En su infancia, Guillermo Fadanelli se enfermaba de gripas muy fuertes, pero las peleas callejeras y la práctica del basquetbol dejaron más huella en su salud: huesos rotos, una fractura de quijada que lo mantuvo 40 días con la dentadura ligada. Dolor más intenso, sin embargo, ha sido de la vesícula; incluso, le han pedido que se opere, pero su respuesta siempre ha sido la misma: “Prefiero que me abran con una navaja en un callejón durante un asalto”.
En ese contexto personal surge Stevenson, inadaptado (Literatura Random House), la historia de un personaje que jamás se ha enfermado, que durante la pandemia pasa un largo periodo en la habitación de un hotel mientras observa desde su ventana las transformaciones de una sociedad.
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“Mantengo cierta complicidad con el protagonista: no es una novela autobiográfica, pero sí coincidimos en buena parte de sus exclamaciones, de su vivencia, de esa necesidad de apartarse de los demás”, explica el escritor.
Se trata de una mirada extraña, la de quien nunca ha enfermado: Mario Stevenson –quien además se adjudica su apellido—ofrece esa mirada diferente, “soy reacio y detesto las miradas homogéneas, me gusta lo diverso”, dice Guillermo Fadanelli, quien prefiere la heterogeneidad y una mirada extraña para comprender más una situación o una contingencia sanitaria, como la que vivimos.
“No solamente desde la voz de los expertos o de la supuesta sabiduría de las estadísticas, sino también desde la experiencia personal, la mirada marginal o extraña. En eso reside la convivencia entre extraños, que son los habitantes de una ciudad; la pandemia fue un escándalo de tales dimensiones que limitó la libertad individual, sepultó la autonomía de las personas”.
Foto: Jesús Quintanar
En entrevista con MILENIO, el autor de libros como ¿Te veré en el desayuno?, Lodo, Hotel DF y El hombre mal vestido está seguro de que limitar el movimiento se convirtió en un acto autoritario, en especial pedir a las personas que se encerraran en sus casas.
“Un deber social de cualquier representante de una comunidad es dar la información suficiente, ofrecer las condiciones para proteger a los enfermos y respetar las concepciones que cada ser humano posee de vivir, de la muerte, del sentido que da a la enfermedad, porque dos personas que se enferman de un mismo virus pueden reaccionar distinto; el encierro ha modificado la vida psicológica de los individuos, nos ha convertido en otros y ha modificado nuestras costumbres cotidianas”.
El miedo como transformador
Stevenson, inadaptado apuesta por ser una mirada alternativa a lo que sucedió los últimos años, que para Fadanelli ha estado más cerca de lo religioso que de lo médico, sobre todo por “el excesivo cumplimiento de los rituales, aunque tampoco se trataba de ser un provocador inútil y sí de mantener las mínimas reglas de seguridad.
“Creo que se tornó un virus más estético, más religioso y, sobre todo, comunicativo. Fueron los medios de comunicación su vía preferida para expandirse y el miedo transformó las costumbres de las personas, que en unos 10 años se darán cuenta de los efectos secundarios que el virus causó”.
En una novela suele darse una relación entre el escritor y el personaje principal, por lo general ambigua, pese a escribir en primera persona la mayoría de sus historias, eso no quiere decir que esté escribiendo un ensayo o un mensaje ético al respecto de la sociedad, porque “una vez abandona mis manos, la interpretación del otro es la que se impone”, asegura.
“En realidad, a mí me gustaría que la sociedad fuera más reflexiva, más solidaria y más rebelde. Que buscara su bienestar a toda costa, porque así esa sociedad me dejaría en paz, no tendríamos que sufrir a los otros, habrían encontrado ya una forma política para vivir, una ética en la que coincidir. Escritores, artistas, las personas más sensibles podrían encontrar mayor libertad para vivir. No hay libertad sin límites, esos límites requieren de la crítica”.
La necesidad de no ser un provocador inútil es la que acompaña la novela: se trataba de molestar de buena manera a los demás y ver hasta qué grado es capaz de despertar en el otro no la furia, pero sí su descontento: “Siempre lo he hecho partiendo de la honradez, tenemos derecho a decir lo que pensamos, aunque no sea correcto; a veces la supuesta corrección nos convierte en ciudadanos dóciles, en personas acríticas”.
Un espejo de la realidad
A Guillermo Fadanelli suele gustarle más lo que no se refleja en un espejo, busca una perspectiva diversa de los acontecimientos que tienen lugar, en este caso, “en una ciudad tomada por el miedo”. Todo ello se da en las páginas de la novela de manera amable y gentil, “quizá intentando la polémica, más que el enfrentamiento testarudo”, explica el narrador.“Por ello, siempre he preferido las acciones a las palabras, porque el futuro es un barril sin fondo y ahí van a terminar nuestros proyectos, nuestras esperanzas y nuestras buenas ideas”.
hc