En 1983 apareció el primer libro de Carmen Berenguer, Bobby Sands desfallece en el muro: el protagonista era un poeta y revolucionario irlandés, pero el tema era el hambre. Eran los años de la dictadura militar en Chile y, sin embargo, circuló mucho, sobre todo entre los jóvenes, de ahí su cercanía con el sector.
“Me siento muy joven de espíritu también, porque yo escribí ese libro hace 40 años y nunca pensé que un libro callejero, escrito en épocas muy duras, iba a tener repercusiones. Uno escribe porque quiere escribir, porque desea escribir y resulta que el libro se ha repercutido cientos de veces”, cuenta vía telefónica la poeta chilena, cuya obra se define por un compromiso social que permanece, lo que se reúne en el volumen Carmen Berenguer. Plaza tomada (Poesía, 1983-2020).
- Te recomendamos Natalia Sylvester, en busca de las fronteras físicas y emocionales Literatura
Se trata de la primera recopilación de su obra publicada en México, por la Editorial de la Universidad Autónoma de Nuevo León, y cuya curaduría y prólogo corrió a cargo de la escritora Claudia Posadas, con una nota preliminar de Julio Ortega.
“Las y los jóvenes están escribiendo sobre lo que viven y lo que han vivido. Dejemos de pensar en la Colonia, nosotros ya no queremos la colonia, ni literaria ni nada: queremos aprender a leer y a escribir sobre nuestro pueblo, ese pueblo que es sueño; por eso, a veces escribo de cosas orgánicas: en Bobby Sands escribo del hambre, no precisamente del personaje. Él estaba ahí, pero yo hablo del hambre a través de su cuerpo”, cuenta la escritora chilena.
Carmen Berenguer es autora de obras como Huellas de Siglo, A media asta, Sayal de pieles, Naciste pintada, Maravillas Pulgares o Mi Lai, donde ha dejado una de sus certezas: la poesía es el ámbito de la resistencia, porque el arte es político. Antiguamente se pensaba que estaba en las alturas, pero luego llegó “Nicanor Parra y dijo que el arte es de la tribu, de la gente que habla en la calle, de toda la gente que come”.
“Ahora que hablamos del arte y la política, del lenguaje, para nosotros, para gente como las integrantes del colectivo Las Tesis o los jóvenes grafiteros, el arte que vive ahora es el actual, no el que está en el museo”, explicó la poeta a propósito del lanzamiento del volumen.
La palabra de un pueblo
“La poesía de Carmen Berenguer (Santiago, 1946) es una práctica de intensidades. Ocurre dentro del mismo lenguaje, al que sustrae estas palabras, esta poesía recóndita, arrebatada y fresca, cuya verdad inmediata se nos impone como un acertijo resuelto”. El párrafo le pertenece a Julio Ortega, del prólogo que acompaña al libro Carmen Berenguer. Plaza tomada (Poesía, 1983-2020).
Si bien la crítica y la lucha contra la dictadura ha estado presente en su obra poética, pero también en los performances que ha desarrollado a lo largo de su vida, la poeta encuentra en la palabra a una herramienta de libertad, más allá de que puede ser coartada cuando se publica, “porque muchos escritores hemos permanecido en el silencio más ominoso que se puede pensar”.
“En Chile he sido muy proscrita en mi trabajo literario, rara vez me apuntan para algo; incluso, de este libro sólo salió una crítica. Se usan las redes sociales y por ahí aparece algo, pero la verdad de las cosas, tenemos una censura: la supresión de la palabra ha sido muy jodida, muy complicada".
“Escribo lo que veo y lo que vivo. No soy tan inocente y uso estrategias para escribir, me aprovecho del lenguaje en toda su expresión: quiero que exista un país libre, por ejemplo, y por eso lo utilizo; utilizó el hambre, la congoja de un pueblo que no es libre”, comparte Carmen Berenguer en entrevista.
Al final, confiesa la poeta, persigue a la escritura como una forma de ser libres: esa es su lucha, su fantasía literaria y va más allá: "quiero decir las cosas que vivo y veo, no quiero hablar de metáforas que no existen”.
Y si bien comenzó en la escritura como una manera de contar lo que veía durante la dictadura chilena, en los últimos años, la ventana de su balcón se convirtió en un espacio generoso para darse “un alimento diario de historias tristes e historias que son, también reconfortantes”.
“Los movimientos en Chile son reconfortantes, pero nunca se para de luchar: soy de las abuelas que lucharon, después vienen mis hijos e hijas que lucharon y ahora están los nietos en las calles todos los días. Es algo extraordinario lo que ha ocurrido, por eso estoy con congoja y con felicidad”.
PCL