Chávez Castañeda reflexiona sobre la pérdida

En su libro más reciente, “No”, el autor realiza “una especie de mosaico de la tragedia”.

El escritor ha descubierto el poder de la autoficción, que antes no había explorado. (Javier García)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Ante el fallecimiento de Nacho Padilla, Ricardo Chávez Castañeda se sintió muy afectado por su partida, pero en un momento reflexionó que el verdadero dolor estaba en sus familiares más cercanos, si acaso se sentía angustiado por los libros que ya no alcanzaría a escribir.

Eso le trajo a la memoria un caso de su juventud, cercano a él, cuando asesinaron a la novia de su primo y a él lo habían dejado malherido durante toda una noche: “esta fue la primera historia que me atravesó la vida como una lanza, tenía solo 20 años de edad y la puse en la lista de posibles libros, pero en el último lugar y, con lo de Nacho, me di cuenta que había historias indispensables de ser contadas”.

Así fue cómo surgió No (FCE, 2020), una historia sobre la pérdida, la personal y la ajena, en torno a la necesidad de luchar contra viejos fantasmas, pero también de cerrar ciertos ciclos de vida, a través del género de la autoficción, con lo que “hablo de mí, de lo que me pasa mientras estoy escribiendo, de la búsqueda y de las consecuencias de esta muerte en mi familia y en las familias de alrededor. Hago una especie de mosaico de la tragedia”.

“Cuando descubro a la autoficción ya iba de salida, pero para mí fue muy importante, porque siempre había defendido la poética de la ficción y de inventarlo todo. Ni siquiera ubicaba un lugar conocido, sino los inventaba, les ponía nombre y la geografía; cuando me encuentro con el género, me doy cuenta que la fuerza de la autoficción es el envenenamiento con ciertas historias que se han atravesado en tu vida y que han prolongado su existencia en ti durante mucho tiempo, como un parásito, una maldición o un fantasma”.

Ricardo Chávez Castañeda es un convencido de que las historias que no puedes olvidar, que te torturan, están encorazonadas “y ese corazón es el silencio”. La labor literaria es ponerle palabras a ese silencio y, claro, cuando uno cree que está haciendo el cierre, la clausura, las paces, en realidad está quebrando o rompiendo esos silencios, “de donde surgen otras palabras y te das cuenta que parcialmente pudiste hacer algo, pero encontraste otro camino por recorrer”.

“En algo ayuda enfrentar cara a cara al mal que te va vertebrando, a veces desde la niñez, en otras desde la adultez, pero si no haces algo en contra de ese mal, crece en ti: todos tenemos recuerdos, pero hacer memoria es todo un trabajo, porque cuando la haces te topas con cierto sentimiento y, en mi caso, creo que con lo que me topo es con la tristeza”.

La muerte de Padilla es el último impulso de No, pero aquella historia que vivió cuando aún tenía 20 años de edad no lo dejaba dormir, por una pregunta que aún se hace: “cómo alguien pudo morir con esa última visión de la humanidad, la de la humanidad que te mata con tanta crueldad y tanta indiferencia”, enfatiza Chávez Castañeda.

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ENTRE UN PASADO Y SU PRESENTE

Aun cuando muy pronto dejara de pertenecer, Ricardo Chávez Castañeda fue uno de los firmantes de la llamada Generación del Crack, de ahí su relación con Nacho Padilla, aun cuando no fuera tan cordial, como reconoce él mismo en las páginas de No: “Nunca realmente lo fuimos (amigos), aunque prevaleció entre nosotros una relación cordial”, se lee en el volumen. Autor de títulos como El cuaderno de las pesadillas, Severiana o Ladrón de niños y otros cuentos, parte de su obra se ha traducido al coreano, eslovaco e inglés.