los escritores contemporáneos más importantes, ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015, en entrevista exclusiva el autor de Como polvo en el viento se refiere a las circunstancias que vive el planeta.

El escritor cubano Leonardo Padura. (Foto: Alejandro Ernesto | EFE)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

El narrador cubano Leonardo Padura, galardonado con la Medalla Carlos Fuentes y quien este mediodía dictará la conferencia inaugural del Salón Literario en la edición virtual de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, habla en entrevista con MILENIO de diferentes temas de actualidad, entre ellos de la pandemia, la amistad y de su novela Como polvo en el viento (Tusquets, 2020).

—Muchas veces imposibilitado para viajar, esta pandemia lo llevó a quedarse en casa y atender sus responsabilidades, ¿cómo ha experimentado este periodo?

En la parte profesional no ha habido muchos cambios. Cuando empezó a hacerse evidente que venía un tsunami que podía barrernos, estábamos en Quintana Roo haciendo la promoción de Rostros de la salsa. Entonces hice la revisión final de Como polvo en el viento, la terminé por el mes de mayo, hicimos todo el trabajo de correcciones. A partir de ahí he hecho otros trabajos pequeños, pero necesarios: he dado cursos, escrito prólogos, he hecho un poco más de periodismo y empecé a investigar para una nueva novela. En el plano de lo profesional pocos cambios.

En el plano de lo social, incluso de lo laboral, hay muchos cambios, porque una parte de lo laboral tendría que ser esta entrevista mirándonos la cara, no por teléfono… tenía un viaje a Argentina, Chile y Uruguay a hacer la promoción del libro y tampoco podré ir.

Ha cambiado mucho también mi vida social. Cuando logro ir a comer con los amigos, tenemos que regresar corriendo porque a las siete de la noche ya no se puede estar en la calle, por el confinamiento. Me han afectado los cambios en esta manera de socializar que practicábamos y como dice mi personaje de Mario Conde: sentarme con los amigos a hablar, aunque sea a hablar mierda.

—¿Qué tanto pesa la realidad circundante al momento de hacer ficción?

Uno tiene que tratar de abstraerse de este mundo que lo rodea, porque tiene que vivir en el mundo que está creando en la novela. Una definición posible de una novela es la creación de un mundo donde todas las leyes físicas y sociales tienen que funcionar para que pueda ser coherente: los personajes, sus maneras de actuar, el contexto que describes, la época en la que te mueves, la propia estructura de la historia que estás contando, la manera en que utilizas el lenguaje, las perspectivas: una serie de elementos que deben funcionar como un engranaje que crea y mueve ese mundo.

El mundo exterior tú tienes que verlo, observarlo, estudiarlo, si es posible analizarlo, porque puede servirte para analizar lo que estás escribiendo, pero a la vez tener una mirada que te permita establecer una cierta distancia para poder ver las verdaderas perspectivas de ese mundo. Es como cuando vas a un museo, ves un cuadro, te acercas mucho y ves un solo detalle… en algún momento necesitas tomar distancia para ver el conjunto. Con respecto a la realidad pasa lo mismo. Ya en el plano de lo individual, de tu papel como ciudadano, es inevitable que esté con la nariz pegada al cuadro, porque es lo que estás viviendo todos los días.

—La novela Como polvo en el viento, ¿hasta qué punto le permitió hacer una revisión de su propia actitud ante la revolución y ante la idea del exilio?

Esta es una novela que transcurre en un periodo de 25 años, y en 25 años ocurren muchas cosas. Pero que ocurren por asuntos anteriores y todo eso que sucedió en ese tiempo van a tener consecuencias en los años posteriores. Siempre abarca mucho más espacio en la historia del que específicamente aborda el libro. Eso me permitió hacer una reflexión sobre lo que ha significado el exilio para la vida cubana, lo que significó el proceso revolucionario para una generación como la mía, que llegó a un momento de su madurez intelectual cuando tenía 30, 35 años, y ese mundo en el que estaba viviendo empezó a deshacerse y los obligó a tomar decisiones y a tomar acciones para las cuales ni siquiera tenía idea de cómo podía resolverla.

