'Florencia en el Amazonas', un homenaje a García Márquez y a la libertad de las mujeres

Marcela Fuentes-Berain, autora del libreto de la pieza de Daniel Catán, habla en entrevista sobre la ópera basada en el universo de García Márquez, a propósito de su estreno en Bellas Artes y la MetOpera.

Marcela Fuentes-Berain, autora del libreto. (Foto: Jesús Quintanar)
Ciudad de México /

Florencia en el Amazonas es un viaje espiritual y un homenaje a Gabriel García Márquez y a la libertad de las mujeres, resume Marcela Fuentes-Berain, autora del libreto de la ópera de Daniel Catán, que revela que en su confección estuvo involucrado también Álvaro Mutis y hasta Werner Herzog.

“Para Florencia, lo que me importaron son las parejas de García Márquez, él era un gran observador de parejas, todas son muy importantes en su literatura; no hay un acercamiento a un amor ridículo; es un neorromanticismo, que es lo que está planteando ahora el feminismo, aunque siempre ha existido.

“Esta ópera de Daniel Catán tiene mucho de neorromántico en su música. Florencia está alrededor de mujeres que están buscando su libertad. Florencia, a través del amor que perdió, lo perdió porque dijo: ‘Tú me esperas y yo me voy a hacer famosa’, y luego se dio cuenta que ser famosa no era lo que le dotaba de identidad, por eso hay esta aria en donde ella dice: “No solo soy mi nombre”, por eso tiene que viajar de incógnito en el vaporetto El Dorado para llegar a Manaos”, refiere Fuentes-Berain (1955).

Tercera generación de escritores en su familia, con su abuelo Carlos G. Villenave y su madre Fernanda Villeli (María del Carmen Ofelia Villenave y Garza), una institución en las telenovelas, Fuentes-Berain acota que los personajes de Florencia y Rosalba no centraron su devenir en un hombre sino en el amor.

“Rosalba tiene pavor al amor, quiere ser mujer liberada del yugo de amor de la pareja. Se aleja de eso para ser la mujer que quiere ser, dice que escribe un ensayo biográfico (sobre la diva Florencia) pero está haciendo una novela, todo se lo inventa. La historia se refiere a estas mujeres cuya máxima meta no es la pareja, es el amor, que son dos cosas distintas”, expone la también autora de guiones de filmes.

No obstante, subraya que “Florencia no solo es una ópera de amor, sino también de muerte”.

Considera que se trata de la mayor obra de Catán, quien a su juicio se enfocó musicalmente en sonidos latinoamericanos, en “una reapropiación”, aunque haya quien diga que suena a Puccini o a Verdi.

Aclara que la historia no está basada en El amor de los tiempos del cólera, sino en todo el universo de García Márquez; ni es brasileña su protagonista, Florencia Grimaldi, pero sí simboliza a Latinoamérica.

“No hay una sola obra, es muy reduccionista decir que Florencia en el Amazonas está basada en El amor en los tiempos del cólera. A nivel de texto tuve que hacer un esfuerzo muy importante de englobar toda la obra de Gabo”, dice Fuentes-Berain en charla a propósito de los estrenos históricos del título en Bellas Artes el martes 8 de octubre, protagonizada por Dhyana Arom, y en la Metropolitan Opera House, el jueves 16 de noviembre, con Ailyn Pérez en el rol epónimo (se transmitirá en vivo desde Nueva York el sábado 9 de diciembre y podrá verse en el Auditorio Nacional y en salas de cine).

“Me divierte mucho que la gente dice: ‘Es que Florencia en el Amazonas es una adaptación de El amor en los tiempos del cólera’. Por favor. Ojalá, ojalá hubiéramos tenido los derechos para adaptarla, no los hubo. Para nada. Yo me basé en cuando Aureliano (en Cien años de soledad) se encuentra el galeón español abandonado en la selva al buscar un camino al mar; en todo lo fluvial de la ópera me basé en la relación de todos los Buendías y otros personajes. La ópera es un homenaje a García Márquez”.

