La relación que sostiene Eduardo Halfón con Guatemala se define en una palabra: conflictiva. Nacido en 1971, una década muy complicada para la sociedad guatemalteca, proveniente de una familia judía, siempre al margen. Al cumplir 10 años de edad, sale de su país y crece en Estados Unidos, con el inglés reemplaza al español durante mucho tiempo.
“Después de la universidad vuelvo a Guatemala, lo que para mí fue volver a un país ajeno, que no conocía o que, quizá, nunca conocí realmente. Mi relación con Guatemala nunca ha sido fácil, no me siento cómodo, la violencia que se vive allá, la vivo más directamente. Cuando estás en ese tipo de psicosis hay una especie de anestesia que veo en mi familia o en mis amigos, pero cuando te vas y vuelves, te golpea más fuerte. Entonces, huyo de Guatemala y, al mismo tiempo, la busco en mi escritura”.
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Un país y una relación presentes en títulos como Esto no es una pipa, Saturno, De cabo roto, Siete minutos de desasosiego, El boxeador polaco o Mañana nunca lo hablamos, traducidos lo mismo al inglés, alemán, francés o italiano, que al japonés, noruego, croata y turco. En 2007 fue nombrado uno de los treinta y nueve mejores jóvenes escritores latinoamericanos por el Hay Festival de Bogotá y en 2015 obtuvo el Premio Roger Caillois de Literatura Latinoamericana, en Francia.
“Recuerdo que las celebraciones de todos mis amigos eran católicas y nada esto pasaba por mi casa, no llegas a sentirte parte del partido: puedes ver el partido desde el graderío, pero está prohibido jugar. Ya desde niño tenía la sensación de ser un extranjero en Guatemala”, explica Eduardo Halfon, quien ahora entra de manera más directa a esa relación con la novela Canción (Libros del Asteroide, 2021), donde está presente su reflexión sobre la identidad, pero también, de manera más clara, una parte de la historia guatemalteca.
“Es un reflejo de mí mismo, para no usar la palabra identidad, de esos fragmentos de mi historia, de la de mi familia, de esos pedazos que soy: guatemalteco, judío, árabe, estadunidense, francés… Todos estos pedazos que me conforman simplemente están en juego, estoy tratando de acercarme a ellos, de alguna manera. En el caso de Canción, no sólo se trata de acercarme al significado de ser nieto de un libanés, sino qué significa la historia reciente de Guatemala, el gran tema que había estado evitando de los últimos 36 años que tuvo a Guatemala sumida en una violencia brutal”.
A un nivel consciente, Halfon no está en conflicto con su identidad o con su pertenencia; su literatura no busca resolver un problema añejo, más allá de que está convencido de que sería un tema a tratarse con un psicoanalista; lo que sí reconoce es que se siente movido a escribir sobre esos temas: “por qué insistir en esto, qué estoy buscando o qué está buscando ese otro Eduardo Halfon, que en cada libro parece tener una búsqueda, estar detrás de algo que no termina de encontrar ni de entender”.
“No tengo un conflicto con ser tan de ninguna parte, de ningún sitio en este estado casi permanente de nomadismo en el cual nací y en el cual sigo. Ahora que platicamos estoy en el sur de Francia, donde llevamos casi un año, a punto de mudarnos a Berlín, donde pasaremos el próximo año. Entonces, esta sensación de no pertenencia o de no permanencia es lo que más motiva a este tipo de escritura”.
Canción se inicia con el secuestro de un comerciante judío y libanés en un callejón guatemalteco, lo que le sirve al escritor para adentrarse “en la compleja historia reciente de Guatemala, donde resulta cada vez más difícil distinguir entre víctimas y verdugos”.
PCL