Se dice que en esos años 90, en los momentos más difíciles del periodo especial, en tiempos de paz, la solución que teníamos era ver las cosas con un cierto humor, con una cierta ironía, que no había tantos problemas. Realmente los problemas que teníamos solamente eran tres: el desayuno, el almuerzo y la comida. Te podrás imaginar de qué manera altera la vida de una persona cuando tienes que preocuparte cada vez que estás comiendo sobre qué vas a comer la próxima que tengas hambre, porque no sabes si va a haber o no. Y todavía hoy se sigue hablando de que llegará ese futuro mejor.

—La amistad está muy presente en su literatura y es el eje de Como polvo en el viento

Hay un elemento que es importante: las distintas culturas, las características nacionales, tienen mucho ver con la manera en que se expresan las relaciones humanas. Cuando leo las novelas de Mankell, el creador de Wallander y veo sus relaciones con la gente que los rodea, me parece que todo es muy frío y es parte de una cultura que es así, en la cual, por condiciones históricas o climáticas, la gente vive muy hacia adentro, muy en su propio mundo.

Sin embargo, en culturas como las nuestras, en el caso de México que tiene una cultura caribeña, como la de Cuba, somos gregarios, nos gusta vivir la vida rodeados de gente, en espacios públicos o convertir nuestras propias casas en espacios público. Todo eso que tengamos una relación con las personas mucho más intensa, mucho más necesaria. Por eso, en estos personajes la práctica de la amistad es muy importante. Mario Conde no sería nunca el personaje que es sin el grupo de amigos que lo rodean. Esos amigos son su complemento, no solo literarios, sino también humanos.

En Como polvo en el viento ocurre lo mismo: los personajes viven en función de esa cofradía que han creado, que ellos llaman “el clan” y en la cual se complementan y encuentra la manera de ser las personas que realmente son, no como individuos, sino como individuos en relación con otros, siempre en ese contacto estrecho, armónico, dinámico, que establecen entre ellos.

—Suele decir que necesita a Cuba para su escritura, pero ¿hasta qué punto Cuba, como sociedad, como identidad cultural, ha reconocido su mirada literaria?

Por la parte institucional, creo que tengo la mayoría de los reconocimientos posibles. Hay un premio que se da a los mejores libros del año, el Premio de la Crítica: hay un escritor que lo ha ganado tres veces, yo me lo he ganado ocho. Desde 2012 soy Premio Nacional de Literatura y creo que he sido de los más jóvenes en haberlo obtenido. En la relación con los lectores, mis libros circulan prácticamente todos. La transparencia del tiempo, por problemas de carácter económico no se ha publicado, ha circulado en ediciones pequeñas. La gente en Cuba me reconoce como escritor.

Lo que pasa es que no hay una coherencia real entre ese reconocimiento institucional y la cercanía de los lectores. Acá en Cuba he hecho más entrevistas para medios mexicanos más de las que hago todo el año para medios cubanos, no se le da promoción a mi trabajo, a pesar de que tengo estos reconocimientos institucionales: nunca salgo en la televisión, esporádicamente en la radio o en la prensa escrita, aunque sigo haciendo mi trabajo, la gente sigue leyendo mis libros.

—¿Cambiaremos como seres humanos después de esta pandemia?

Mi deseo sería que entendiéramos mejor hasta qué punto los seres humanos, los supuestos triunfadores de esa larga lucha de la evolución por el dominio del planeta, esta pandemia nos ha demostrado los débiles que somos: una pequeña molécula, fea, con unos pinchos, nos ha puesto en jaque. Ha cambiado las relaciones personales, ha destruido las economías, ha puesto en crisis los sistemas políticos, y que salgamos de estos con una conciencia mayor de que somos la especie triunfadora, pero eso no quiere decir que somos la especie superior.

Todos debemos tener un espacio, una dignidad en nuestra forma de vivir la vida: que nos dé una lección de modestia. Esa sería mi aspiración, vamos a ver si es posible. Están ocurriendo cosas trascendentales en el campo de la ciencia, en el mundo de la política: ojalá que estos periodos de aislamiento y de gran miedo que hemos vivido pasen lo más rápido posible, gracias a las capacidades de los seres humanos.

Apertura del Salón Literario

Leonardo Padura

Domingo 29 de noviembre; 12:00 horas

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