Hemos normalizado la violencia en tal forma que actuar con apatía frente a ella se ha convertido en un comportamiento más bien habitual. Roberto Vivo (Montevideo, 1953) se considera un “humanista liberal” que ha puesto sus esfuerzos en reflexionar sobre una de las prácticas que más ha dañado a la humanidad.
La guerra: un crimen contra la humanidad (Hojas del sur, 2016) es el resultado de algo que inició como una aventura personal, dice el autor, después de una serie de reflexiones que engendró cuando surgió el terrorismo islámico.
“Cuando se empieza a decir que una de las motivaciones detrás del terrorismo era la religión —que me parecía una afirmación incorrecta— retomé una pregunta que venía haciéndome hace mucho tiempo: por qué si las grandes religiones tienen un lenguaje de paz han sido tantas veces usadas para la guerra”.
Así, Vivo escribió Breve historia de las religiones del mundo, un texto en el que comenzó a desarrollar la idea de la paz y de donde surgió La guerra: un crimen contra la humanidad, su más reciente publicación. En este libro explora y desarrolla las ideas de violencia en el hombre, la historia de la paz, los grupos de poder en las sociedades y la guerra desde diferentes escenarios internacionales.
“Cuando publiqué la primera edición de La guerra: un crimen contra la humanidad, en 2014, no podría haber pensado que la situación iba a deteriorarse a tal grado de estar hoy en las peores condiciones para la paz mundial desde la era de la Guerra Fría: hoy tenemos 36 conflictos abiertos donde mueren entre 100 y 50 mil personas en cada uno de ellos por año; hay 60 millones de desplazados por la violencia: y el índice de la paz mundial calcula el costo de la violencia en 14.3 billones de dólares. Esa cantidad de dinero alcanzaría para darle de comer por dos siglos a los 900 millones de personas que padecen desnutrición crónica. Se podrían hacer muchas cosas con ese dinero si se invirtiera en educación, salud o desarrollo de energías sustentables”, afirma el autor.
Vivo sitúa la guerra en el centro de su texto para promover la idea de que ésta “no es solución de conflicto alguno”. El libro está prologado por Luis Moreno Ocampo, Julio M. Sanguinetti y Benjamin Ferencz, el único fiscal sobreviviente de los juicios de Nuremberg.
“En 1992 nace formalmente la Corte Penal Internacional, que es el resultado del Estatuto de Roma, y que toma el principio de justicia global que nace en los juicios de Nuremberg y que viene a ocupar el fallido rol de las Naciones Unidas. La Corte Penal no nace como la voluntad de los ganadores de una guerra mundial ni por decisión de las grandes potencias, sino que es el resultado de acuerdos entre diferentes países donde Latinoamérica tuvo un rol muy importante: en su momento 163 fueron signatarios, más de 120 lo han ratificado, pero países como China, Rusia, Estados Unidos, la India, Israel o Cuba no han firmado el tratado y de alguna manera reducen el poder del rol que esta institución puede cumplir”.
Consciente de que quienes cometen crímenes contra la humanidad no pueden estar protegidos por la inmunidad de sus propias fronteras, Vivo considera que la Corte Penal puede ser una opción para juzgarlos, aunque aún le queda un buen camino por recorrer.
Optimista perseverante, afirma que su libro busca “promover en las nuevas generaciones el aprecio por la democracia y hacer conciencia sobre lo que significa la guerra”. Sabe que, después de todo, el futuro del mundo depende de que actúen con consciencia plena sobre estas realidades.
ASS