El escritor Gonzalo Celorio (México, 1948) ganó el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2022 por su libro “híbrido” Mentideros de la memoria, que se nutre de anécdotas autobiográficas sobre grandes autores como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Augusto Monterroso, Julio Cortázar y Juan Rulfo, entre otros.
En entrevista con MILENIO, el catedrático habla del premio y asegura que, hasta ahora, nadie le ha reclamado por las historias que reveló en su libro, que fue como un bálsamo, pues surgió en la pandemia.
Un premio siempre se agradece, maestro.
Claro, estoy muy contento. Sobre todo, porque se trata de un poeta muy importante en la literatura mexicana. Yo le he dedicado cuatro textos a Xavier Villaurrutia, y lo dan escritores, justo, de lo que trata el libro.
El premio ayudará para que más lectores se acerquen al libro.
De alguna forma dispara la posibilidad de tener más lectores en un país donde no hay lectores, por lo que conseguir unos cuantos más siempre es bueno. Cuando me preguntan “¿usted vive de sus libros?” Pues no (risas) Es como producir un producto que no se consume, pero un premio ayuda y eso siempre será bueno.
Es sobre escritores. ¿Pensó que se metería en problemas?
Yo no me censuro cuando escribo. A veces sí me censuro cuando publico. Tuve un par de dudas sobre un par de textos, pero finalmente decidí publicarlos. En el fondo yo pienso que se trata de un homenaje a los escritores a quienes he leído, conocido y que tuve el privilegio de tratar, de los que aprendí mucho.
Es un libro de testimonios y diría que muy valiente.
Sí. En algunos casos son textos críticos, pero bueno, si el amor no es crítico no es amor, es complacencia (risas). Es un libro, también de crítica literaria, pero es curioso porque, a pesar de esto, el protagonista no soy yo, los protagonistas son los otros, aquellos escritores a los que me refiero y a la vida literaria de nuestro país.
¿Podría decirse que es como el chismecito cultural?
Es un grupo de textos, un tanto heterogéneos, unos muy divertidos, como el de Umberto Eco, o dolorosos, como la muerte de Natasha, hija de Fuentes, o muy críticos, como el de Alfredo Bryce Echenique. Es un libro variopinto, pero sí tiene un hilo conductor, que es el gran gusto, la gran pasión por la literatura y el reconocimiento a los escritores de los que hablo.
Revela cosas muy personales.
Es conocer otras facetas de la personalidad de un determinado escritor y ayuda a arrojar luz sobre su propia obra. Es interesante tratarlos como personajes públicos y también tocar algunos elementos periféricos a su obra porque tienen importancia en la vida cultural del país.
¿Qué tanta ficción tienen los relatos?
Siempre digo que el lenguaje es un sustituto de la realidad. Es un discurso que finalmente implica la imaginación, la subjetividad, y siempre hay una transmutación de la realidad cuando se ponen palabras, se pasa de un acto objetivo y real a una interpretación del acto. Siempre hay un proceso imaginativo al convertir un acto, una historia. Soy alguien que toma permanentemente notas, escribo recuerdos, anécdotas, datos. Me parece importantísimo que la ficción no debería de ser algo contrario a la realidad. Estoy absolutamente convencido de que podemos conocer mejor el mundo mexicano leyendo a Juan Rulfo que estudios historiográficos.
Se ve que disfrutó escribirlo.
Sí, yo acababa de salir de la publicación de una novela muy dolorosa que se llama Los apóstoles, que es verdaderamente terrible, es la denuncia de un abuso sexual, era una novela que me costó mucho trabajo escribir, Pero Mentideros de la memoria son como divertimentos que, además, surgieron de la pandemia.
¿Cómo fue eso?
Yo tengo un grupo de amigos muy queridos a quienes les dedico el libro. Nos veíamos todos los martes y yo les leía una historia, y eso me motivó a escribir el libro. Creo que todos los textos están tocados por el sentido del humor, muy divertidos, y fue como una especie de remanso en medio de una escritura muy dolorosa. No deja de ser curioso que este haya sido el libro ganador del premio, quizás porque es un libro divertido en el contexto de la literatura actual, que más bien se ha ocupado de la denuncia, la violencia y una serie de catástrofes sociales que están alimentando la literatura contemporánea. Pero mi libro, en primer lugar, lo que hace es reivindicar el placer de la lectura, el gozo enorme de la literatura y viene hacer una especie de bálsamo en el contexto terrible de la pandemia.
¿Ha pensado en escribir un volumen dos?
Se va a llamar Ese montón de espejos rotos, que es un verso de Borges y así define la memoria, espero terminarlo este año y recoge una serie de memorias que no necesariamente tienen que ver con la literatura, tienen que ver más con la vida pero donde, obviamente, estará presente la literatura. Es una rara combinación de vida privada y vida pública porque en la historia de la literatura de lengua española, y particularmente la mexicana, generalmente no hay textos autobiográficos. Creo ahora que ha habido un despertar de un género literario que se llama autoficción, donde los escritores tienen menos temor a hablar en primera persona de su vida íntima, y creo que el experimento que estoy haciendo es interesante porque hablaré de cosas particulares, de amor, el matrimonio, las creencias, mi paso por algunas instituciones como el Fondo de Cultura Económica y recuerdos que involucran a otras personas, que nos pueden ayudar para comprender una serie de fenómenos que tienen que ver con la vida cultural de nuestro país, de la vida literaria y la vida académica.
¿Nadie le reclamó por las historias que cuenta en el libro?
No, a lo mejor es porque no he salido mucho (risas)
caov