Dulce Pinzón es una artista de la llamada fotografía construida o escenificada. De ahí que su serie Superhéroes. Latin Inmigrants who Make New York (Superhéores. Inmigrantes latinos que hicieron Nueva York) incluya no solo migrantes de Puebla, Veracruz, Guerrero y otros estados mexicanos, sino que sus retratos estén construidos satíricamente con elementos de las culturas popular estadunidense y mexicana. Como puede verse acá arriba, cada persona retratada lleva puesto un traje de héroe. El Repartidor circula vestido de Superman por las calles de Manhattan. La imagen es graciosamente irónica pues el poblano Noé Reyes no posee un físico especialmente poderoso: es pequeño de estatura y todo parece costarle trabajo, incluso pedalear en su bicicleta para cumplir con su trabajo. ¿Habrá tenido conciencia de esto cuando se vio por primera vez ante el espejo enfundado en el traje que le compró, o mandó coser, la propia Pinzón? Lo ignoro, pero lo imagino sonriendo con ese humor popular tan característico de nuestra cultura popular.
Catwoman te cuida a tus niños
Pinzón define este proyecto —iniciado hacia 2005 y concluido con un libro publicado primero en inglés y luego en español (RM, 2012)— como “retratos ambientales de las personas que desde los Estados Unidos, en particular en la ciudad de Nueva York, ayudan económicamente a sus comunidades […] y significan una importante fuerza […] en el desarrollo de ambos países”. Tras el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, en 2001, la artista comenzó a cuestionarse el concepto de héroe. Lo que rifa en este mundo es lo espectacular. Lo sabemos. Por eso la defeña Dulce Pinzón (1974), llegada como estudiante migrante a Estados Unidos en 1995, quiso mostrar, homenajear en realidad, a nuestros héroes anónimos: los migrantes a quienes su país nunca ofrece empleo. En esta magnífica serie están representados veinte oficios, entre ellos la lavandera o Mujer Maravilla, la niñera o Catwoman, el limpiavidrios u Hombre Araña. Pinzón sintió la necesidad de crear conciencia sobre la cotidiana y no menos heroica labor de nuestros compatriotas expulsados por su país para construirse una vida económica en un país ajeno y racista. Los héroes no solo sacrifican sus vidas para salvar a otros, como ocurrió con las Torres Gemelas: también sacrifican su identidad y sus afectos para conferir dignidad a los suyos.
Lo que México no otorga a sus hijos
Hace unos meses, la dueña de una escuela de estética ubicada en Chimalhuacán, Estado de México, me decía que todos tenemos derecho a vivir con una mínima dignidad. Ella es hija de inmigrantes michoacanos asentados en la periferia miserable de la gran Ciudad de México. Sus padres tuvieron que construir su hogar con sus propias manos allá por los cincuenta, cuando la ahora Ciudad Nezahualcóyotl (entonces parte de Chimalhuacán) era un desierto lodoso atravesado por vientos inclementes. Ella y sus hermanos tuvieron que cubrirse las piernas, día tras día, con bolsas de plástico. Todo para caminar rumbo a la escuela, diminuta construcción a veces sin techo, por calles inundadas en tiempo de lluvias, del luego famoso “Nezalodo”. Ya ahí se despojaban de las “lujosas botas impermeables” y se ponían los zapatos. Su madre no dejaba que los niños comieran antes de las 6 PM, la hora en que los vientos se calmaban. Si por casualidad alguien sucumbía al hambre antes de ese momento, tragaba demasiada tierra con lombrices. Los mexicanos retratados por Dulce Pinzón pertenecen también a este tipo de mexicanos cuyo entorno —rural, semiurbano o completamente urbanizado—, es el de la pobreza o la miseria. Hace poco, el cronista Emiliano Pérez Cruz, quien popularizó el término Nezayork después de verlo en la pinta de una barda, me contó que su padre anunciaba todas las noches: “Niños, ¡apaguen las luces que voy a oír el radio!” Obedecían al instante porque bien sabían que los diablitos, ilegalmente colocados, no jalaban suficiente energía.
Historias del paraíso
La serie ha sido expuesta en varios países, quizá porque logra hacernos ver a ese trabajador esforzado salido de todos los rincones de México. En Estados Unidos el mexicano, créase o no, tiene fama de trabajador. Hasta mayo de 2013, Superhéroes… estuvo colgada en la Columbia University de N.Y. En México, Historias del Paraíso fue expuesta en el Museo de Historia Natural (ahora demolido) de Puebla, con la curaduría de Santiago Espinosa de los Monteros. Ahí la artista creó escenas ecológicas relacionadas con los animales disecados del recinto, protagonistas centrales de la serie. Esta misma serie fue exhibida en el Distrito Federal gracias a Patricia Conde, dueña de la galería de fotografía del mismo nombre. Ahora circula en español el volumen de la RM dedicado a los superhéroes mencionado antes. No se lo pierda.