La osteoteca del INAH, única en el mundo

Iniciado hace 150 años, el histórico acervo resguarda 30 mil osamentas, cuyo estudio permite conocer cambios anatómicos, genéticos y culturales.

Verónica Díaz
México /

Son 30 mil huesos humanos; hay desde piezas sueltas hasta esqueletos completos. Son tantas que rebasan las salas donde deberían resguardarse, por lo que una gran parte está en cajas de cartón que se apilan en dos pasillos del sótano del Museo Nacional de Antropología.

Por su número, variedad y antigüedad, además de su clasificación y resguardo, lo hacen un acervo osteológico único en el mundo. El antropólogo físico Concepción Jiménez, encargado de este tesoro, dice: “Hay muchas osteotecas en el mundo, pero esta es la única que cuenta con piezas que cubren etapas consecutivas de la historia del territorio que hoy es México; otros países solo cuentan con alguna etapa.

“Estos esqueletos tienen un papel muy importante: por ellos podemos conocer características físicas, biológicas, genéticas y culturales de las poblaciones del pasado; cuando se hace por largos períodos, la información es muy valiosa. Es el caso de la historia genética de los mexicanos”.

La Osteoteca de la Dirección de Antropología Física del INAH empezó a conformarse hace 150 años, cuando misiones científicas durante la intervención francesa iniciaron excavaciones, encabezadas por el explorador, arqueólogo y fotógrafo francés Claude-Joseph Désiré Charnay.

Las colecciones del acervo son la precerámica, que cuenta con 50 osamentas de entre 12 mil 700 y 4 mil 500 años de antigüedad. “Aquí están algunos de los esqueletos más antiguos del continente americano, como La mujer del Peñón, hallada en 1959 en CdMx, que tiene 12 mil 700 años de antigüedad, de acuerdo con las pruebas de carbono 14 que se le realizaron en Oxford en el año 2000”, dice Jiménez.

La colección prehispánica tiene huesos de 15 mil individuos, con antigüedades de entre 4 mil 500 y 500 años, mientras que la colonial, con 10 mil osarios, alcanza antigüedades entre 500 y 200 años. Los restos de la época moderna son apenas unos cientos.

También hay 100 momias, reunidas desde 2010 para una exposición. Van de la época prehispánica a la moderna, y representan formas distintas de concebir la muerte.

Para mostrar las diferencias, el antropólogo toma dos cajas, una que contiene la momia de un niño, hallada en el atrio de la Parroquia de Santo Domingo en Zacatecas, que conserva el atavío de un santo como correspondía a las costumbres, con sus manos entrelazadas sobre el pecho.

La segunda caja presenta otra momia de un niño, enterrada en la era prehispánica y colocada en forma fetal. Fue hallada en una cueva. “En la época colonial los cuerpos se sepultaban en las iglesias y en dirección al altar para que el día de la resurrección pudieran levantarse y seguir a Jesús. Los pueblos antiguos de México llevaban a sus muertos a una cueva y ahí hacían una ceremonia durante algunos días para que el espíritu no regresara a inquietar a los vivos. Son dos concepciones completamente distintas”, dice el especialista.

Se conservan 300 huesos con deformaciones y patologías, además de 3 mil dientes prehispánicos con mutilaciones o incrustaciones. Hay dentaduras talladas en formas de triángulo o con varios picos, otros con piedras preciosas incrustadas, así como un grupo de cráneos deformados.

“Nuestros ancestros tenían un conocimiento anatómico del diente y de todo el cuerpo. Por ejemplo, ahora los odontólogos sacan una radiografía para saber hasta dónde pueden trabajar la pieza; aquellos no, por lo que hacían estas modificaciones con una navaja pero con perfecto dominio de la anatomía”.

La doctora Lourdes Couoh lleva un día armando el cráneo de un niño: las decenas de fragmentos son unidos con pegamento blanco y tiras de papel azul. Explica que su proyecto se propone integrar el análisis de la microestructura dental al análisis morfoscópico. Pone de ejemplo el pequeño que tiene entre sus manos: “Al analizar en el microscopio el esmalte dental, que se forma siguiendo un ciclo circadiano, o sea cada 24 horas, podemos hacer una estimación de la edad a la que murió el infante y también saber si hubo un estrés fisiológico; si lo hubo, podemos ver alteraciones en ese crecimiento mineral”.

Para ella, el acervo osteológico de México es fundamental porque “es interesante ver tipos y calidad de vida, cuestiones de envejecimiento en la población mexicana que es mestiza y ver qué tanto cambiamos. Estos huesos nos lo dicen”.

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