Vicente Alfonso, un músico con vida de escritor

Orgullo Mexicano

“Siempre digo que la literatura es un oficio al que se entra por vocación o mejor no se entra...", describe el autor nacido en Torreón, Coahuila y quien ha sido publicado en México y otros países.

Vicente Alfonso tiene un hermano gemelo 'Frino' , quien también se desempeña en la música y la literatura. (Milenio Digital)
Editorial Milenio
Torreón, Coahuila /

A temprana edad, Vicente Alfonso (Torreón, Coahuila, 1977) afinó sus sentidos, lo que le permitió el saber ver y escuchar con calma

Testigo de su tiempo en primera fila, ha desarrollado una prolífica carrera como novelista pero de igual forma como cronista a través del periodismo. Ambas facetas le han valido el reconocimiento en México y el extranjero, en tanto que su trabajo se publica ya en varios idiomas.

No obstante la música ha sido una vertiente cultural que también exploró junto a su hermano gemelo, Frino (Antonio Rodríguez, coordinador nacional de Desarrollo Infantil Alas y Raíces), estudiando composición en la Facultad de Música de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

“Mi hija, que está por cumplir cuatro años, tiene una nueva canción favorita: ‘Cuando seas grande’, de Miguel Mateos. Esa canción, que yo mismo escuchaba de niño, me hacía fantasear con el futuro pero nunca lograba visualizarme en nada: mi madre era juez, mi padre abogado y maestro rural, mi abuelo minero, así que por ningún lado vislumbraba la literatura como oficio". 

"Peor aún, en quinto de primaria la maestra nos encargó de tarea investigar las biografías de García Márquez y de Vargas Llosa y nada me pareció más aburrido que ser escritor, aunque ahora admiro a ambos hasta la médula. De adolescente estaba seguro de que sería músico".

MÚSICO ESCRITOR

En su adolescencia Vicente Alfonso supo interpretar el lenguaje de la música. Aún ahora tiene una guitarra y hace un par de años atrás tuvo piano en casa, pero dijo, se deshizo de él porque lo usaba más de perchero que para interpretar algunas piezas. No obstante es un melómano que escucha música todos los días.

“Para despertar, antes o después de la mañanera, oigo a Mozart (sobre todo La misa en Do menor) o Bach (los Conciertos de Brandenburgo, las suites para cello solo) o compositores más recientes como Spohr, Grofé y Ralph Vaughan Williams. Mientras escribo escucho a Metallica, a Testament, a Suicidal Tendencies, a Death".

“Por la tarde mi hija y mi esposa, que tienen muy buenos gustos musicales, marcan la agenda con rolas que van desde David Bowie hasta La Gallina Pintadita. Me gustan además Billy Joel, Santana, Pablo Milanés, Amaury Pérez, Guns n' Roses. Soy fan de Jaime López y de unas chicas guerrerenses muy talentosas que se llaman Las Hermanas García. También lo soy de Laura Pausini, que además de esa voz de privilegio tiene un talento insólito para rockear en vivo”.

Este escritor, antes de serlo, trabajó durante 10 años con su hermano Frino en la construcción de un discurso musical, eso, asegura, le afinó el oído. Y siguiendo instintivamente ese camino, estudió composición en la Facultad de Música de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

CON SOUNDTRACK

Allí la maestra de armonía, Elda Nelly Treviño, le advirtió a su clase que uno de los efectos secundarios de estudiar música era que jamás volverían a oír de la misma manera la música popular. 

Él afirma que tuvo razón y producto de ello su primera novela, “Partitura para una mujer muerta”, le representa una especie de exorcismo frente a la frustración de no haber sido músico, creyendo además en la sentencia del maestro Élmer Mendoza: que las novelas son mejores cuando incluyen soundtrack.

Como escritor, Vicente Alfonso es un orgullo lagunero pues ha podido encontrar una voz propia y sus novelas se construyen con una espiral donde se toma un tema local que se inserta de manera natural en las problemáticas globales. Eso lo ha llevado a ganar premios nacionales.

“Mentiría si dijera que nada significan, pero con los años ha cambiado ese significado. Antes eran la forma de acercarme al oficio, un termómetro que me ayudaba a saber si iba bien o mal. Ahora son una palmada en la espalda, pero también una muestra de compromiso en un sentido positivo.

“Por ejemplo: los últimos años viví literalmente en las montañas de Guerrero, a las afueras de Chilpancingo. Es un territorio en conflicto, azotado por la violencia y la pobreza, que me provoca sentimientos encontrados, y sobre todo una profunda impotencia frente a la injusticia. Tanto así que suspendí la novela en la que estaba trabajando para escribir un libro de crónicas que después obtuvo el Premio Carlos Montemayor, otorgado por el INBAL".

“En ese sentido fue confortante pensar que de algún modo don Carlos, el autor de Guerra en el paraíso, andaba rondando el proyecto, pues en su momento fue otro norteño que agarró vereda por los caminos del sur".

Al preguntar si se vive bien de las regalías, comentó que tiene la fortuna de cobrarlas en euros, cosa que dice no está mal.

“Siempre digo que la literatura es un oficio al que se entra por vocación o mejor no se entra, y basta sacar cuentas: me lleva por lo menos tres años hacer cada novela. Tres años de trabajo diario, de un trabajo tan hermosamente demandante que la música e incluso las pocas series de TV que veo las elijo de acuerdo con los temas sobre los que estoy escribiendo. No hay sueldo que pague tal nivel de obsesión”, concluyó.