El escritor Yuri Herrera (Actopan, 1970) halló una laguna en la biografía de Benito Juárez, una sobre su exilio de año y medio en Nueva Orleans, y acometió la tarea de reunir la información histórica disponible, novelar el episodio con el título de La estación del pantano (Editorial Periférica) y a un tiempo reflexionar sobre las contradicciones de esa ciudad en la que hoy da clases en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Tulane.
Herrera, autor de cuatro novelas, un volumen de no ficción y uno de relatos, considera que “ya no hay géneros literarios puros, todos se retroalimentan y se transforman”, y no cree que existan las musas. “Si acaso existe eso llamado inspiración viene de la reescritura, de releer y corregir, de las ideas que surjan de la exploración que hacemos en nuestras propias obsesiones”.
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Sabiendo por tu libro que hay un vacío sobre Nueva Orleans en la biografía de Benito Juárez, ¿por qué este personaje para novelar?
Porque me parecía que era una buena oportunidad para hacer varias cosas a la vez, que es como funcionan las novelas: reflexionar sobre las contradicciones de esta ciudad, tan violenta y tan vital, entonces y ahora, sobre cómo esas contradicciones pudieron influir en el desarrollo de Juárez, y para indagar en mi propia relación con la ciudad, como migrante.
Nueva Orleans es una histórica región por su conexión francesa, por albergar La Casa del Sol Naciente en una rola eterna y por la tragedia del huracán Katrina. ¿Por qué te interesó? Sé que vives ahí.
Llegué originalmente por trabajo, pero después se ha convertido en mi segunda casa. Es una ciudad muy compleja, con patrones migratorios diferentes al resto del país, con una gastronomía propia, la mejor de Estados Unidos, con una constante apuesta por la libertad en un país puritano y una región extremadamente conservadora.
Sé que hubo una investigación de documentación histórica para tu novela. ¿Qué tan difícil fue ceñirte a los hechos para poder desarrollar la ficción? En algún momento hasta enlistas sueños de Juárez.
No fue difícil en lo más mínimo, porque en una novela “los hechos” son un marco, no un límite. Los datos históricos, los pocos que dan cuenta del paso de Juárez por la ciudad, y los muchos describiendo cómo era la vida en Nueva Orleans, son la materia con la que fue posible imaginar la historia, pero ellos en sí mismos no cuentan la historia.
Advertí el uso de diferentes tipografías y hasta un par de ilustraciones. Cuéntame sobre el uso de esos recursos.
En un texto literario todo importa: las denotaciones, las connotaciones, la plasticidad de las letras, los silencios. En este caso, ese fragmento que mencionas es sobre los exiliados discutiendo sus planes, y el uso de la tipografía es un recurso para subrayar la solemnidad con la que hablan, casi como si ya quisieran estar redactando su parte en un libro de historia. La ilustración es una sankhofa, una ilustración africana que se encuentra en algunos lugares en Nueva Orleans, que simboliza el seguir avanzando sin olvidarte de tu pasado.
Tu obra narrativa ha sido aclamada desde el principio, me refiero a los premios. ¿Por qué elegiste el género novela? ¿Crees que es el género rey?
No, si acaso hay un género rey o reina, ésa sería la poesía, que es la expresión más transparente de lo que pretenden los otros géneros, reinventar el mundo; pero quizá esa distinción ya sea un poco caprichosa, pues no hay géneros puros, todos se retroalimentan y se transforman. Ahora, la forma de cada texto es algo que la historia misma exige, y en este caso la forma debía permitir un relato expansivo, con deltas, con distracciones, y la novela deja hacer eso.
¿Por qué elegiste publicar primero fuera de México? ¿Fue la búsqueda de un éxito en España para asegurar el éxito en tu país?
No publiqué primero fuera de México. Mi primer libro fue publicado por Tierra Adentro, en 2004, una muy bella edición de Trabajos del reino, que por años básicamente pasó desapercibida, hasta que la novela volvió a ser publicada en España, por Periférica, en 2008.
A estas alturas del siglo XXI parece que los grupos de escritores y estas dinámicas han desaparecido, el lanzamiento de manifiestos y todo eso, pero te pregunto de todas formas si perteneces a algún tipo de corriente cultural. ¿Se habrán extinguido?
Fuera de los compañeros con los que hice la revista el perro, que hacíamos más por diversión que como posicionamiento político, no he sido parte de ningún grupo. Dudo que estos movimientos se vayan a extinguir; mientras la gente siga haciendo proyectos en común seguirán existiendo, aunque con otros códigos estéticos.
Cuéntame sobre tu proceso de creación. ¿Investigas, te habla la musa al oído, llega la inspiración de la nada, intentas la imitación de algún dios literario de tu devoción?
No creo que existan las musas, si acaso existe eso llamado inspiración viene de la reescritura, de releer y corregir, de las ideas que surjan de la exploración que hacemos en nuestras propias obsesiones. Y sí, creo que la imitación es un recurso totalmente legítimo; nunca se imita con fidelidad, pero al intentarlo algo se aprende. En mi caso, esas personas a las cuales les he intentado aprender han ido cambiando con el tiempo, entre otras figuran Dashiell Hammett, Mercé Rodoreda, Nellie Campobello y César Vallejo.