No siempre hay registros gráficos sobre la manera en que se ejercía el poder en determinadas culturas, pero la arqueología logra hacer hablar a los edificios, como se refleja en el libro Las sedes del poder en Mesoamérica, coordinado por Linda Rosa Manzanilla, compuesto por textos de los arqueólogos que excavaron distintos palacios, a quienes les pidió que los ubicaran en su asentamiento.
“Sobre todo, si a la hora de excavar pudieron detectar sectores funcionales: dónde estaba el área residencial del gobernante y su familia, dónde estaba el sector artesanal, dónde se hacía el ritual para el grupo en el poder, si hay almacenes, tesoro real, una sala de trono y una sala de audiencias y si existen tumbas reales o no las hay”, explica la profesora-investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
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De acuerdo con la integrante de El Colegio Nacional, se trata de una anatomía de las sedes del poder, una manera de ir a fondo a preguntar en el registro arqueológico y de fuentes del siglo XVI, si es posible distinguir esos sectores dentro de un palacio, para lo cual se reunieron diversos ejemplos del periodo Clásico (Teotihuacan, Monte Albán, Aguateca, Ceibal, Palenque, Uxul, Cancuén), Epiclásico (Xochicalco, Cacaxtla, El Tajín); Posclásico y Colonial (Tzintzuntzan, Yucundaa y varios otros ejemplos mayas tardíos y aztecas).
Sociedades distintas
Aparecido bajo los sellos de El Colegio Nacional y el IIA de la UNAM, Las sedes del poder en Mesoamérica es el primer libro publicado en México sobre temas de palacios y sedes del poder. En Estados Unidos se publicaron cuatro volúmenes sobre palacios mayas, pero este el primero que aborda casos muy distintos de sedes del poder, sobre todo de tres periodos fundamentales de la historia mesoamericana: el Clásico, la primera aparición del Estado; el Epiclásico, posterior al colapso de Teotihuacan, y el PosClásico, sobre todo el tardío.
“Fue un esfuerzo conjuntar a aquellos arqueólogos que han estudiado y excavado palacios para distinguir los sectores funcionales y preguntarnos si encontramos en ellos los llamados objetos de poder político, como cetros, báculos tocados, diademas, pectorales, tronos, representaciones. Si no las encontramos se trata más bien de un poder simbólico, pero si encontramos almacenes obviamente se trata de un acopio económico”.
El bordaje permitió buscar las otras fuentes del poder para sustentar por qué desde determinado palacio se gobernaba a un pueblo, a decir de Linda Rosa Manzanilla, cuyo principal objetivo fue conocer los distintos tipos de Estado y de sociedades presentes en el pasado mesoamericano.
“En Teotihuacan, por ejemplo, hay una sociedad muy distinta a la maya y a la zapoteca: es una sociedad que hemos llamado corporativa, donde los grupos sociales son más importantes que los individuos, por eso no encontramos representaciones de los gobernantes, ni tumbas reales. Lo que he propuesto es que el gobierno está en manos de un consejo, no de una persona, como en el área maya o en el área zapoteca”.
Claudia Itzel Alvarado, Tomás José Barrientos Quezada, Kai Delvendahl, Rosario Domínguez, William J. Folan, Joel D. Gunn, Takeshi Inomata, Ana María Jarquín Pacheco, Rodrigo Liendo Stuardo, Geneviève Lucet, Verónica Ortega Cabrera, Arturo Pascual Soto, Paulina Poot Franco, José Luis Punzo Díaz, Ronald Spores, Susan Toby Evans y Marcus Winter, son los autores reunidos en Las sedes del poder en Mesoamérica.
PCL