Gisela Leal lo niega, no cree ser famosa, ni rebelde, ni nada. Sin embargo es inevitable que lo sea. Con tan solo 24 años presentó El club de los abandonados (2011) y se convirtió en la escritora más joven publicada por Alfaguara. Pero no solo eso, miles de lectores comenzaron a seguirla y la crítica literaria se puso a sus pies.
La escritora (Monterrey, 1987) charla con MILENIO sobre La soledad en tres actos (Alfaguara) un libro extraño, de 600 páginas, en el que reta estructuras literarias.
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¿Consideras que eres rebelde o punk para el mundo literario?
Son dos adjetivos con los que no siento identificada, aunque creo que una obra literaria, así como cualquier acto de creación, cual sea el estilo que tenga o la temática que aborde, es por sí solo un acto de rebeldía, de inconformismo, de buscar un camino distinto del que el mundo le ofrece.
¿Te gusta jugar con las formas en la literatura?
Una página en blanco es como tener un parque de diversiones infinito.
¿De qué va tu nueva novela?
En principio va de la misma obsesión de la que han ido las anteriores: ¿de qué se trata este entretenido juego al que llamamos vida? También trata sobre muchas temáticas que siento urgentes para los tiempos que corren, aunque son también las mismas que han dominado la historia de la civilización: el poder, el placer, la debilidad, el miedo, la corrupción, el deseo, la pasión, y todo lo que esto nos puede llevar a hacer. Diría que es uno más de mis intentos por entender qué somos y por qué somos así.
¿Esta novela es un reto al lector y al mercado?
Ese es parte del encanto de la literatura: que te da carta blanca para hacer con ella lo que quieras. Por otro lado, me resulta imposible pensar en la idea de escribir teniendo al mercado como referencia. Entiendo que hoy muy, muy pocas cosas, ya casi nada, está a salvo de que su existencia dependa del ‘mercado’, pero me gustaría pensar que la literatura es una de esas muy, muy pocas cosas. Si Proust o Tolstoi o muchos otros se hubieran puesto a pensar si alguien soportaría leer una novela de 2 mil páginas, hoy no tendríamos muchas de las obras más importantes de la literatura.
De El club de los abandonados dijiste que fue como vomitar contra los adultos. ¿Qué detonó La soledad en tres actos?
Tal vez en este caso fue como vomitar hacia nuestra sociedad y, por ende, hacia nosotros mismos. Esta obra nació, quiero pensar, desde un lugar más maduro, de asumir responsabilidad en lugar de adjudicarla o buscar culpables. Tenía 16 años cuando comencé a escribir El club…, me parece normal que buscara responsabilizar a los adultos, a la suerte, al mundo entero, menos a mí. En el caso de La soledad…, una década después de esa primera novela, creo que era hora de que me diera cuenta de que somos nosotros y nadie más los que estamos a cargo del destino de nuestra vida y de nuestro mundo.
Usas parte de El jardín de las delicias (del Bosco) en la portada. ¿Qué es lo que quieres decirnos?
La imagen de la portada es el panel central del tríptico, la Tierra. A la izquierda está el Paraíso, a la derecha el Infierno. En la Tierra están todos los placeres y deseos, lo que en cualquier mente puritana es sinónimo del pecado. Muchos personajes de La soledad… y de la sociedad en la que existe son dominados por estos instintos, que no necesariamente tendrían por qué ser buenos ni malos sino simplemente lo que son: parte de nuestra humanidad. Creo que, con mayor o menor éxito, vamos por la vida tratando de dominar nuestras pasiones antes de que estas nos dominen a nosotros, y ese es gran parte del reto de este juego: emanciparnos de estas poderosas fuerzas.
¿Qué preguntas quieres hacer?
La intención final es entender y, precisamente, para entender es necesario hacer preguntas. ¿Cuáles? Todas las que sean necesarias. Hay muchas cosas que se intentan decir entre estas páginas, una de ellas, como menciono antes, es el tema de las pasiones, las ilusiones y el deseo, eso que nos puede dar la fuerza para mover montañas y ser la mejor versión de nosotros mismos, aunque también nos pueden hundir en lo más profundo y destruirnos.
¿Por qué en tus novelas incluyes crisis, soledad, suicidio, caos?
No es algo que haga de manera consciente; cuando dejo andar mi tren de pensamiento, este me lleva a escenarios así. Tal vez porque me parecen terrenos más fértiles para explorar las emociones, o tal vez porque tengo más actividad en el hemisferio derecho de mi corteza prefrontal que en el izquierdo. O tal vez es que simplemente tengo una tendencia neurótica.
Ahora tocas temas como la maternidad, la paternidad, ¿por qué?
Por un lado, porque muchos de mis amigos y contemporáneos están explorando esta faceta, pero también porque siempre he creído que la maternidad y la paternidad son, por mucho, lo más retador a lo que cualquier ser humano puede enfrentarse. Saber que la vida y el destino de un ser humano está completamente en tus manos me parece como cargar el mundo entero y así lo es: uno es responsable del mundo entero de alguien más.
¿Es un reto romper la cuarta pared entre narrador y lector?
En mi caso el reto es lo contrario: contener al narrador en sus límites y que no termine invadiendo territorios ajenos, como suele hacerlo. Romper la cuarta pared es lo que me viene más natural porque teniendo una conexión directa e íntima con el lector es cuando siento que nos entendemos mejor.
Tienes una legión de fans. ¿Esto te exige, te preocupa, te causa algún sobresalto?
Si lo dices por mis cinco lectores y medio, quiero pensar que podré soportar el peso de sus expectativas.
hc