Fue un francés, André Breton, quien dijo que México “es el país más surrealista del mundo”. Una afirmación que se ha leído de diferentes maneras a lo largo del tiempo, como lo hizo ahora el Premio Nobel de Literatura 2008, Jean-Marie Gustave Le Clézio, al participar en el Hay Festival Querétaro 2021.
“La cultura mexicana nos da las recetas para mantener el sentido del humor. Se dice que en México se inventó el surrealismo y creo que es algo verdadero, si se considera, por ejemplo, al arte mexicano en sus tiempos prehispánicos: es un arte completamente libre en sus formas en su manera de escribir la historia o los mitos. Todo el tiempo es una mezcla de algo trágico y de algo cómico en México”.
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Durante una charla con Julián Herbert, el escritor francés recordó el sentido de lo trágico que manifestaban los cronistas españoles, con una seriedad continua que, a veces, más que trágica, “parecía criminal o, cuando menos, muy agresiva”, mientras aquí ya se había inventado algo que hoy día parece muy de moda: el espíritu de conciliación entre los extremos, en donde se apuesta por admitir algunos pensamientos o formas para mantener una cierta forma de equilibrio en la vida.
“Los mexicanos tienen la receta para huir del exceso de seriedad y la literatura mexicana acarrea el mensaje de la conciliación, siempre: ese es el secreto de la cultura mexicana: un secreto que hace de la cultura mexicana algo abierto, no está cerrada y aún en los peores momentos de la civilización —en este por la situación económica y política que no es tan buena—, siempre existe la esperanza de que todo mañana va a ser mejor. Ese es el secreto de los mexicanos”.
En el diálogo a la distancia, una de las formas de la edición 2021 del Hay Festival Querétaro, Julián Herbert se refirió a la más reciente novela de Le Clézio, Canción de infancia, concebida no sólo como un homenaje a sus primeros años de vida, sino en especial a la memoria, más allá de que la propia historia sea un diálogo con mucho de lo que se vive en nuestra época pandémica.
“Empecé con la descripción de los paisajes de mi vida en Bretaña, durante mi infancia, pero al terminar ese primer capítulo empezó la epidemia y el encierro que todos hemos padecido: yo fui preso en mi cuarto sin posibilidad de salir y eso me hizo pensar en la primera parte de mi infancia, cuando estuvimos encerrados en un pueblo chico, arriba, de Niza, porque nos estábamos escondiendo de los nazis, algo completamente diferente, porque mi papá era británico”.
En su más reciente novela, Canción de infancia, Le Clézico ofrece “un canto al independentismo emocional y el relato sobrecogedor de su infancia como niño de la guerra”, aunque por sobre todas las cosas la define como un homenaje a la primera memoria, a la que se construye en la infancia y se vuelve en algo muy importante para cada uno de nosotros:
“En mi caso, es la bomba que cayó en el patio del inmueble en el que vivíamos, a unos 20 metros del edificio, que se movió como un terremoto. De lo que me acuerdo es de mi caída en el piso, la ondulación del piso en el baño de mi abuela: podría decir que es la memoria de algo espantoso, pero es algo mucho más que eso, me ha durado toda la vida”.
Por ello, al momento de escribir sobre la infancia, se convirtió en un punto de salida de la memoria, porque de lo que vino después ya no está muy seguro. “Son anécdotas que me contaron, que he leído en los libros, pero la explosión es la verdad. Eso sí ocurrió”.
Más de 70 años después de sus experiencias en la guerra, Jean-Marie Gustave Le Clézio vuelve a padecer el encierro en su casa, lo cual lo regresó a su infancia, en especial por una alarma que llegó a sonar, todos los días a las siete de la noche, en este tiempo de pandemia, “el mismo sonido que había escuchado en mi infancia, con mi abuela, y la alarma me vuelve a recordar que algo terrible está pasando”.
PCL