León, la segunda cuna de José Guadalupe Posada

La ciudad celebra 150 años del arribo del grabador, quien prosperó ahí y creó obras que lo consagraron más tarde en Ciudad de México, como la famosa Catrina Garbancera.

Creó la Catrina garbancera en 1873. (Foto: Especial)
León /

El estado de Guanajuato, y en particular León, están celebrando los 150 años de la llegada de José Guadalupe Posada a esta ciudad, donde residió 16 años y se hizo de un nombre y un prestigio que, después, lo llevaron a Ciudad de México a consolidar su carrera.

“Llega de la ciudad de Aguascalientes perseguido políticamente por el gobernador del estado. Era un chamaco, tenía 20 años cuando llega a León con su jefe, el impresor Trinidad Pedroza, aguascalentense como él”, dice el maestro Víctor Hermosillo, coordinador del Museo de las Identidades Leonesas.

La fecha fue 15 de mayo de 1872 y ambos compartieron una invitación, a usanza de la época, donde le comunicaron a la sociedad leonesa que se habían establecido ahí.

En León, Posada hizo una trayectoria sólida, se casó, tuvo un hijo y prosperó hasta tener su propio taller. Ahí creó la Catrina garbancera en 1873, y aunque León, Aguascalientes y hasta Ciudad de México se disputan su origen, es un hecho que la hizo en la primera, dice Hermosillo.

La Calavera garbancera o Calavera catrina está basada en las mujeres que vendían garbanzos y pepitas en la calle que pretendían otra posición social y para lo cual se arreglaban o polveaban el rostro hasta con polvo del piso. “Posada decía que al final todos vamos a morir, sin importar tu estatus social”, comenta Hermosillo. En 1947, Diego Rivera la retomó en un sentido totalmente opuesto al equipararla con las clases altas.

Vida y obra

Una fuerte inundación en 1888 arruinó la ciudad y provocó que Posada migrara una temporada a su natal Aguascalientes, luego de nuevo a León y finalmente a Ciudad de México.

Es esta vida y obra en la ciudad guanajuatense la que se ha celebrado en los recientes meses, primero con dos exposiciones en León, Los años felices, sobre su estancia en esa ciudad, y Posada juega, con reproducciones de tableros de juego que él y Manuel Manilla hicieron en la editorial de Antonio Vanegas en Ciudad de México.

Actualmente se presenta Posada, estampa e iconos de la mexicanidad que estará abierta hasta el 23 de abril de 2023 en el Museo Hermenegildo Bustos, en la ciudad de Purísima de Bustos, Guanajuato.

A propósito de los años del grabador en León, el maestro Hermosillo dice que tenía mucho trabajo en la región ya que hacía impresiones para municipios de los Altos de Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas e incluso Ciudad de México. “Él ya había establecido contacto con el editor Ireneo Paz, abuelo de Octavio Paz, que tenía en la capital una editorial con bastante prestigio y eso de alguna manera es lo que lo lleva a Ciudad de México después”.

Sus 16 años en León sirvieron para que se consolidara como grabador, pues tenía una sólida formación académica. Hermosillo comenta que Posada se educó en el clasisismo en Aguascalientes. “Siendo un chamaco él entra a clases de dibujo y tiene una instrucción en el dibujo clásico, y León es el periodo en el que lo practica”.

Un aspecto importante en la obra de Posada (Aguascalientes, 1852-México, 1913) es que, hasta donde se ha investigado, él siempre trabajó por encargo, con un cliente o editor que le marcaba una línea.

“Claro que fue un genio, un artista, pero no era uno que tenía el lienzo en blanco y decía ‘voy a hacer una pintura’, al menos hasta ahora no se sabe de obra suya de ese tipo. Todo lo que se conoce de él tiene un encargo, es decir, había un editor o un cliente que le marcaba una pauta y Posada tenía el virtuosisimo, la solvencia técnica y artística para responder de manera rápida a esas comisiones”.

En ese sentido es que Posada se forma en León, y además tenía facilidad para relacionarse con clientes importantes: “Recordemos que es el Porfiriato y la ciudad de León históricamente ha ido muy industriosa, muy trabajadora. Llegaban capitales europeos, entonces él, por la ubicación de su imprenta (en el centro), puede entablar relación con estos clientes prominentes, a quienes se granjeó bien, y eso le garantizaba mucho trabajo, una vida cómoda y estable. Se casó, tuvo un hijo, incluso llegó a la academia, fue parte del colegio del estado como maestro de litografía y de grabado”.

Hacía desde etiquetas para cerillos, boticas o droguerías, hasta esquelas, diplomas, invitaciones, bolos para minas, haciendas y su cartera de clientes era vasta. Entre ellos se encontraban El Puerto de Liverpool, los almacenes Pool, el mercado Hidalgo, gendarmerías, comercios de personas notables, como el arquitecto y relojero inglés Luis Long.

“Eso nos permite imaginar o recrear cuáles eran esa atmósfera, personalidades, lugares y contextos en los que Posada se movía. Además, tuvo el tino de encontrarse con esta imprenta de corte católico que necesitaba mucha estampa religiosa, eso también le significaba trabajo y prosperidad”.

El taller de Trinidad Pedroza donde trabajaba Posada estaba en la calle Indio Triste (ahora Gante), después se ubicó en la antigua calle Halagos (hoy 5 de mayo). Pedroza regresó a Aguascalientes en 1875 y Posada se quedó a cargo, pero el primero decidió no volver a León y le vendió el taller. Posteriormente, Posada se mudó a la antigua calle de Honda (hoy Hermanos Aldama) y ahí trabajaba con su hermano. El nombre del negocio era Taller de Posada y hermano. Desafortunadamente, la mayoría de estos edificios fueron derrumbados hacia la mitad del siglo XX.

Sin mitos

Hermosillo dice que se piensa que los artistas son inestables emocional y financieramente y que lo que trataron de mostrar en la exposición Los años felices es que no fue así en el caso de Posada. “Él fue un artista, por supuesto, pero también fue una persona que trabajaba y que lo hacía de manera enfocada: lo que le pedían, él lo hacía, resolvía bien y rápido”.

Otro mito es que a Posada se le pinta como subersivo, pero “lo cierto es que él (y no lo digo solo yo, también especialistas en su obra) siempre manifestó una postura neutral. Si el editor le decía 'quiero que me dibujes a Porfirio Díaz con cuerpo de araña', él lo dibujaba, pero nunca manifestó abiertamente su posición política a favor o en contra del régimen, eso más bien fue un detalle de Diego Rivera”.

Hermosillo comenta que cuando el muralista retomó la obra de Posada, lo mostró como el revolucionario que no fue, “ni siquiera trabajó para El hijo del Ahuizote o para los Flores Magón. El Taller de la Gráfica Popular también lo toma un poco como Rivera, pero a lo que voy es que, por ejemplo, existe mucha estampa religiosa hecha por él, no podemos saber si era un católico devoto, pero si hubiera sido subversivo o un comecuras, no se hubiera acercado a estos circuitos”, concluye.

PCL

  • Sandra Meneses Morales
  • blanca.meneses@milenio.com
  • Editora de Cultura. Periodista y editora con 28 años de experiencia en los medios de comunicación más destacados de México. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Enlazo ideas, palabras, imágenes y les doy un sentido trascendente y entretenido.

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