Teodora Ana Mihai (Bucarest, 1981) conoce desde hace años México, habla perfecto español, y encontró en este país el tema de su primer largometraje: una madre, que es todas las madres, en busca de una hija desaparecida y asesinada por un cártel del narcotráfico, punto de partida para La Civil, que contó para su producción ni más ni menos que con los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, su compatriota Cristian Mungiu e incluso Michel Franco, y recibió un reconocimiento en Cannes en 2021.
En entrevista en Cineteca Nacional a su regreso para presentar su ópera prima de ficción, Mihai refiere que nunca se planteó una historia de buenos y malos, sino de humanos; su papel como narradora, sostiene, es conmover con este filme protagonizado por Arcelia Ramírez (Cielo), Álvaro Guerrero (Gustavo), Juan Daniel García Treviño (El Puma), Jorge A. Jiménez (Lamarque) y Mónica del Carmen.
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“Mi papel es de narradora, cuento historias, que me han conmovido; soy apolítica, no tengo militancia, mi papel es conmover y dar la oportunidad al público de hacer lo suyo, de aportar su granito, como el mío fue contar la historia de La Civil, y de ahí que cada quien tome las riendas y haga un cambio en su mentalidad, en los grandes o pequeños gestos cotidianos, y ayudar a restaurar el tejido social”, señala.
“La verdadera crueldad es cerrar los ojos”, expone tras proyectar su filme, rodado durante la pandemia.
La voz de la cineasta rumana es dulce, suave, casi un susurro, pero como las de compatriotas suyos —los poetas Lucian Blaga, Tristan Tzara y Ana Blandiana, los filósofos Emil Cioran y Mircea Eliade, el dramaturgo Eugène Ionesco o el narrador Mircea Cărtărescu—, justo se enfoca en la profundidad del alma humana a través de sus personajes, que tienen que transitar involuntariamente por su lado oscuro.
La Civil recibió el premio Courage en la sección Una cierta mirada de Cannes, en una edición histórica para el cine mexicano donde se llevó casi diez minutos de aplausos su protagonista Arcelia Ramírez, en una jornada en la que otro filme nacional sobre la violencia y las desapariciones de niñas, Noche de fuego, de Tatiana Huezo, también cautivó y consiguió una mención especial en esa misma categoría.
—Decidió no realizar un documental sobre Miriam Rodríguez Martínez y su lucha por llevar ante la justicia a los verdugos de su hija Karen. ¿Qué aporta la ficción a una historia como ésta?
Aporta el hecho de que pudimos hacer la película a nivel metafórico, no queríamos hablar de una persona en específico. Hicimos mucha investigación y recabamos muchos testimonios durante años, pero no queríamos hablar de una mamá, sino de muchas, lamentablemente esa es la situación en México. Tampoco queríamos hablar de un estado en particular, sino de muchos del país, porque las desapariciones están pasando en muchos lugares. Esto lo permitió la ficción, hablar más libremente del tema. Estudié ficción, pero hago documentales. Para La Civil la ficción me pareció la mejor opción.
—A diferencia de otras películas recientes sobre temas similares, usted también retrata a las mujeres no solo como víctimas, también como verdugos, como victimarias. ¿Qué la llevó a ello?
Durante la investigación me di cuenta de que también eran victimarias. ¿Y por qué no mostrarlo? La Civil se trata de humanos, no tanto de hombre o mujer. Las mujeres son víctimas y victimarias como los hombres también. Los personajes no son en blanco y negro, hay muchos matices de gris en ellos. Y es lo que a mí me atrae, que me llama mucho la atención. Es muy sencillo y caricaturesco hablar del bueno y el malo en una película, o de la buena y de la mala, pero las cosas son mucho más complejas.
—En uno de los diálogos, la protagonista, Cielo, dice sobre la desaparición de su hija: “Nosotros no nos merecemos esto”.¿ Hay alguien que se lo merezca?
No. En ese momento Cielo todavía está en el papel de víctima, no ha evolucionado ni pasado ciertos límites morales. Ella paga un precio grandísimo en esta búsqueda, está forzada por las circunstancias a unirse al círculo vicioso de la violencia. Eso es grave. Durante la película te das cuenta que empatizas mucho con ella, pero al mismo tiempo del peligro que corre como mujer, no solo físicamente, sino también como persona, como alma, moralmente, corre el riesgo de perderse al pasar el límite.
—¿Qué es lo que le conmueve más en La Civil?
Debe conmover el hecho de que haya ciudadanos que tienen que negociar con la inseguridad, es muy fuerte tener que negociar y arriesgarse cada día. Es difícil criar hijos de esta manera, ser papá o mamá y llevar una vida con tanta incertidumbre. Eso a mí me conmueve, me hace empatizar muchísimo y me hace cuestionarme a mí misma. Escribiendo sobre los personajes y descubriendo durante la investigación esa realidad, me retó mucho como ser humano, fue un proceso de siete años de trabajo para hacer esta película y me costó varias depresiones, lo digo con toda honestidad, fue fuerte. Pero al mismo tiempo hay que hablar de ello, seguir hablando de ello, porque está vigente el tema.
—Además de hacerla una ficción, ¿cuál fue la decisión más difícil que tomó durante el rodaje?
Durante el rodaje no sé, pero en el montaje el final me costó uff, para decidir dónde cortar. Y creo que encontré el lugar más elegante, el mejor lugar para terminar esa historia de Cielo, que permite varias interpretaciones, pero que todas son válidas, plausibles en el mundo que está pintando la historia.
