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De filosofemas y de náuseas

A fuego lento

'Siento la furia bostezar', de Iván Cherem, cuenta la historia de un joven sin más lustre que su origen social, que malgasta sus días, y el dinero de su padre, encerrado en su departamento de la colonia Condesa... hasta que comete un crimen atroz.

Roberto Pliego
Ciudad de México /

Hay que culpar a las academias de escritura creativa por la desvergonzada sugerencia de que cualquiera (así es y no hay retorno) puede escribir un libro. En buena parte por eso abundan más los autores que los escritores… y por el buen corazón de algunos editores. De esa abundancia —ya casi un problema de banalización del gusto— proviene Siento la furia bostezar (Reservoir Books) de Iván Cherem.

Alberto Blanco, autor de ‘Música de cámara instantánea’. (Foto: Jazmín Ortega, vía albertoblanco.com.mx)
Alberto Blanco, autor de ‘Música de cámara instantánea’. (Foto: Jazmín Ortega, vía albertoblanco.com.mx)

He aquí a un joven pianista sin más lustre que su origen social, que malgasta sus días, y el dinero de su padre, encerrado en su departamento de la colonia Condesa entre maratones alcohólicos y sexo por rutina, y tiene una enorme necesidad de lanzar su rabia —una rabia congénita— contra sus semejantes. Y he aquí que un buen día prende fuego al departamento contiguo donde muere su vecina. ¿Un descendiente del superhombre de Nietzsche? ¿Uno de esos nihilistas a los que Dostoievski retrata en Los demonios? ¿Otro psicópata? Nada de eso. Iván Cherem, el personaje, aburre por su normalidad, aunque ha sido diagnosticado con un tumor cerebral, y aburre porque no deja de asestarnos un filosofema tras otro en lo que acaba por ser una suerte de memorias escritas desde el Reclusorio Norte. En efecto: después de un refugio transitorio en Israel, es deportado y juzgado culpable de asesinato. ¿Y cómo decide pasar sus días en su celda VIP? Como cualquiera: escribiendo.

Todo en Siento la furia bostezar es pose y pretensión de interrogarse a sí mismo y, por añadidura, de juzgar a sus padres, amigos, amantes… con la autosuficiencia del condenado a muerte. Así que la novela se va en declaraciones de este alcance: “El Facebook es un órgano de justicia impredecible y despiadado”; “La culpa y la lástima son muy similares”; “A mí mismo me ha costado trabajo aceptar la gama entera de mi patética humanidad”: “En la sagrada náusea que me purga con lentas arcadas se diluyen las eternidades del vértigo”. Y, sin consideración para el lector, de igual manera hasta la náusea.

De principio a fin de Siento la furia bostezar nos acompaña la sospecha de que Iván Cherem solo escribe para su grupo de amigos. No invoca una tradición, lo que pretende ser una crítica a los privilegios de clase termina en lloriqueo, no ha sabido interpretar el nihilismo de nuestros días, pero tiene un libro.

Siento la furia bostezar

Iván Cherem |Reservoir Books | México, 2024

AQ

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