Cambiar subrepticiamente. Cambiar/caminar para sobrevivir al exterminio de un pueblo. Con las palabras él cambia la ruta de las aves migratorias y también el tránsito violento del hombre para defender con voz poética los derechos humanos. Ese ha sido el trazo del escritor Indran Amirthanayagam, quien incluye en su defensa apasionada a cualquier ser orgánico pues en la apuesta por la conservación, reconoce que él mismo, literal, nació en un país que ya no existe.
Previo a la presentación en Torreón de su libro “Isleño”, compilación de poemas que ha escrito en español por más de una década, este trotamundos se ha vestido de civil, de migrante, diplomático, literato y periodista, y refiere que el aprendizaje de cinco idiomas lo impulsa a pronunciarse en contra de la discriminación, los abusos sistémicos y los prejuicios raciales. Y la forma adecuada para hacerlo es la poesía.
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Del año 2002 al 2006 trabajó en el Consulado General de los Estados Unidos ubicado en Monterrey, por lo que conoce a muchos mexicanos con los que trabajó la diplomacia a través de intercambios y actividades culturales, lo que le permitió reconocer el paisaje de Coahuila, Zacatecas, Tamaulipas y San Luis Potosí. Tras su traje de plenipotenciario desarrolló reportajes y columnas de opinión, la traducción, la edición y el ensayo, en tanto que la música forma parte de sus construcciones literarias.
Nació en un país que ya no existe
“Siempre he sido poeta y por eso (entonces) me invitaron a Torreón a leer uno de mis libros, creo que fue 'El infierno de los pájaros' o 'El hombre que recoge nidos', los primeros dos que escribí en español… Tengo amigos entrañables y claro, es un encuentro entre occidente y oriente; entre la India y los Estados Unidos a través de México. Yo nací en Ceilán, ahora ya no existe y se llama Sri-Lanka mi país.
“Es tropical, una isla, pero también con la cultura de la India, las religiones: budismo, hinduismo y el catolicismo, y yo como una minoría dentro de una minoría, como católico dentro de la comunidad hinduista; la comunidad católica dentro de la comunidad tamil hinduista. Suelo decir que vengo de un país que ya no existe, Ceilán cambió de nombre cuando yo tenía doce años y tengo mucha nostalgia porque Ceilán representaba un mundo básicamente pacífico, un nombre que no despertó pesadillas, guerras fratricidas basadas en prejuicios”.
En medio de crisis humanitarias que obligan al desplazamiento forzado de personas, Indran Amirthanayagam reconoce que los frentes de batallas abiertos en la geopolítica contemporánea se sostienen de prejuicios raciales, y el fundamento de la guerra civil en el territorio hoy conocido como Sri-Lanka fue justo el segregacionismo que ejerció un grupo dominante sobre los que le fueron ajenos o distintos. Pero aún sobrevive la esperanza.
“Finalmente se aprende que los árboles no pertenecen a nadie sino al ecosistema y nosotros somos pasajeros y nos toca preservar para las próximas generaciones, no solamente del ser humano sino de los animales y las plantas, todos los seres vivos, eso, a mi juicio, puede contribuir porque cuando nace un hijo, ¿qué herencia va a tener? Entonces, de ahí viene mi poesía, de este racismo, de prejuicios de un grupo en contra del otro, que para mí los derechos humanos son derechos animales y de las plantas también, derechos de los seres vivos”.
La preocupación por el tema medioambiental es un eco en la obra de Amirthanayagam. Como el poema “Los elefantes están en el jardín”, donde la voz de un pequeño recuerda que hubo una la fortaleza de Adán. Pero la mirada codicia y la normalización de la violencia aparece en el paraíso.
aarp