—Las secuencias de la funeraria y de la irrupción de militares en una casa de seguridad donde los criminales mantienen secuestradas a sus víctimas, las torturan o las matan son muy fuertes, hasta la gran fotografía de Marius Panduru se vuelve sórdida. ¿Cómo llegó a esta crudeza?
Fueron dificilísimas de filmar. La funeraria fue un concepto que tuvimos desde el guión con Habacuc Antonio De Rosario, sabíamos exactamente lo que queríamos. Se tuvo que crear esa funeraria, que obviamente no existía en la realidad, pero era muy importante, porque es la escena más metafórica del guion, muy metafórico ya en muchos niveles. Es el descenso de Cielo al infierno. Y a cada paso se acerca más a los niveles más bajos de ese infierno. Platicamos mucho con todo el equipo para hacer esa escena y filmarla en plano secuencia, es una secuencia de siete minutos, tiene mucha complejidad técnica y actoral, porque los actores tienen que hacer su papel perfectamente durante siete minutos.
—Reitera que su película es metafórica. ¿Metáfora de qué es?
Metafórica en el sentido de que no quería hablar de una mamá en específico, sino de ese icono, ese nuevo icono de la mamá mexicana, dolida por esa situación de desapariciones de sus hijos. En ese sentido Cielo es una metáfora de esas muchas mamás —y de los muchos familiares en realidad, porque no hay que reducirlos a mamás, es la verdad—. Tampoco yo tenía interés de apuntar con el dedo a ningún político o grupo ni a ningún estado, las desapariciones y la violencia pasan en muchos estados y a mucha gente, no estamos ubicando La Civil en ningún lugar específico de México, sino el pueblo es metafórico, por eso se llama Santa Teresa, como el de la novela de Roberto Bolaño.
—Sí, de hecho, en algún momento de su película aparece el número 2666.
Ah, qué bueno que lo notó.
—La Civil se presenta ahora en Cineteca la víspera del 10 de mayo, Día de las Madres. Un 10 de mayo, de 2017, fue asesinada Miriam Rodríguez Martínez frente a su casa en San Fernando, Tamaulipas. El Día de las Madres es muy importante en México. Usted que ha vivido en el país, que lo ve también desde Europa ¿cómo cree que ha cambiado el concepto de madre en México?
Me parece muy duro que haya ahora mamás que están en esa situación de buscar fosas clandestinas, los restos de sus hijos, y estar en esa incertidumbre, que es aún peor que saber qué pasó con ellos, cuando ya tienen la certeza de sus muertes. Es una realidad muy brutal que ninguna mamá tendría que enfrentar.
—Hay mucha crueldad en su película, en el tema de las torturas, la saña con que se cometen los asesinatos. Después de vivir en México, ¿para usted qué es la crueldad?
La crueldad es cerrar los ojos y dejar de cuestionarnos como sociedad, de estar alertas al tejido social, dejar de buscar mejoras. No quiero parecer moralista ni nada, pero es la crueldad de nuestro mundo, volverse demasiado individualista, quedarse en su burbuja, decir: Si no me toca a mi no existe.
—Justo es lo que dijo Álvaro Guerrero sobre cómo los mexicanos ignoramos las tragedias hasta que nos toca. ¿Cómo trabajó el papel de los hombres en su película? El personaje de Guerrero, Gus, es muy machista, y el de Juan Daniel García Treviño, El Puma, muy cínico, me parece.
No hicimos injusticia a los personajes masculinos. Gustavo empieza muy machito, pero te das cuenta de su humanidad y fragilidad durante la película, se quiebra, no sabe manejar sus sentimientos ni esa crisis profunda en la cual la vida lo pone, y se bloquea. Yo le tengo mucho cariño a ese personaje, porque es humano, empatizo con él, es una de las maneras de reaccionar, que es bien opuesta a su mujer, pero que también vale. Y El Puma, más allá de cínico, te das cuenta que es un personaje que tiene familia, hijos, un personaje que te interpela para preguntarte por qué está haciendo lo que está haciendo, ¿es elección o no? ¿Cómo llegó ahí? Tiene un bebé, que es inocente; una mamá que está sufriendo, la podemos juzgar pero es su mamá, y por definición es incondicional. Es complejo el tema.
—Después de todos estos años de trabajo con el personaje de Cielo, de los minutos de aplausos que se llevó Arcelia Ramírez y del reconocimiento en Cannes, ¿cómo definiría hoy a Cielo?
Aunque es cierto que la señora Miriam Rodríguez fue un punto de inspiración, para mí Cielo son todas las mamás que están buscando a sus hijos, y quizás todos los familiares que están haciendo la investigación, es difícil porque no les debería tocar hacerlo. Eso es lo que Cielo es para mí.
—La experiencia en Cannes fue única. Como europea ¿por qué cree que cautivó tanto al público? En México sabemos por qué nos cautiva, aunque tristemente ya nos estamos acostumbrando.
Sí, fue lindo que después de 7 años de trabajo estuvimos ahí y fuimos testigos de esa bonita reacción del público. Cautivó porque es una historia muy bonita. El vínculo mamá-hija es de los más antiguos, es universal, y cada cultura puede comprenderlo muy bien. Y, existencialmente, uno de los miedos más grandes de cualquiera es que desaparezca un hijo, perderlo, eso es algo mucho más profundo y más allá de cualquier frontera, por eso tuvo éxito en Cannes y en otros festivales, con públicos internacionales.
—¿En algún momento lloró con la película?
Sí, sobre todo cuando la gente viene a hablarme después de presentar la película. En específico, cuando llevé La Civil al Festival de Morelia, al final de la función una pareja, cuya hija estaba desaparecida, me vino a agradecer. Me impactó muchísimo y me hizo llorar porque no me lo esperaba.
PCL