También reivindica la autoría del personaje ausente en la ópera, el cazador de mariposas Cristóbal Ribeiro da Silva, el amor que abandonó Florencia Grimaldi para ir a Europa a triunfar como cantante.

“Supe de un brasileño que se llamaba Cristóbal Ribeiro da Silva, que cazaba mariposas. Y me pareció muy hermoso que Florencia hubiera descubierto su erotismo a través de las manos de él, que sabían tocar suavemente lo que es una mariposa No son las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia”, dice Fuentes-Berain mientras muestra una mariposa verde en una caja de cristal, que le sirvió de inspiración.

“Las mariposas verdes son difíciles de ver. En toda esta imaginación desaforada mía, en la que sí me apoyaba siempre mi maestro (García Márquez), le dije: ‘¿Qué tal que en las minas de esmeralda hubiera este tipo de mariposas y le llamamos la mariposa Muza, porque el lugar donde están las esmeraldas en Colombia se llama Muzo. La gente habla mucho del narcotráfico, pero ha habido más muertos por las esmeraldas por el tráfico ilícito que por la cocaína en Colombia. En Florencia y en toda la obra de Gabo, el paisaje, la naturaleza, es un personaje principal, no es telón de fondo”, comenta.

Incluso revela la influencia de otro colombiano en la manufactura, Álvaro Mutis, que asesoró la ópera como condición de su compatriota, e incluso reconoce a Maqroll el Gaviero en el personaje del Capitán, “enamorado de la vida y de su trabajo” para quien disfrutar lo cotidiano era lo más importante.

“Mutis y Gabo eran muy amigos. Álvaro nos dio toda la cuestión de la especificidad del Amazonas: el color del agua cuando hay bagre, que es más arenoso, más de la tierra, del lodo; hay una parte donde están los delfines rosados (botos) y ahí toda el agua es rosada; donde hay pirañas el agua es negra...”

Revolución cultural

Cuando las casas de Houston, Los Ángeles y Seattle encargaron una ópera a Catán después de que estrenó en 1991 La hija de Rappaccini, basada en la pieza de Octavio Paz y con libreto de Juan Tovar, se dio el acercamiento entre el músico y el escritor colombiano a través de su alumna, Fuentes-Berain.

“La idea surgió de mí; se la presento a mi maestro, que Catán quería hacer una ópera, y García Márquez puso varias condiciones. ‘Si quieren hacer este proyecto, quiero que tú lo escribas’, me dijo. Y le contesté: ‘Yo no hago óperas’. ‘Sí lo vas a hacer, yo te voy a ayudar’. Y empecé a entrenar mi oído. García Márquez y yo pensamos en el barco de El Dorado y ya él dio la autorización para que se hiciera algo con su nombre, porque obviamente lo que se vendía no era ni la música de Catán ni mi libreto, era el nombre de García Márquez involucrado en el proyecto. Y luego Mutis se hizo muy amigo de Catán.

“Fue toda una revolución cultural. Era: vamos a lanzarnos a cantar una ópera en español, en mexicano, como usted escribió en alguna entrevista, porque hay mucha cuestión mexicana, lenguaje vivo. Florencia canta en español, eso es muy importante; en boca de García Márquez es uno de los homenajes más grandes a nuestro idioma, él verdaderamente era cuidadoso en usar todas sus palabras”.

La escritora recuerda el estreno mundial en el teatro Wortham de Houston el 25 de octubre de 1996, porque ese día su padre cumplía 80 años. Desde entonces, ha atestiguado numerosas puestas en escena en diferentes países, incluso una alemana en Heidelberg donde la acción transcurría en un manicomio.

En Bellas Artes, donde se estrenó en 1999 en versión concierto, la ópera tendrá cuatro funciones el 8, 10, 12 y 15 de octubre, con montaje de Enrique Singer y con Iván López Reynoso como director concertante. En la MetOpera, la producción será de Mary Zimmerman y Yannick Nézet-Séguin dirigirá.

Fuentes-Berain cuenta que el nombre de “Florencia” lo inventó porque el Teatro Amazonas de Manaos es florentino y brota de la floresta. Su heroína vuelve a la ciudad amazónica brasileña y se embarca desde el puerto de Leticia, Colombia, en el vaporetto El Dorado, buscando a Cristóbal Ribeiro da Silva.

