El simbolismo de sus esculturas al borde del colapso, involucra el intercambio de fuerzas básicas donde conviven distintas magnitudes y experiencias invitando al espectador a la contemplación.
El trabajo de Dávila ha sido exhibido internacionalmente en instituciones como el Museo Universitario del Chopo y el Museo Jumex, en Ciudad de México; Franz Josefs Kai 3, en Viena, Austria; Sammlung Philara, en Düsseldorf, Alemania; SCAD Museum of Art, en Savannah, EU; y el Museo Voorlinden, en Wassenaar, Holanda, entre otros. Y su obra forma parte de colecciones internacionales de la talla del Centro Georges Pompidou, en París, y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid.
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Al ser autodidacta, ¿cuál es el proceso para crear tus piezas?
Mi proceso creativo es orgánico y en constante evolución. Al no tener una formación formal en arte, me he permitido explorar libremente e ir desarrollando a través del tiempo mi propio lenguaje, que es algo que todo artista busca intrínsecamente.
Me sumerjo en el entorno que me rodea, tanto natural como construido, y presto atención a los detalles que capturan mi interés, estos pueden ser elementos arquitectónicos, música, conversaciones, estructuras, materiales o incluso fragmentos de la vida cotidiana. La inspiración —palabra que se presta a malas interpretaciones— puede provenir de una obra de arte mía previa o de la Historia del arte, una situación o una experiencia personal, no tengo método en ese sentido. Suelo realizar bocetos, anotaciones y esbozos para explorar diferentes formas de representar mis pensamientos e interpretaciones de lo vivido. Me gusta trabajar con una amplia gama de materiales, busco formas de desafiar sus propiedades físicas y jugar con las posibilidades expresivas que ofrecen. Me interesa poner a dialogar realidades distintas, fuerzas opuestas. A medida que avanzo en el proceso de realización de una pieza, también me gusta dejar espacio para la improvisación, que es absolutamente fundamental. A veces, los cambios inesperados en el proceso de trabajo dan lugar a descubrimientos y resultados sorprendentes. Estoy abierto a la experimentación y a permitir que el proceso me guíe hacia nuevas direcciones.
¿Cuál es el mayor reto al enfrentarte a los espacios de exposición?
Comprender y adaptarme a las características únicas. Cada espacio tiene sus limitaciones arquitectónicas, restricciones técnicas y condiciones culturales o históricas que me gusta considerar para presentar mis obras. Uno de los desafíos principales es el tamaño y la escala del espacio. La idea es crear un diálogo armonioso entre mis piezas y el espacio circundante, una atmósfera envolvente. Esto implica considerar la estructura, los materiales, la historia y el genius-logi del lugar. El transporte, la instalación y el desmontaje de mis obras requieren una planificación cuidadosa y la coordinación con equipos técnicos y especialistas, que me permitan a veces trabajar in situ. Garantizar la seguridad de las obras durante el proceso y su integridad a lo largo de la exposición es fundamental. Otro desafío es la expectativa del público y su interpretación de mis obras. Cada entorno tiene su público y contexto cultural; las obras serán recibidas y comprendidas por diferentes audiencias, es la parte viva del espacio y para la que no hay respuesta segura.
Si pensamos en una montaña, ¿qué pasa al llegar a la cúspide?
La cúspide es sólo un momento fugaz en nuestro viaje. La vida continúa y las montañas están llenas de picos y valles. Al llegar a la cúspide podríamos encontrar una profunda conexión con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea, y a partir de ahí, elegir un nuevo camino o descender hacia nuevos horizontes por explorar. Podría representar un punto de inflexión, una transición hacia una nueva etapa de crecimiento y evolución.
Pensar como una montaña nos invita a reflexionar sobre nuestro propio crecimiento y superación. Nos recuerda que el viaje es tan importante como el destino y, a pesar de los desafíos, siempre habrá nuevos aprendizajes por adquirir, no solo artística o profesional, sino personalmente.
¿Qué significado tiene el mundo inmaterial en tu trabajo?
Es fundamental, a pesar de que mis obras sean muy robustas, pesadas y matéricas; busco trascender lo tangible y material para adentrarme en las emociones, las ideas y las experiencias subjetivas. Me interesa investigar y representar conceptos abstractos y efímeros, como el tiempo, la memoria, la percepción y la esencia simbólica de los objetos. La intersección entre la realidad física y la experiencia subjetiva, y cómo los elementos inmateriales, la luz, el equilibrio, el asombro, el miedo, la ilusión, la fragilidad y la percepción, pueden transformar cómo nos sentimos en un fragmento de tiempo tan corto como dos segundos. Creo que al adentrarnos en lo inmaterial, podemos acceder a una comprensión más profunda de nosotros mismos y del mundo que habitamos.
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