En el título de la más reciente novela de Norma Lazo viene buena parte de su búsqueda. La banalidad de los hombres crueles (Lumen, 2021), es una historia sobre la inminente soledad que viven los personajes ante sus tragedias, pero también de la capacidad de los seres humanos de culpar a los demás de sus propios problemas y tragedias.
“Por eso me gusta la expresión de la banalidad del mal, que tomé de Hanna Arendt, porque de pronto el vecino de al lado puede cometer algunos actos sin detenerse en la magnitud de lo que está haciendo, erigiendo enemigos de la nada, como sucede actualmente y como ha sucedido a lo largo de la historia: siempre el ser humano buscando un enemigo al que culpar de sus miserias y siempre ese enemigo va a ser el diferente, el otro, el que no es como uno”.
Una novela que suceden en tres tiempos y hasta en diferentes tradiciones culturales: en Tokio, 1971, el maestro Yoshikawa se desangra en el piso de su mansión; en Vladivostok, hacia 1938, Ekaterina Nikolayéva, acusada de traición contra la patria, espera su juicio y condena, mientras en 2019, Takumi recibe una llamada de emergencia desde su país natal: su hermana fue encontrada casi muerta en una barranca del Estado de México.
Las historias tienen su sustento en la realidad, lo que le da otra perspectiva a la novela de Norma Lazo: una mirada contemporánea, porque de pronto se ve uno enfrentado a estos hechos, pensando que son alienígenas, y no, son parte de la sociedad, han surgido de aquí por diversas razones.
“Me pega mucho”, dice la escritora, “cómo nos hemos acostumbrado a las noticias, la gente empieza a vivir con eso y la sociedad refleja una indolencia respecto de estas personas que perdieron a sus familiares y a sus seres queridos de las peores maneras”.
La crueldad de las personas
En La banalidad de los hombres crueles, la reflexión de Norma Lazo parte de la pregunta sobre cómo nos hemos acostumbrado a las noticias, la gente empieza a vivir con la violencia y la sociedad refleja una “indolencia respecto de estas personas que perdieron a sus familiares y a sus seres queridos de las peores maneras”.
“Me decía un amigo que leyó la novela que era algo triste, pero al mismo tiempo luminosa y me dio gusto la lectura, porque no hay que perder de vista que también está el desconocido, el extraño que te tiende una mano, donde se aparece esa parte luminosa del ser humano, que también surge de la nada”, enfatizó la escritora.
Para la integrante del Sistema Nacional de Creadores de Arte, autora de títulos como El dolor es un triángulo equilátero, Medidas extremas o La luz detrás de la puerta, el silencio en la escritura, la novela se convirtió en una manera de espejearse en el tiempo, para saber qué tanto hemos aprendido como sociedad y lo que queda claro, “al menos para mí, es que la crueldad es algo insondable, no sabes de dónde puede surgir, porque puede venir de cualquiera”.
“A partir de eso, uno empieza a tejer asociaciones, pensaba en los cuerpos que se han encontrado en México, la crueldad con la que es tratada la gente y decía que no hay tanta diferencia entre estas torturas chinas con lo que se sigue haciendo en la actualidad”.
El reflejo a través de la realidad
La idea de la novela llegó a Norma Lazo mientras trabajaba en un ensayo, Las siete virtudes contemporáneas, en cuya escritura tuvo contacto con las historias de Akira Kurosawa, de Margarita Arsényeva y de Vladimir Arséniev, que le sirvieron para la novela, también con la presencia de Farabeuf, la novela de Salvador Elizondo. Así, La banalidad de los hombres crueles no sólo se inspiró en esas vidas, sino quiso recrearlas para los lectores contemporáneos.
caov