La ópera de Houston la envió a ella y a Catán a Manaos, al Amazonas, para la confección de la obra, y durante ese viaje constató que había barcos varados en medio de la selva, como en el filme de Herzog.

Reconoce también la correspondencia de la historia con la película Fitzcarraldo (1982) y relata que alguien le contó a Werner Herzog sobre el montaje y la construcción del vaporetto El Dorado, donde se funden las historias de los siete personajes de la ópera, y el cineasta acudió a ofrecer su ayuda al teatro.

“Herzog fue a visitar el vaporetto para el estreno en el teatro Wortham, se corrió la voz que se estaba construyendo y que era un problema económico, entonces costó un millón de dólares. Y presentaba dificultades en escena, porque no podíamos ver a la gente salir del vaporetto, te quitaba libertad.

Y a propósito del cine, comenta que le llevó alrededor de año y medio la escritura del libreto, el único en el que ha trabajado hasta ahora aunque tiene algunas propuestas, y como mujer de cine, admite que es muy cinematográfico, aunque tuvo que aprender a narrar también a partir de los sonidos y la música.

“Yo vengo del cine, sí era como contar un cuento, pero mi formación es de cine: estoy acostumbrada a narrar con los ojos: esta experiencia con mi maestro Daniel Catán fue aprender a narrar sonoramente, no con diálogos o parlamentos, que pertenecen al mundo del teatro; en la dimensión de la ópera tuve que aprender a pensar a través de una imaginación auditiva y sonora, que eso ya lo tiene García Márquez en su obra; él decía que Cien años de soledad son 450 páginas de vallenato”, comenta.

Rosalba es uno de sus alter ego, a la que le pone muchos “cuatros” para que se esté “constantemente espejeando” con Florencia. Y ve en Riolobo una suerte de Melquíades de Cien años de soledad.

“A mí me encantan los personajes masculinos, empezando por Riolobo, que es eterno, no se destruye, solo se transforma, es el más viejo de ahí y sabe todo lo que va a pasar y va pasando. Y al mismo tiempo tiene una actitud complemente zen budista, diría yo, en medio de la floresta. Es un Melquíades, es un sabio, un alquimista. Ese personaje me encanta, a veces es difícil para los directores, no para los cantantes, los cantantes sí entienden que Florencia es un viaje espiritual de los que van en el vaporetto y que el que está como mentor, chamán, como usted quiera, el que guía ese viaje espiritual es Riolobo”.

—¿Cómo se siente que 27 años después Florencia regresa a Bellas Artes y llega a la MetOpera?

Más contenta no puedo estar. Sí me entra el nervio. Para mí, Bellas Artes es el teatro de mi país, mi papá me llevaba de la mano ahí, y yo me ponía los vestidos más bonitos. Es donde vi a Juan Gabriel, mi Juanga adorado, es donde sucede la cultura de mi ciudad y de mi país. Pero, en la MetOpera hay una simbología por el idioma, por nuestro idioma, el mexicano; el español es el segundo idioma que se habla en Estados Unidos y se agarran de nuestro idioma para el racismo, como la tiranía franquista. Y que se cante ahora ahí la ópera de un compositor mexicano, en español, es algo muy importante para Latinoamérica. Acuérdate lo que dice Gabo en el inicio de Cien años de soledad: “...el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo”.

—¿Quién es ahora Daniel Catán para usted?

Vamos a ser rulfianos: yo no lo considero muerto, en el sentido de que ya no está: está. Cada que escucho la música, ahí está Catán. Tuvimos una amistad muy hermosa, mucha cercanía.

—¿Considera Florencia en el Amazonas la mayor obra de Marcela Fuentes-Berain?

Hay muchas cosas mías que me gustan. Pero, disfruto tremendamente Florencia, es mi obra más conocida. Hay cosas underground que he hecho que no las conoce nadie. No he perseguido ideales comerciales. Florencia es un regalo que la vida me da, tengo gran, gran suerte, a mí me va bien en la vida con esta obra, pero tengo muchos otros trabajos.

PCL

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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