La obra negra

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La vasta producción periodística de Jorge Ibargüengoitia es la base de sus novelas más populares.

Jorge Ibargüengoitia, escritor mexicano. (Especial)
Armando González Torres
Ciudad de México /

Contra la concepción corriente de que el periodismo es una mera distracción en que los escritores incurren para ganar dinero, existe la probada evidencia de que este oficio constituye un gimnasio del estilo y que muchas de las musculaturas literarias más potentes se forjan en este campo.

A lo largo de su trayectoria, Jorge Ibargüengoitia generó una vasta producción periodística, conglomerada en libros como Instrucciones para vivir en México, Misterios de la vida diaria, La casa de usted y otros viajes, ¿Olvida usted su equipaje?, Viajes en la América ignota e Ideas en venta. Vista en retrospectiva, buena parte de esta producción muestra que los reflejos literarios, la inteligencia práctica y el humor del escritor superaron el desafío de la coyuntura y la escritura a destajo. Si bien estos volúmenes no pueden competir en factura y popularidad con sus novelas, son importantes porque muestran la obra negra de las arquitecturas más celebradas de este autor.

Como periodista, Ibargüengoitia fue un testigo irónico de un tiempo de esperanzas exaltadas: en México, los estertores de una época de desarrollo acelerado y la expansión de la mancha (y la pesadilla) urbana; en el mundo, el auge de la Guerra Fría, la emergencia del llamado Tercer Mundo y las expectativas de cambio radical que albergaba parte de la intelectualidad.

Ibargüengoitia nutre su escritura de este entorno: describe la vida cotidiana en una urbe en la que los afanes de modernización conviven con los resabios moralistas y pueblerinos y se mezclan con la profunda raíz de la corrupción. En la urbe de Ibargüengoitia el terror se vuelve costumbrismo y viceversa y las actividades más banales como encontrar una dirección, caminar por una banqueta, hallar lugar para estacionarse o comprar enseres domésticos devienen comedia o tragedia. (Las crónicas citadinas no solo son la pintoresca representación del inicio del caos en la vida urbana, sino que ayudaban a sobrellevarla y, por ejemplo, recuerdo cuando, como estudiante, hacía interminables y apretujados trayectos en el metro, en los que aguantaba, o ignoraba, las peores incomodidades, ensimismado en la lectura de estas crónicas que, de vez en cuando, me arrancaban carcajadas.)

Como autor curioso de humanidad, Ibargüengoitia fue un pertinaz trotamundos y sus crónicas de viaje son pequeñas y divertidas joyas de una antropología recreativa que rebasa los estereotipos nacionales y revela los rasgos más persistentes, chuscos y oscuros del espécimen humano. Sin embargo, acaso la faceta más viva de este cronista sea la ácida visión hacia sus congéneres. Ibargüengoitia revela las exageraciones ideológicas y la demagogia intelectual de una época de esperanzado progresismo. Precisamente, este contraste entre los ideales altruistas y revolucionarios y las ambiciones crematísticas o la vanidad hinchada de los próceres intelectuales resulta impactante y, a la distancia, sorprende por su audacia y capacidad de premonición.

AQ

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