Gustav Klimt a la sombra de #MeToo

Los festejos para conmemorar los cien años de la muerte del pintor austriaco se han empañado por protestas encabezadas por grupos feministas que nadan a contracorriente de la libertad creadora 

Sandra Rivera
Berlín /

Gustav Klimt no fue considerado un artista sensual, sino pornográfico. Sus pinturas molestaron enormemente a los círculos de poder nazi y mortificaron a la sociedad puritana vienesa y, sobre todo, a los fieles católicos. Seguramente, algunas de sus obras serían hoy retiradas de la mirada pública, como ya sucedió con Hilas y las ninfas, de J. W. Waterhouse, exhibida todavía en la Galería de Arte de Manchester a comienzos de febrero; o el Thérèse Dreaming, de Balthus, en espera de resolución por las autoridades del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, que se rehúsan a retirarlo pese a las acusaciones de promover la pedofilia.

El futuro de El origen del mundo, que Gustave Courbet pintó en 1866 a petición del diplomático turco Kahlil Bey, en exhibición desde 1995 en el Museo de Orsay en París, aún es incierto: una mujer sin rostro muestra el oscuro y tupido vello púbico que cubre sus labios vaginales ligeramente entreabiertos. Un cuadro alarmante, en este tiempo de agitación social, de movimientos como #MeToo, férreos en su intención de erradicar las prácticas de agresión y acoso sexual en cualquiera de sus expresiones.

La gerente de recursos humanos de una firma financiera en Manhattan, Mia Merrill, lanzó la primera piedra sobre el MET. A finales de 2017 comenzó a recabar firmas porque a ella le parece que Thérèse Dreaming, “sin lugar a dudas está idealizando la sexualización de una niña”, escribió en un tuit, por lo que pidió apoyar este esfuerzo “si formas parte del movimiento #MeToo o si piensas en las implicaciones del arte en la vida”.

En Alemania, los actos conmemorativos por los cien años de la muerte de Gustav Klimt se vieron opacados por la ola de protestas de mujeres en Cottbus (Brandenburgo) y Kandel (Renania–Palatinado), alarmadas por el aumento de violaciones y abusos sexuales perpetrados por inmigrantes. Más de mil alemanas salieron a las calles, hartas de la permisividad de Angela Merkel y de su fallida política migratoria.

A lo anterior se suman las decisiones tomadas por los gobiernos locales y autoridades académicas de Berlín y Halle, las cuales, en un intento por legitimar la demanda social de evitar todo viso de ataque o discriminación sexual, optaron por sustituir un poema y una pintura que adornan las paredes de una universidad y una secundaria, expresiones que a una parte de la sociedad le parecen inapropiadas. Varios centros educativos alemanes han tenido que sucumbir a la emergente tendencia del arte inofensivo y replantear sus estatutos.

La intervención de intelectuales europeos en medios de comunicación alemanes, a últimas fechas, culminan en candentes debates, perdiendo su punto focal —los artistas y su obra—, con manifestaciones de indignación ante el ninguneo y la tergiversación que se está haciendo del arte.

La charla radiofónica entre la historiadora del arte austriaca Agnes Husslein y el titular de la revista cultural de la afamada estación Deutschlandfunk, el periodista y divulgador Stephan Karkowsky, transmitida el 6 de febrero, día del homenaje luctuoso al autor de El beso, refleja el viraje que las fuerzas sociales conducen sobre las expresiones artísticas.

Agnes Husslein, quien durante varios años trabajó para el Museo Guggenheim y dirigió la Galería Belvedere de Viena (donde se concentra la mayor colección de obras de Klimt), hizo referencia al hecho de que en la historia del arte abundan las representaciones icónicas de las mujeres. “Klimt es un ejemplo sobresaliente porque retrató la belleza femenina de manera única. Era un admirador fervoroso de las mujeres, pero no solo eso: también las respetaba. Esa cualidad es esencial en él. Klimt retrató principalmente a las señoras de la alta sociedad vienesa, damas de la burguesía judía, por lo que esa parte de su obra puede tomarse como un importante documento histórico del papel que ejercían las mujeres ricas de aquel entonces: ser vistas como la joya preciada de sus maridos. Eran ellos quienes encargaban y pagaban esas costosas pinturas. Por otro lado, Klimt trabajó con infinidad de modelos, que se paseaban desnudas por su estudio; la mayoría, mujeres de escasos recursos. Era consciente de ello y es bien sabido que les pagaba bastante bien y las trataba con enorme respeto”.

Karkowsky planteó lo sorprendido que estaría Klimt frente al debate actual sobre sexismo en el arte: “¿Qué pensaría el máximo representante del modernismo vienés sobre la decisión de censurar un poema en el que se compara a las mujeres con las flores y el autor se asume como su admirador? Esa admiración fue calificada por algunas mujeres en Berlín, en todo caso, como sexismo benevolente. Klimt no podría reproducir su obra en la atmósfera de hoy en día, como lo hizo en su tiempo: retratar mujeres parcialmente vestidas, con los pechos desnudos. Las imágenes serían invendibles, como una nueva película protagonizada por Kevin Spacey”.

