“Escribo para mantener la memoria”: José Adiak Montoya

En su novela más reciente, El país de las calles sin nombre, narra “la rebelión cívica aplastada por el gobierno de Nicaragua y los paramilitares de Daniel Ortega”.

Exiliado de su país, el autor nicaragüense vive en México. (Foto: Omar Valle)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

En El país de las calles sin nombre (Seix Barral, 2021), el escritor nicaragüense José Adiak Montoya convierte en literatura la historia reciente de su país natal, aun cuando primero se adentra en los años 80 y la lucha sandinista y se centra en lo que gira alrededor de abril de 2018, cuando “la rebelión cívica fue aplastada por el gobierno y los paramilitares de Daniel Ortega y terminó en una masacre, en una persecución política y la instalación más férrea de su dictadura”.

“A tres años de esos eventos, que puede parecer muy poco tiempo, el discurso oficial está negando que esas cosas ocurrieron, bajo el argumento de que fue un intento de golpe de Estado financiado por Estados Unidos: que todas las barbaries que vi, en las que estuve presente, no pasaron o quieren tergiversar los hechos y yo quiero decir no, no quiero perder la memoria frente a eso. A mí nadie me va a decir que eso fue mentira porque lo viví. Escribo el libro como una manera de conservar la memoria personal, mientras está fresca, para que cuando la pueda revisitar dentro de 30 años, nadie me diga que eso no fue cierto”.

Parte de los miles de nicaragüenses que han tenido que salir al exilio, el escritor radicado en México se propuso narrar cómo la guerra en su país ha dividido y fraccionado a las familias, cómo ha mandado a la muerte a miles de jóvenes por un ideal traicionado en numerosas ocasiones por sus dirigentes, al tiempo de contar lo que sucedió en abril de 2018, “que dejó como resultado 100 mil exiliados nicaragüenses, entre los que me cuento: narro lo que yo vi, lo que me contaron y lo que conozco como resultado de esa revolución”.

“Escribí esta novela como una especie de testimonio de mi propia memoria, para no olvidar lo que viví en carne propia, ni esperar que otra persona me lo narre o me diga que no es verdad, como lo quiere ocultar el discurso oficial ahora. La ficción de la que tomo todo esto es precisamente el regreso de esta mujer, que se llama Alicia, quien huyó muy niña de su país para evitar la guerra, y regresa al país del que prácticamente desconoce todo, algo que produce el exilio: la crisis de identidad, la no pertenencia a una nación o a una familia”.

En ese sentido, asegura el escritor, nombrado este año como uno de los mejores narradores jóvenes menores de 35 años de España y América Latina por la revista Granta, la literatura tiene la virtud de ahondar en los dramas humanos e individuales: en la historia con mayúscula siempre se habla de los grandes acontecimientos, y de los grandes personajes que mueven los hilos de esa historia, “pero también me interesa hablar de cómo esas grandes acciones afectan a millones de personas y cómo nos afectan humanamente”.

“Si uno se toma el tiempo de analizar la historia de un sólo migrante, de un sólo refugiado, de un sólo soldado, puede encontrar el drama humano que realmente esconden la guerra, las revoluciones o los procesos migratorios que existen en distintas partes del mundo hoy en día”.

De acuerdo con José Adiak Montoya, suele existir una romantización de la revolución sandinista, incluso de la figura de Daniel Ortega, en diferentes países latinoamericanos, pero también en Europa, sobre todo en personas mayores que fundaron comités de solidaridad con Nicaragua, cuando estaba siendo agredida por la Contra, financiada por Estados Unidos.

Cuando Ortega pierde por vez primera las elecciones, para las figuras de la izquierda Nicaragua se quedó en ese limbo en el que la revolución fue una cosa hermosa, “luego ya sólo saben que el sandinismo regresó al poder, pero como no hay guerra, ni intervención armada de un ejército contra la revolución, la comunidad internacional no pone los ojos allá”, dice el escritor.

PCL

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