A unos días de que la poeta estadunidense Louise Glück reciba el Premio Nobel de Literatura, seguramente a distancia, su obra fue puesta a discusión dentro del Salón de Poesía de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en donde Jorge Esquinca aseguró que más allá de reflexionar sobre quién merecía más el galardón, Anne Carson o Glück, el Premio Nobel arroja una luz de faro sobre una poeta que no es menor que Carson.
“Simplemente es una poesía y una poeta que había estado trabajando lejos de esos reflectores que, por derecho propio, y con toda la gran calidad y capacidad, Carson se había ganado. Es muy importante que este nuevo reflector nos invite a leer y a traducir a esta extraordinaria poeta: Louise Glück”.
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Con la moderación de Hernán Bravo Varela, la poeta y ensayista argentina María Negroni ofreció algunos aspectos que permiten un mayor conocimiento sobre la trayectoria poética de la Premio Nobel, “como el modo de decir de la poesía, donde más allá del género de que se hable, el poema plantea un cierto tipo de relación con el lenguaje”.
“La poesía obliga a volver a pensar el mundo y lo hace a través de su trabajo con la lengua. Hay algo en ella que tiene que ver con la contemplación, con cierto recogimiento, que invierte la perspectiva de la mirada hacia adentro. Cuando ella se está enfrentando al árbol venenoso, a la fuente, a lo que ve y a lo que no ve… se está enfrentando al gran enigma de su propio ser. En ese sentido, es fundamental, pero no es solamente Glück, sino el poema escrito por quien sea. La poesía tiene que ver con la pregunta y la pregunta es fundamental en los problemas de crisis, más que las respuestas”.
En la conferencia “La obra poética de Louise Glück”, organizada por la Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura de la UNAM, Jorge Esquinca reconoció que en la poesía no hay un camino de una sola dirección: siempre es uno de doble sentido, en donde el poeta se asoma al mundo y, al hacerlo, al mirar con atención y descubrir o inventar las cosas que están ahí y no están, “también se dirigen hacia su propio interior, hacia ese otro microcosmos que existe en el interior de cada uno”.
“El descubrimiento y la invención es también de uno mismo. Es también de preguntarse cuál es el lugar en el mundo, qué estoy haciendo aquí: por comparación elemental con esas cosas que me rodean en el jardín también soy un ser efímero, un ser que morirá y esta es una de las constataciones que hace Glück al ver la vida de las flores que escribe en este jardín de las violetas, de los lirios, del iris, y al constatar la fugacidad de la belleza, constata también la fugacidad de su propia permanencia en la tierra”.
El iris salvaje es un libro en donde una voz poética, que está acompañada de una relación amorosa y rodeada de una serie de elementos de la cotidianidad más básica, se pasea por un jardín y conversa nada menos que con dios.
Eso es Louise Glück, a decir de María Negroni: confronta a un dios complicado, ausente, cruel y lo confronta, pero el libro nunca pierde la serenidad en su tono, aun cuando se está metiendo en un lugar que pocas voces contemporáneas asumen. “A Glück hay que leerla desde allí: es la poeta en su jardín”.
ÁSS