“Un artista —acotó Husslein—tiene una posición diferente. No dudo que Klimt sabría cómo proceder porque era ante todo un hombre muy inteligente y consistente con su tiempo. Klimt cambió la imagen que en los 1900 se tenía de las mujeres. Logró hacerlo porque estaba al tanto de los nuevos escritos sobre psicología. Particularmente, conocía las teorías psicoanalíticas de Freud; no solo las estudió, supo interpretarlas y fue así como impregnó de simbolismo su obra. La obra de Klimt se caracteriza por sus extraordinarios elementos decorativos pero, más allá de su estilo, su esencia radica en la capacidad de reconocer e interpretar su tiempo. Supo cómo lidiar con una nueva visión del mundo. En nuestros días, seguramente haría lo mismo”.

Karkowsky se refiere al poema “Avenidas”, del escritor suizo de origen boliviano Eugen Gomringer, ganador del Premio de Poesía Alice Salomon 2011, cuyos versos en español fueron inscritos ese año sobre la fachada de la universidad berlinesa Alice Salomon: “avenidas/ avenidas y flores/ flores/ flores y mujeres/ avenidas/ avenidas y mujeres/ avenidas y flores y mujeres y un admirador”. Durante siete años el poema no molestó a nadie, pero justo ahora los miembros del sindicato estudiantil de esa universidad encontraron la palabra “admirador” denigrante para las mujeres y sus versos reflejan una “imagen estereotipada de la mujer”. A raíz de la incomodidad que provoca, este poema será sustituido por otro de la poeta alemana Barbara Köhler, ganadora del mismo premio en 2017. Gomringer se limitó a calificar tal decisión de “incomprensible” e “irresponsable”.

“Pero entonces —recalcó Karkowsky—, ¿encuentra algún paralelismo entre el rechazo y la crítica que en su momento enfrentó Klimt y la discusión actual?; ¿de qué manera debemos ahora ver el arte?; ¿nos corresponde reevaluarlo? La percepción que se tiene del arte ha sido siempre un gran problema. Se trata de una historia interminable; también lo fue en el Renacimiento. Le sucede a todo artista que trate con la sexualidad de las mujeres, incluso de los hombres, y la represente. Es un problema que ocupará por siempre a la humanidad. No, el arte no debe ser reevaluado, solo debes respetarlo”.


#MeToo y el 'arte inofensivo'

El escritor Rüdiger Schaper, crítico de teatro y director del suplemento cultural del periódico berlinés Taggesspiegel, se adelantó tres días al festejo de Klimt y en su edición del 3 de febrero publicó un lúcido análisis titulado “Cuando las sombras caen sobre el arte”, donde señala: “El arte fuerte soporta cuando se le interroga y se le mira con otros ojos, como ahora sucede a la luz de #MeToo”.

Crueldad, amor, crimen, intriga, chantaje, traición, odio, venganza, intento de violación, trata y prostitución infantil. Con estos elementos, ¿dónde situar Tosca, Turandot, Madame Butterfly, La Bohème, todas tragedias, y a Puccini, un mujeriego, maniaco sexual? “Cada una irrumpe en el corazón con una enorme dosis de felicidad y crueldad. Pero en esta concentración de emociones, llega lo más difícil: el crimen y la imagen de las mujeres. Si Puccini es la definición de ópera, entonces la ópera significa ver a las mujeres, y también a los hombres, sufrir y morir. Me pregunto cómo referirnos a estos hombres del pasado cuando hoy tantos artistas están siendo acusados de delitos graves contra las mujeres”.

A los ojos de Schaper, cosas terribles se están conociendo ahora, después de décadas. Las mujeres y #MeToo no significan para él solo un debate entre muchos. #MeToo está cambiando a la sociedad y la percepción del arte. Se pregunta si Puccini, desde su propia visión, tenía derecho de culpar de algo a las mujeres. “¿Son sus óperas fantasías o informes reales? ¿Compensación? ¿Reparación?”

¿Estamos entrando en una fase de moderna Inquisición? Para Schaper representa una nueva Iluminación, solo que esta búsqueda de la corrección política, de un mundo sin expresiones hirientes, compite y choca con una libertad recientemente ganada, “a la que nos hemos acostumbrado”.

Se trata de la interpretación. “No me importaría que me compararan con una flor o con una avenida, y a muchas mujeres tampoco. Otras, sin embargo, lo ven de manera diferente. La pregunta básica es si necesitamos redefinir el arte. Si #MeToo (y todo lo demás) posee un carácter revolucionario, también se trata de la existencia del arte. Las sombras caen sobre las obras. Eso no puede negarse. Quien va al teatro, al cine, quien abre libros, siente hoy cierta incomodidad. ¿Perdimos algo? Ojalá que no. Ahí está el arte. Y lo que hemos visto no podemos borrarlo”.

Pero ¿acaso no somos ciudadanos maduros, adultos y tolerablemente educados? “Nadie tiene que mirar El origen del mundo. No hay ninguna obligación de leer Lolita, de Nabokov, o a James Joyce y Henry Miller. En esta discusión no debemos perder de vista la individualidad y la dignidad humana, y la propia libertad de las artes. Las prohibiciones no ayudan”.

La declaración de Philipp Demandt, director del Museo Städel en Frankfurt, al periódico Frankfurter Algemeine, resume (y quizá resuelve, en parte) el conflicto: “Las obras de arte siempre se crean en el contexto del deseo”. Por aquí podríamos empezar.

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